La Europa del miedo
A Europa no la hizo Carlomagno, la hizo el miedo. Durante su historia, los peligros han sido muchos: la cornada vikinga, la lanzada sarracena. Pero, al llegar el Renacimiento, el peligro se hizo apocal¨ªptico, puesto que en este caso el enemigo era inasimilable, cruel hasta la estupidez, obstinado: los turcos.Esto podr¨ªa parecer una vieja historia, pero no lo es. La Europa del miedo es la ¨²nica que hasta hoy ha existido, una Europa negativa, nihilista, que no ha sabido curar su histeria originaria y que ha cristalizado su miedo en la obsesi¨®n por la seguridad. Cada cierto tiempo, cambia el nombre de sus enemigos y santifica su causa con los m¨¢s pomposos adjetivos. "Cristiana", "civilizadora", "libre". Pero la realidad reprimida reaparece tras el golpe de efecto del verbo. El rey Arturo podr¨ªa estar c¨®modo en la UEO (Uni¨®n Europea Occidental) como nuestros ministros europeos no desde?ar¨ªan la gastronom¨ªa de la Table Ronde. Y lo mismo pasa con la OTAN, que parece salida del cu?o de la medieval Orden de Malta, y si los caballeros pagaban a Carlos V el m¨®dico precio de un halc¨®n por el arriendo de la isla, ten¨ªan en cambio la autorizaci¨®n para esquilmar a los buenos malteses y hacerles pagar las fortificaciones. Paralelamente, no es mucha la corv¨¦e que tenemos que pagar a los norteamericanos -compra de viejo material de guerra y cosas parecidas-, pero tambi¨¦n nuestros Gobiernos gozan de la posibilidad de imponer a los ciudadanos "atl¨¢nticos" un fuerte esquilmo armamentista.
En el caso de la OTAN, que es en s¨ª misma un gesto inamistoso para con la humanidad, el contexto hist¨®rico se ha convertido en un contexto hist¨¦rico, y la prueba est¨¢ en que basta que aparezca la palabra distensi¨®n para que surja el azoramiento. Art¨ªculos como el de Franck Blackaby Una Europa sin enemigos (EL PA?S, 9 de junio de 1988), han producido estupor. Como Blackaby es un t¨¦cnico, al parecer irreprochable, y no se le puede negar la generosidad de su punto de vista, se pasa la p¨¢gina y se recuerda que, a pesar de todo, con la seguridad no se juega.
?Y el Mercado Com¨²n? Aqu¨ª, Merl¨ªn nos dispensa de Plat¨®n. La magia merlinesca convierte el eurokilovatio en una fuerza civilizadora; la l¨®gica del mercader, en ideal pol¨ªtico, y lo que era en origen mercado pasa a ser comunidad. Plat¨®n llorar¨ªa. Pero aparte de las complicidades escandalosas entre el Mercado Com¨²n y la OTAN, se puede denunciar la esterilidad comunitaria en todos y cada uno de los problemas que parec¨ªa destinada a resolver. Respecto a los nacionalismos, no ha sido el b¨¢lsamo esperado. Discrepo -y lo siento much¨ªsimo- con el optimismo de Francisco Ayala, que prev¨¦ efectos ben¨¦ficos con "la ampliaci¨®n del espacio pol¨ªtico" (EL PA?S, 10 de junio de 1988). Hasta ahora, lo que hemos vis to ha sido todo lo contrario. No hay nacionalismo, por residual y menop¨¢usico que sea, que no aspire a estar presente en el foro europeo. Respecto a la segunda de las bendiciones esperadas, la disminuci¨®n de las diferencias, tampoco hay s¨ªntomas de que vaya a producirse. Los ricos estar¨¢n donde siempre, y las estatuas del Parten¨®n, en el Museo Brit¨¢nico, que, encerrando tales estatuas, no s¨¦ c¨®mo se atreven a llamarle "brit¨¢nico". Pero tambi¨¦n el altar de P¨¦rgamo est¨¢ en Berl¨ªn. Los pobres podr¨¢n consolarse con un pasaporte que no se les mancha a golpe de tamp¨®n. Es el gran avance burocr¨¢tico hacia la igualdad. Esa "Europa razonable" que defiende Savater es una miseria moral (EL PA?S, 5 de junio de 1988). Y adem¨¢s extra?a que se pierda el tiempo en defender lo que vendr¨¢ por s¨ª solo y por las leyes del mercado que, desde hace 40 a?os, est¨¢n haciendo avanzar a la Comunidad. Si Plat¨®n hubiera visitado el muro, probablemente habr¨ªa dicho otra cosa. Claro, que a lo mejor Plat¨®n no era razonable. La maquinaria comunitaria es imparable, y adem¨¢s acaba de descubrir que los pa¨ªses del Este son un buen mercado (Willy de Clercq, El Este, un mercado en expansi¨®n, 9 de junio de 1988). Muy pronto veremos c¨®mo se sortea el muro y la m¨¢quina sigue ciegamente hacia delante, que para eso es m¨¢quina.
No creo que cualquiera de las tres condiciones para obtener una Europa positiva, arm¨®nica y ¨¦tica pasen por Bruselas o Estrasburgo. Ni el muro de Berl¨ªn, ni la depredaci¨®n del medio, ni la arsenalizaci¨®n de Europa pueden enfrentarse desde las leyes del mercado. Y no se pueden pedir peras al olmo.
Mientras exista el muro de Berl¨ªn, no habr¨¢ Europa; por eso tenemos que contribuir a derribarlo; pero debemos contribuir todos, pues entre todos lo levantamos. Unos pusieron los ladrillos, y otros, los occidentales, hostigaron, maquinaron y crearon la confusi¨®n en un intento de frenar el experimento del Este, neg¨¢ndose a reconocer una realidad que ellos mismos hab¨ªan creado en Yalta. S¨®lo derribando el muro se abrir¨¢ camino a una Europa generosamente abierta desde Lisboa a los Urales.
Respecto a la depredaci¨®n del medio, nada pr¨¢ctico ha hecho la Comunidad. La competencia del mercado trasnacional lleva ineluctablemente al suicidio colectivo, pues lo ¨²nico que puede hacer es luchar por el desarrollo y la hegemon¨ªa. Claro, que llevamos de 3.000 a 5.000 a?os destruyendo, talando y quemando ¨¢rboles, y el envenenamiento del bosque por la lluvia ¨¢cida no es una novedad, sino una aceleraci¨®n y un aumento de la eficacia destructiva. La Comunidad, v¨ªctima de la l¨®gica del mercado, produce p¨¢ramos emponzo?ados, y s¨®lo el ingenuo puede esperar otra cosa.
Respecto a la tercera condici¨®n, el Mercado Com¨²n ha sido perfectamente inane, como era de esperar. Gastamos en armamento m¨¢s de lo que tenemos. Las cifras aterradoras no son un secreto. Nos armamos y armamos a fan¨¢ticos y dictadores, burlando hip¨®critamente los compromisos contra¨ªdos p¨²blicamente.
Se me dir¨¢ que el Acta ?nica es preferible a una guerra cada 25 a?os entre las potencias europeas, y estoy de acuerdo. Pero podemos preguntarnos si no tenemos derecho a la generosidad y a la lucidez, o si nuestra histeria es incurable. Los que Savater llama "idiotas de Occidente" reclamamos la oportunidad de elegir moral e intelectualmente.
Se preguntaba EL PA?S (23 de mayo de 1988) qui¨¦n ser¨ªa el primer presidente de Europa. La pregunta es tan tonta como irrelevante. Lo importante ser¨ªa saber qui¨¦n va a ser el santo patr¨®n que nos tienen destinado. Y esa s¨ª que es una pregunta pertinente y m¨¢s f¨¢cil. Si nada cambia, ser¨ªa Thomas Hobbes, aunque habr¨ªa que cambiar la iconografia, y, en vez de coronarlo con leviatanes, se le representar¨ªa vistiendo una camiseta m¨¢s moderna y dise?ada por el Pent¨¢gono.
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