Pureza mortal
UNA QUINCENA de heroin¨®manos han fallecido en Barcelona durante las dos ¨²ltimas semanas por sobredosis y 17 han muerto en Madrid en los pasados 20 d¨ªas por la misma causa. Estas cifras entrar¨ªan en el recuento de las tragedias cotidianas si la raz¨®n de esas desgracias no fuera la excesiva pureza de la sustancia consumida y no se diera la acumulaci¨®n en tan breve espacio de tiempo de tantas muertes. En los siete primeros meses de este a?o, el n¨²mero de muertes por sobredosis (73) en la capital de Espa?a es casi igual a todas las registradas el a?o pasado (76).Muchos drogadictos asumen conscientemente -aunque muy pocos libremente- los costes de su h¨¢bito, y en sus tristes c¨¢lculos entra el peligro de muerte. Pero esta personal y alocada matem¨¢tica del riesgo se elabora a partir de una serie de datos entre los que se incluye, como muy principal, una imprecisa suposici¨®n sobre el grado de pureza del producto para ajustar la raci¨®n. Habitualmente, los mayoristas de hero¨ªna blanca engordan la mercanc¨ªa con glucosa o lactosa, que permiten multiplicar los gramos a distribuir y, en consecuencia, los beneficios. Los minoristas, menos profesionales, a?aden adulteraciones m¨¢s prosaicas, como cualquier f¨¢rmaco de color blanco o incluso cal. Muchos atestados de fallecimiento por sobredosis encubren una adulteraci¨®n asesina. Situaci¨®n inversa a la comentada ahora, pero de similares consecuencias.
La respuesta de la Administraci¨®n ha sido meramente policial: el rastreo de esta partida para localizar el origen y cortar el suministro. Al margen del improbable ¨¦xito total de la pesquisa, lo sucedido requiere nuevamente una reflexi¨®n sobre la pol¨ªtica institucional en el tema de la droga. El drogadicto es un consumidor desprotegido ante estas manipulaciones porque ¨¦l mismo se sit¨²a fuera de la ley. Reconocer este mercado, para controlarlo, no supondr¨ªa bendecir su existencia, ni, por supuesto, su clientela, a la que una mera prohibici¨®n no desalienta, ya que en su dependencia influyen factores tanto sociales como psicol¨®gicos que hacen ineficaz cualquier argumento ¨²nicamente culpabilizador.
Entre los defensores de la legalizaci¨®n del consumo de droga en determinadas circunstancias se valora el dato de que tal medida supondr¨ªa un control del mercado -con el objetivo l¨ªmite de extinguirlo-, actualmente dominado por mafias internacionales. Mafias cuyo poder, econ¨®mico y pol¨ªtico, les permite organizar una matizada clandestinidad que no excluye posibles connivencias en las alturas de determinadas administraciones nacionales e incluso la amenaza de procesos dese stabiliz adores. No hace mucho se planteaba desde estas mismas p¨¢ginas la necesidad de que se abriera un debate p¨²blico, siguiendo el ejemplo de pa¨ªses como Estados Unidos y el Reino Unido, sobre la oportunidad de encarar un plan de lucha contra las consecuencias criminales del consumo de droga que no se basase exclusivamente en la prohibici¨®n. Un plan as¨ª deber¨ªa ser adoptado, en todo caso, a nivel internacional porque fracasar¨ªa si se acotara a las fronteras de un solo pa¨ªs. Pero en tanto eso se debate, se aborda, el Gobierno tiene una tarea por delante. M¨¢s bien tiene todo pol- hacer.
El primer fiscal antidroga fracas¨® en sus intentos de unificar bajo su mando todas las fuerzas policiales que se dedican a la represi¨®n del tr¨¢fico de drogas. Celos entre los cuerpos y la p¨¦sima pol¨ªtica policial que ha llevado a cabo el Gobierno de Gonz¨¢lez -de cuya muestra hay varios ejemplos ahora ante los tribunales- impidieron que eso se llevara a cabo. El aumento de la inseguridad ciudadana se debe en un alt¨ªsimo porcentaje a la criminalidad relacionada con la drogodependencia, y los fracasos continuados en este terreno ponen de relieve una mala direcci¨®n pol¨ªtica del problema. Mientras tanto, la droga es ya un problema tan grave o peor que el del terrorismo para el bienestar, la seguridad y el futuro de los espa?oles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.