Las Malvinas, en el banquillo
CON EL inicio en Buenos Aires del juicio civil que se sigue contra los responsables de la derrota militar en la guerra de las Malvinas hace seis a?os ha empezado un nuevo, y probablemente est¨¦ril, examen de conciencia colectivo. Un desgarro m¨¢s en la estructura social de Argentina, embarcada desde hace un lustro en el drama de hallar y juzgar a los culpables del negro per¨ªodo de historia que se cierra precisamente con tan rid¨ªcula aventura b¨¦lica. El poder civil se ha visto obligado a ir de puntillas, con una delicadeza y una precisi¨®n de cirujano, para investigar, acusar y condenar; el camino ha estado sembrado de incertidumbre y dificultades para la justicia. Porque el Ej¨¦rcito, convencido de haber ganado una guerra necesaria contra la subversi¨®n, nunca ha aceptado que se le condene por ello. El presidente Alfons¨ªn se ha movido literalmente por un campo de minas. Tuvo que respirar hondo, tragar saliva y aceptar criterios de obediencia debida y leyes de punto final, alzamientos de Campo de Mayo y aventuras de coroneles sedicentemente democr¨¢ticos.Es cierto que ahora la afici¨®n levantisca de los militares argentinos no es tan preocupante porque su capacidad de hacerlo ordenada y eficazmente es lo suficientemente escasa como para no inspirar cuidado. Perduran, sin embargo, las bravuconer¨ªas. El ¨²ltimo ejemplo de que el Ej¨¦rcito argentino no tolera cr¨ªticas a la actuaci¨®n de uno de los suyos ha sido la mal disimulada amenaza proferida por la nueva c¨²pula militar democr¨¢tica contra el candidato presidencial radical Angeloz, que se ha permitido llamar "borracho" al general Galtieri, miembro de la Junta que perdi¨® la guerra de las Malvinas, encarcelado por ello por sus pares y notorio aficionado a las bebidas espirituosas.
La C¨¢mara Federal de Apelaciones de Buenos Aires ha iniciado juicio civil contra los tres miembros de aquella Junta. Los tres, Galtieri, el almirante Anaya y el general del Aire Lami Dozo, ya fueron condenados en 1985 a 14, 12 y 8 a?os de c¨¢rcel, respectivamente, por un tribunal militar. En aquel proceso hab¨ªan sido absueltos otros tres altos jefes, los m¨¢s directamente implicados en el fiasco de las operaciones militares. Ahora se piden para todos varias penas de c¨¢rcel. Y se revive un proceso que, se asegura, no es un juicio pol¨ªtico, sino la evaluaci¨®n, que no puede ser sino militar, de la decisi¨®n de haber iniciado una guerra "que jam¨¢s debi¨® comenzar". Es notable que un tribunal civil vaya a enjuiciar la conducta militar y las decisiones estrat¨¦gicas de unos mandos que, adem¨¢s, ya fueron condenados por su propio estamento. Tal vez la explicaci¨®n est¨¦ precisamente en que en Argentina, hoy, no puede la sociedad civil condenar de los militares m¨¢s que lo que los propios militares aceptan como condenable: la conducta de una guerra que cubri¨® de ignominia a quienes la desencadenaron.
Lo dem¨¢s, lo que el Ej¨¦rcito hizo en tanto que usurpador del poder civil, sigue siendo tab¨². Contin¨²a siendo una herida abierta, la gran asignatura pendiente. Y es dudoso concebir que ¨¦sta se cierre con una amnist¨ªa general. Una medida as¨ª ser¨ªa interpretada con toda seguridad como un agravio por quienes claman todav¨ªa que se haga justicia y es poco probable que encarrilase la vida del pa¨ªs hacia el olvido saludable. Sin duda, ¨¦ste es el prop¨®sito que alimenta el candidato justicialista, Menem, con su propuesta de una ley de pacificaci¨®n nacional, aunque es ciertamente curioso que ¨¦sta provenga de un pol¨ªtico cuya oferta consiste en resucitar el pasado que hizo posible la tragedia. Ojal¨¢ la naci¨®n latinoamericana no se vuelva a sumir en el c¨ªrculo vicioso del que por un instante pareci¨® haberse escapado.
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