Se?or Santiago
EL AP?STOL Santiago es una figura legendaria dudosamente hist¨®rica, seg¨²n algunos investigadores, pero introducida en la creencia popular espa?ola y, desde su principio, en una participaci¨®n militar en nuestra historia. Muchos guerreros creyeron verle, a lo largo de los siglos, sobre su caballo blanco y con la espada en la mano arremetiendo contra los moros en la Reconquista y luego en otras batallas menos santas.Cientos de a?os de peregrinaciones, una literatura amplia nacida en torno a ello y un camino desde Europa se?alado por la V¨ªa L¨¢ctea, y jalonado por impresionantes muestras del rom¨¢nico, forman una tradici¨®n llena de riqueza art¨ªstica y folcl¨®rica. Franco, un gallego conocedor de los gallegos, agradec¨ªa anualmente al ap¨®stol su aportaci¨®n inmaterial a lo que ¨¦l llam¨® cruzada: un golpe de Estado, una guerra civil, una matanza de espa?oles por cientos de miles y una dictadura cruel. El General¨ªsimo hac¨ªa su ofrenda, y cuando no iba ¨¦l delegaba en un militar de alta graduaci¨®n, a quien el obispo contestaba en nombre del ap¨®stol. La costumbre se ha extendido en el tiempo de la democracia, y no para bien.
No est¨¢ escrito que el Rey de Espa?a tenga que continuar esa ofrenda. El d¨ªa de Santiago no es fiesta nacional, aunque algunas autonom¨ªas la aprovechen y se haya convertido tambi¨¦n en el D¨ªa de la Patria Gallega. La perpetuaci¨®n de la ofrenda trajo considerables problemas pol¨ªticos durante la transici¨®n, pues fue aprovechada por militares involucionistas para despacharse a su gusto contra la democracia y cosas por el estilo. El poder eclesial descubri¨® tambi¨¦n en esta oportunidad un momento apropiado para hacerse o¨ªr en pol¨ªtica. La delegaci¨®n ahora del acto en una figura civil, el presidente de la Xunta, que es un cargo nacido de elecciones, y que en este a?o representa a un partido de configuraci¨®n laica, nos ha deparado el espect¨¢culo de ver a ese poder civil, vestido de frac, arrodillado a los pies de un obispo, monse?or Rouco, que hace uso de su representaci¨®n legal de Santiago para exponer su punto de vista sobre algunos problemas pol¨ªticos. No sabemos por qu¨¦ el poder democr¨¢tico tiene que someterse p¨²blicamente a consejas, rega?inas o amonestaciones del clero, y mucho menos a qu¨¦ cuento viene que el jefe de los socialistas gallegos se dedique tan ostentosamente a pedir a un santo venerado por el catolicismo su intervenci¨®n personal para acabar con el terrorismo y con algunas otras lacras. Estas peticiones deben ser urgidas por Gonz¨¢lez Laxe al ministro del Interior. Si el presidente de la Xunta es, adem¨¢s, un cristiano devoto, est¨¢ bien que rece en privado por las intenciones que ¨¦l prefiera. El resto es puro cinismo o vulgar instrumentaci¨®n pol¨ªtica de las creencias religiosas. Instrumentaci¨®n que llevan a cabo de consuno el clero y el poder civil, para descr¨¦dito de ambos.
Para mayor confusi¨®n, todo ello se desarrolla en un clima en el que se mezcla el humo del incienso con el de la p¨®lvora, el de los fritos con la quema de banderas espa?olas, los turistas japoneses con las reivindicaciones expuestas en manifestaciones adversas entre s¨ª. Y all¨ª, el presidente Gonz¨¢lez Laxe, de rodillas, rodeado de mitras y uniformes, con una representaci¨®n del Rey, de la cual representaci¨®n tampoco se sabe qu¨¦ cosa representa. Todo este sincretismo es bastante fastidioso. Pol¨ªticamente es un fiasco, est¨¦ticamente es un horror, administrativamente es un lujo y religiosamente es la mejor manera de ayudar a la gente a perder su fe.
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