Europa y el desarme
LA REDUCCI?N de los armamentos convencionales est¨¢ hoy en el centro del debate pol¨ªtico europeo. La firma por Reagan y Gorbachov, en diciembre pasado, del tratado que suprime los misiles nucleares de alcance medio fue la demostraci¨®n palpable de que, en el marco de la nueva pol¨ªtica exterior de la URSS, era posible dar pasos efectivos de desarme. Con ello surg¨ªa, inevitable, la pregunta: ?por qu¨¦ s¨®lo en lo nuclear? ?Cu¨¢ndo se iniciar¨¢ en serio un proceso de desarme convencional, cuyas repercusiones ser¨ªan mucho m¨¢s directas, econ¨®mica y pol¨ªticamente, para los pa¨ªses europeos? Ocurre que mientras en el tema nuclear dos personas pueden decidir -dejando de lado por ahora los arsenales brit¨¢nico y franc¨¦s-, el desarme convencional tiene que ser discutido por el conjunto de los Estados que forman la OTAN y el Pacto de Varsovia. Con el agravante de que, concretamente en la OTAN, existen serias diferencias entre determinados pa¨ªses.Esa circunstancia ha permitido al Gobierno sovi¨¦tico tomar la iniciativa, presentar p¨²blicamente diversas propuestas, con frutos pol¨ªticos para ¨¦l, pero sin que ello se haya traducido en pasos concretos en una mesa negociadora. Existen hoy razones para pensar que la etapa de las vaguedades llega a su fin y que pronto se entrar¨¢ en la discusi¨®n pr¨¢ctica. Primero, porque la sesi¨®n de Viena de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE) toca a su fin y lo acordado es que la negociaci¨®n sobre las armas convencionales se desarrolle en un marco preparado por la CSCE, previsiblemente este oto?o. Pero hay una raz¨®n que toca, no al procedimiento, sino al fondo del problema. La reciente cumbre del Pacto de Varsovia -confirmando ideas que hab¨ªa adelantado Gorbachov- ha formulado en su comunicado una serie de puntos esenciales que se acercan a las posiciones de los occidentales. A pesar de una primera reacci¨®n negativa del secretario general de la OTAN, Manfred Woerner, las principales capitales europeas, y sobre todo Bonn, han destacado las nuevas posibilidades de coincidencia.
El cambio en la actitud del Este es notable en tres cuestiones fundamentales: acepta la idea de reducciones asim¨¦tricas en las armas en que una de las partes tenga una superioridad manifiesta; admite las inspecciones in situ, es decir en los territorios de los diversos pa¨ªses (lo que para la URSS tendr¨¢ un significado especial, ya que este desarme abarcar¨ªa desde el Atl¨¢ntico hasta los Urales), y prev¨¦ la creaci¨®n de zonas -pr¨®ximas a la frontera entre las dos alianzas- en las que las armas ofensivas ser¨ªan reducidas al m¨ªnimo, o suprimidas, bajo estricto control, garantizando as¨ª la imposibilidad de ataques por sorpresa.
Es frecuente aludir a la extraordinaria complejidad del desarme convencional, por la variedad de armas que considerar, como justificaci¨®n del fracaso de a?os y a?os de negociaciones. Pero la causa real es otra. Expertos militares de primera fila han demostrado que, concentrando el desarme en las armas de mayor capacidad ofensiva, como los carros de combate, ser¨ªa posible definir medidas relativamente sencillas y plenamente controlables, cuya aplicaci¨®n crear¨ªa condiciones reales de seguridad. Mucho depender¨¢ de la voluntad pol¨ªtica de los Estados en dar prioridad al desarme sobre otras consideraciones.
Europa carece de un ¨²nico representante capaz de hablar en su nombre con Gorbachov. Precisamente por ello parece aconsejable que los Gobiernos europeos intensifiquen en esta fase su labor pol¨ªtica en el tema del desarme para superar las diferencias que subsisten entre ellos, y a la vez para intercambiar y acercar puntos de vista con los pa¨ªses del Este. El Gobierno de la RFA se destaca en este per¨ªodo por una actitud m¨¢s abierta al acuerdo con Mosc¨². Achacarlo a neutralismo o prosovietismo ser¨ªa necio, tanto m¨¢s trat¨¢ndose de un conservador como Helmut Kohl. Bonn tiene, por razones obvias, un inter¨¦s primordial en que la seguridad europea se base no s¨®lo en la acumulaci¨®n de armas, cuyo uso ser¨ªa su propia destrucci¨®n. Pero, en el fondo, el mismo inter¨¦s deben tener los dem¨¢s. S¨®lo hay un remedio para evitar que la singularidad alemana en este punto sea excesiva: que Europa occidental en su conjunto dinamice su pol¨ªtica para aprovechar las posibilidades derivadas de las ofertas de Gorbachov.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.