El juego de la guerra
En una jugueter¨ªa de mi barrio encuentro un folleto de "juegos" Gi Joe, que es una llamada a los ni?os para que participen en un concurso: "Imagina que eres un alto mando del ej¨¦rcito de h¨¦roes internacionales de Gi Joe". Al pie de la p¨¢gina se ven dibujados los h¨¦roes a los que se hace referencia: mercenarios de todas las guerras colonialistas, soldados de Vietnam, un marine, un militar con aire latinoamericano, guerreros espaciales y hasta uno que aprisiona bajo sus m¨²sculos de Rambo una especie de fusil-sierra. ?Ser¨¢ para trocear al enemigo en las sesiones de tortura? Todos muestran en sus expresiones, en sus gestos de odio captados en el instante anterior al desenlace violento, su disposici¨®n destructora, mortal. (Hay entre ellos un par de mujeres con sus mismos gestos y posturas, como si este fabricante de "juguetes" quisiera cumplir as¨ª el mandato del 25%.)La llamada al concurso contin¨²a: "A tu cargo tienes un destacamento completo de voluntarios dispuesto a todo por impedir el avance de Cupra, una terrible secta que pretende apoderarse del mundo. Responde a este test. Si aciertas las respuestas correctas habr¨¢s dejado claro que eres un l¨ªder perfecto de Gi Joe". Siguen una serie de preguntas tales como d¨®nde hizo su carrera militar uno de los personajes, si en West Point, curso de mercenarios por correspondencia... Otra: el Dr Comecocos, que intenta manejar el mundo, cu¨¢l de estas disciplinas se dedica a perfeccionar: control mental, tortura, artes ocultas, magia negra...
Ante lo expuesto, siento como deber la denuncia de esta valoraci¨®n de actividades genocidas que se convierten en mod¨¦licas cubri¨¦ndolas con la m¨¢scara del hero¨ªsmo. La ¨¦tica, la solidaridad, la imaginaci¨®n creadora, ?estar¨¢n pasados de moda?
Comprendo que a los ni?os se les haga consumir Gi Joes, ?acaso a sus padres no se les ofrece la posibilidad de participar, por unos cuantos miles de pesetas, en fines de semana b¨¦licos, donde se recrean hip¨®tesis de ataques y defensas? Todo parece indicar que las guerras con sus millones de cad¨¢veres destripados de ni?os, de mujeres, de hombres, siguen siendo un negocio y no s¨®lo para los vendedores de armas.
La pasividad ante hechos semejantes implica una aceptaci¨®n de estos valores, pero de qu¨¦ manera elaborar una respuesta eficaz contra tantos seres sin escr¨²pulos si en nuestra sociedad el mito del valor, del vencedor, del h¨¦roe morrocotudo es lo que se lleva esta temporada.- Elsa Plaza M¨¹ller. .
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