Conservadores en el Este
LA DESTITUCI?N de los dirigentes b¨²lgaros que han defendido con m¨¢s decisi¨®n en los ¨²ltimos a?os la pol¨ªtica de reforma y de apertura es un hecho grave, no s¨®lo como se?al de que en Sof¨ªa se afianzan los conservadores, sino como indicaci¨®n de que el inmovilismo tiene, en el conjunto del bloque sovi¨¦tico, una fuerza enorme. Las direcciones comunistas instaladas en el poder durante d¨¦cadas disponen de palancas eficaces para derrotar las corrientes reformistas, a pesar de que ¨¦stas reciban hoy est¨ªmulos desde Mosc¨².Todor Jivkov, el secretario general del partido y jefe del Estado de Bulgaria, es el m¨¢s veterano de los dirigentes del Este: ocupa la m¨¢xima direcci¨®n desde 1954 y pertenece a la generaci¨®n estalinista. Supo conservar su puesto durante la etapa reformista de Jruschov y fue luego un brezneviano entusiasta. Al iniciarse la perestroika en Mosc¨², se adapt¨® a la nueva corriente, al menos de palabra, y se inici¨® en Bulgaria una pol¨ªtica de reformas, sobre todo econ¨®micas. El nuevo clima despert¨® en la sociedad b¨²lgara y en el partido deseos de liberalizar la vida cultural y de rejuvenecer la direcci¨®n del partido. Pero las decisiones que acaba de adoptar el Comit¨¦ Central ponen fin a esa etapa de tolerancia. El anciano Jivkov refuerza su poder eliminando, en primer lugar, a Chudomir Alexandrov, el dirigente que m¨¢s se hab¨ªa destacado por actitudes abiertas y que, con la simpat¨ªa de los sovi¨¦ticos, era considerado como el sucesor de Jivkov. Han sido destituidos tambi¨¦n otros dirigentes que, inspir¨¢ndose sobre todo en los debates de la Prensa de Mosc¨², propiciaban una ligera apertura ideol¨®gica.
Lo ocurrido en Bulgaria no es un hecho aislado. La perestroika se inici¨® en la URSS hace m¨¢s de tres a?os, y sin embargo -con la excepci¨®n de Hungr¨ªa en ninguno de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia se ha puesto en marcha un proceso de renovaci¨®n comparable al que tiene lugar en la URSS. En Ruman¨ªa, la dictadura de Ceaucescu adquiere rasgos cada vez m¨¢s anacr¨®nicos, sumiendo a la poblaci¨®n en una situaci¨®n de miseria. En la RDA, a pesar de una presi¨®n social muy fuerte, sobre todo de amplios sectores juveniles, Honecker se aferra al inmovilismo en pol¨ªtica interior, si bien lo combina con cierta apertura hacia el exterior, sobre todo en las relaciones con la RFA. En Praga, la sustituci¨®n de Husak por Jakes en la direcci¨®n del partido se ha hecho sobre todo para reducir los cambios al m¨ªnimo. El caso de Polonia es peculiar porque, antes de la perestroika, desde la marea de Solidaridad en 1980, el sistema del socialismo real hab¨ªa sido dislocado. Jaruzelski, en vez de avanzar hacia el di¨¢logo con la oposici¨®n, no se ha mostrado capaz de romper con los h¨¢bitos del pasado. Polonia vive un momento de incertidumbre, que puede tener un serio coste social. S¨®lo en Hungr¨ªa el camino renovador ha sido desbrozado.
Este cuadro de la Europa del Este, al que podr¨ªa a?adirse Cuba tras la reciente declaraci¨®n de Fidel Castro de que la perestroika no es para su pa¨ªs, causa preocupaci¨®n. El proceso de cambios no es -ni puede ser un fen¨®meno exclusivamente ruso. Independientemente de las causas concretas que la pusieron en marcha en Mosc¨², implica -como ha dicho reiteradamente Gorbachov- una nueva manera de pensar. Lleva a revisar principios, m¨¦todos y concepciones hist¨®ricas que est¨¢n en la base del sistema y de la cultura pol¨ªtica de los pa¨ªses comunistas. Cuando, por encima de las declaraciones formales, prevalece el inmovilismo en la RDA, Ruman¨ªa, o Bulgaria, se benefician de ello los conservadores de la URSS, que mantienen su oposici¨®n, m¨¢s o menos solapada, a la perestroika.
La voluntad de reforma en el Este es imparable, porque lo impone la realidad econ¨®mica. Si esa voluntad no encuentra cauce para expresarse, se acumular¨¢ el descontento y, por tanto, la posibilidad de que tome formas desesperadas y violentas.
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