La decisi¨®n de Hussein
LA DECISI?N del rey Hussein de segregar de Jordania los territorios de la orilla occidental del Jord¨¢n trastoca de golpe todos los datos del problema palestino. Puede sorprender que un acto unilateral de las autoridades jordanas pueda anular la incorporaci¨®n que se llev¨® a cabo durante el reinado de Abdullah, abuelo del actual soberano. Pero los argumentos del rey Hussein parten de la realidad misma: la revuelta palestina que se prolonga desde hace ocho meses contra las autoridades militares israel¨ªes ha evidenciado que los habitantes de Cisjordania aspiran a un Estado palestino y no se sienten ciudadanos del Estado jordano. Este hecho fortalece el prestigio y autoridad de la OLP como ¨²nico representante del pueblo palestino. Hussein lo reconoce, lo proclama, y ello le lleva con toda l¨®gica a la medida de segregaci¨®n.Nos hallamos ante la muerte de la llamada "soluci¨®n jordana". Jordania, con la Liga ?rabe, reconoc¨ªa a la OLP como ¨²nico representante del pueblo palestino, pero a la vez segu¨ªa considerando a los habitantes de la orilla occidental como ciudadanos suyos sometidos a una ocupaci¨®n extranjera: les daba pasaporte, sosten¨ªa sus escuelas y otras administraciones civiles. Incluso la mitad del Parlamento jordano estaba formado por diputados de Cisjordania. Ahora ese Parlamento ha sido disuelto y Jordania ser¨¢ Jordania y no Palestina. En 1985, el acuerdo Hussein-Arafat preve¨ªa una delegaci¨®n conjunta jordano-palestina en las negociaciones de paz. Incluso el reciente plan Shultz tiende a hacer del rey Hussein el interlocutor de Israel, marginando a la OLP. Pero lo cierto es que esa ambig¨¹edad no ha permitido avanzar. A pesar de la simpat¨ªa de Sim¨®n Peres por una "soluci¨®n jordana", nunca ha logrado que el Gobierno de Israel la aceptase. Todos los intentos de promoverla han fracasado por la actitud del Likud y de Shamir. Y ¨¦ste ahora se muestra satisfecho con la decisi¨®n de Hussein porque aleja la posibilidad de una soluci¨®n negociada. Y lo suyo es la fuerza.
La consecuencia m¨¢s clara de la segregaci¨®n de Cisjordania es que convierte a la OLP en el interlocutor imprescindible para cualquier negociaci¨®n. Una OLP m¨¢s fuerte, y sobre la cual se pueden ejercer influencias diversas. Si el acercamiento con Siria ha fracasado, Arafat est¨¢ instalado actualmente en Bagdad, y -de plasmarse el alto el fuego en la guerra del Golfo- Irak tendr¨¢ las manos m¨¢s libres para actuar en otros problemas. En todo caso, el conjunto del mundo ¨¢rabe y numerosos Gobiernos europeos consideran necesario que la OLP sea reconocida como representante del pueblo palestino. Pero est¨¢ el veto no s¨®lo de Israel, sino de EE UU. Sin quebrar ese veto, cualquier proyecto de soluci¨®n negociada ser¨¢ una especulaci¨®n, o una cortina para que siga prevaleciendo la fuerza militar. El presidente egipcio, Mubarak, ha dado a entender que EE UU podr¨ªa dar pasos hacia una toma de contacto con la OLP y se ha ofrecido a facilitarlos. Pero tal eventualidad -que Shultz ha rechazado- no parece veros¨ªmil, sobre todo en plena campa?a presidencial en EE UU.
A m¨¢s largo plazo, cabe pensar que en una OLP reforzada por la decisi¨®n de Hussein predominen las posiciones realistas y moderadas, como las expuestas por uno de sus dirigentes, Abu Sharif, dando garant¨ªas a Israel y aceptando una fase transitoria en los territorios ocupados, con un mandato de la ONU. Pero en la actualidad la suerte de las poblaciones palestinas sigue siendo tr¨¢gica. Por otra parte, el efecto en Israel de la decisi¨®n de Hussein puede oscurecer a¨²n m¨¢s el horizonte.
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