Castro , contra la 'perestroika'
FIDEL CASTRO ha utilizado el discurso pronunciado en el 35? aniversario del asalto al cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba -punto inicial de la lucha armada que llev¨® al derrocamiento de la dictadura de Batista-, para distanciarse p¨²blicamente de la perestroika de Mijail Gorbachov y para criticar a los que preconizan en Cuba una orientaci¨®n semejante a la que est¨¢ modificando seriamente el sistema de la URSS. Insisti¨® en que la revoluci¨®n cubana no debe copiar a nadie, en que no tiene nada que rectificar, en que debe seguir por el mismo camino por el que ha marchado hasta ahora. El tono pol¨¦mico del discurso confirma que existe un debate en determinados c¨ªrculos -debate que no se ha reflejado en la Prensa- sobre la actitud que deber¨ªa tomar la direcci¨®n comunista cubana ante lo que ocurre en Mosc¨².En realidad, las palabras de Castro aluden a cuestiones internas concretas y candentes. Sin salirse del sistema de planificaci¨®n centralizada -que ha tenido consecuencias nefastas-, Cuba hab¨ªa iniciado una t¨ªmida apertura econ¨®rnica, permitiendo, por ejemplo, que los campesinos vendan libremente una parte de sus productos. Pero desde hace dos a?os predomina la tendencia contraria: la rectificaci¨®n de la apertura, considerada ahora contraria al socialismo, el retorno a un sistema m¨¢s r¨ªgido en el que la productividad deber¨ªa basarse sobre todo en est¨ªmulos morales. Cuba sigue, por tanto, en lo econ¨®mico, un camino directamente contrario a la perestroika. Como esa rectificaci¨®n no ayuda en nada a mejorar una situaci¨®n econ¨®mica desastrosa -m¨¢s bien lo contrario-, es l¨®gico que se levanten voces pidiendo una pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s flexible. Y que se invoque para ello lo que ocurre en el pa¨ªs presentado como ejemplar por la propaganda oficial.
Llama la atenci¨®n que ahora Castro ataque a los partidarios de copiar a la URSS. Es verdad que, durante un per¨ªodo inicial, estableci¨® un r¨¦gimen socialista muy distinto del sovi¨¦tico, con pluralismo pol¨ªtico y cultural. Ello determin¨® que, en el plano internacional, los entusiastas de Cuba no fuesen los partidos comunistas sino la izquierda intelectual, con Jean-Paul Sartre en cabeza. En Cuba exist¨ªa entonces un debate ideol¨®gico pluralista y se ridiculizaba a los manuales de marxismo-leninismo. Pero esa etapa termin¨® hace mucho tiempo. En 1968, cuando algunos partidos comunistas criticaron por primera vez a la URSS por su intervenci¨®n en Checoslovaquia, Fidel Castro apoy¨®, en cambio, esa invasi¨®n que aplast¨® el intento renovador de la primavera de Praga. En un momento en que la URSS era objeto de un¨¢nimes condenas en el mundo, Castro logr¨® con ese gesto mejorar sustancialmente sus relaciones con Mosc¨² y acrecer la ayuda sovi¨¦tica, decisiva para que la econom¨ªa cubana pueda funcionar. Pero empez¨® a la vez el abandono de lo que hab¨ªa tenido de original la revoluci¨®n cubana. Castro fue entonces el que copi¨® el modelo sovi¨¦tico, incluso en sus aspectos m¨¢s deplorables de anulaci¨®n de la libertad cultural y pol¨ªtica.
Actualmente la reforma planteada en la URSS -y en China- trasciende el debate sobre la copia de un modelo. Estamos ante una revisi¨®n de los principios en los que se ha basado, durante una etapa hist¨®rica, un tipo de socialismo, sin pluralismo, sin espacio para la competencia y el mercado. Es dificil sustraerse a los problemas de fondo que se derivan de esa revisi¨®n, sobre todo para un pa¨ªs gobernado en nombre de esos principios, y cuando sufre las consecuencias de su inoperancia ante los problemas del mundo contempor¨¢neo.
Cuba tiene condiciones, con su proximidad a EE UU, que facilitan el argumento de la constante amenaza del enemigo y pueden justificar una actitud defensiva, de encierro en la propia casa y de exaltaci¨®n de su especificidad. La URSS, por motivos internacionales obvios, seguir¨¢ ayud¨¢ndola al margen de lo que Castro diga de la perestroika. Pero es triste que un dirigente con dotes originales como Fidel Castro escoja una v¨ªa de garaje que le aleja de la historia.
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