Luc Bondy presenta un 'Cuento de invierno' con toda la poesia del texto de Shakespeare
El gran Bill vuelve a ense?orearse del palacio papal de Avi?¨®n. Si el m¨ªtico escenario se hab¨ªa convertido al principio del festival en un Elsinor, ahora hace la navette entre los reinos de Sicilia y Bohemia a trav¨¦s de un territorio poblado de osos, gitanos, payasos, or¨¢culos y estatuas que de repente cobran vida. Despu¨¦s del Hamlet de Ch¨¦reau, Luc Bondy pone en escena, en la Cour d'Honneur, Cuento de invierno, de William Shakespeare. Es un montaje de una gran claridad dentro de su aparente confusi¨®n, con toda la poes¨ªa, todo el onirismo del texto
.Es un cuento "algo triste, como todos los cuentos de invierno, para ser contado a la vera del fuego", al decir de uno de los personajes, que Shakespeare escribi¨® en 1610, en su ya definitivo retiro de Stratford, un a?o antes de La tempestad, y seis antes de su muerte.
Al contrario de Hamlet, en esta ocasi¨®n no se trata de ning¨²n estreno: el montaje se ha presentado ya en Nanterre, con notable ¨¦xito. Pero la Cour d'Honneur, al aire libre y con la amenaza del mistral, es un escenario sumamente dif¨ªcil que exige replantearse el montaje. El trabajo del escen¨®grafo Richard Peduzzi es el que sale mayormente perjudicado. Los 10 metros de altura del palacio del rey siciliano se ven reducidos a dos por temor al viento. En Nanterre, ese decorado parec¨ªa un inexpugnable muro-memoria que se resquebrajaba, que se abr¨ªa -como la fachada del castillo de Elsinor- para, a la postre, tragarse toda la obra.
Una arquitectura oracular, acunada por truenos, iluminada por rel¨¢mpagos, amenazadora, e irremisiblemente sepulcral. Peduzzi, cin¨¦filo notorio, suele citar, a modo de explicaci¨®n, aquella escena de Erase una vez en Am¨¦rica, en la que Robert de Niro, despu¨¦s de haberlo perdido todo, amistad, amor y dinero, ve aparecer en la calle un cami¨®n de la basura que rompe, tritura, destruye cuanto encuentra. La imagen misma de su destino de peque?o inmigrado italiano. Pues bien, a Peduzzi le encanta construir esos enormes decorados que trituran, que destruyen los sue?os teatrales, unos decorados a la medida del onirismo shakespeariano.
La autoridad de Piccoli
El Cuento de invierno planteaba tambi¨¦n un serio problema a Michel Piccoli (el rey Leonte), que se enfrentaba por primera vez con la Cour d'Honneur. Bast¨® un solo ensayo para que este actor todo terreno superase lo que muchos otros no lograron en a?os. Piccoli, con una respiraci¨®n y un ritmo impecables, con una puntuaci¨®n asombrosa, hizo que el texto llegase hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de la Cour, y encima se permiti¨® el lujo del susurro, construyendo un personaje rico en matices, un h¨ªbrido entre Otelo y el viejo Lear, un Lear desprovisto ya de su grandeza. En definitiva, una criatura pat¨¦tica que se mov¨ªa con una autoridad y una presencia impresionantes.Bulle Ogier (Hermione, esposa de Leonte), pese a los rumores que corr¨ªan de que pasaba un mal momento, estuvo tambi¨¦n espl¨¦ndida. Dijo su texto admirablemente y compuso un personaje de una gran belleza. Pero fue Nada Strancar (Paulina), la que se los comi¨® a todos, literalmente.
Esa actriz, disc¨ªpula de Vitez, considerada como la mejor actriz tr¨¢gica de su generaci¨®n, dotada de una voz prodigiosa, marc¨®, escena tras escena, la pauta de la obra, elevando cada vez m¨¢s el tono, hasta quedarse sola, enterrada viva en medio de ese escenario de sue?o, glot¨®n, d¨¢ndole la r¨¦plica al trueno y apresando los rayos con sus manos.
Inolvidable Nada Strancar, que despu¨¦s de intervenir en Hamlet (en la escena de los c¨®micos) y en un montaje sobre textos de Chejov, todav¨ªa tiene arrestos para poner en pie al p¨²blico de la Cour d'Honneur en medio de una ovaci¨®n merecid¨ªsima.
En cuanto a la direcci¨®n de Bondy, un suizo de 40 a?os formado principalmente en Alemania, junto a Handke, Botho Strauss, Zadek, Stein y Gr¨¹ber, su Cuento de invierno, de una gran claridad dentro de su aparente confusi¨®n, enlaza m¨¢s con los Shakespeares germ¨¢nicos, y n¨®rdicos, que con el Hamlet rom¨¢ntico y meridional de Ch¨¦reau.
Pero toda la poes¨ªa, todo el onirismo del texto est¨¢ ah¨ª, servido con majestad, cuidando, como si de una miniatura se tratara, las escenas pastoriles, y logrando un tono oper¨ªstico de rara calidad. La traducci¨®n, muy aceptable, lleva la firma de Bernard-Marie KoIt¨¨s.
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