La presidencia en danza
Como ustedes recuerdan, la ¨®pera de Verdi Un ballo in maschera transcurre en Boston, Mass. (espero no confundirme con La traviata, pues no soportar¨ªa otra pol¨¦mica entre lectores por mi culpa). Renato, el fiel amigo y consejero que luego ser¨¢ su asesino, elogia a Ricardo, gobernador de Nueva Inglaterra: "All¨¢ vita che t'arride di speranze e gaudio piena, d'altre mille e mille vite il destino s'incatena!". Y luego, el supremo elogio que las peripecias del argumento convertir¨¢n en ominosa pregunta: "Te perduto, ov'e la patria col suo splendido avvenir?". Lo m¨¢s parecido que tenemos hoy al Ricardo de Verdi es Michael Dukakis, gobernador de Massachusetts y aspirante dem¨®crata a la presidencia de Estados Unidos. Tambi¨¦n la vida le sonr¨ªe llena de esperanza y alegr¨ªas, tambi¨¦n tiene miles de vidas encadenadas a la suya por un f¨¦rreo destino pol¨ªtico, tambi¨¦n cuenta con partidarios que sin su mando no conciben el espl¨¦ndido porvenir de su pa¨ªs. Esperemos que el futuro no le juegue una mala trastada, como al personaje de la ¨®pera...Mike Dukakis no es, desde luego, un l¨ªder con carisma: parece que en un sistema democr¨¢tico esto no debiera ser un obst¨¢culo serio, pero han sido precisamente las democracias modernas las que han revalorizado ese toque de adhesi¨®n intuitiva que abrevia los de otro modo interminables meandros de la elecci¨®n. No se trata exclusivamente de otro rasgo manipulador de nuestra era televisual, porque la escenificaci¨®n y la espectacularidad son caracter¨ªsticas intr¨ªnsecas de la invenci¨®n democr¨¢tica. Por eso Plat¨®n, su viejo enemigo aristocr¨¢tico, hablaba de teatrocracia para denigrar al r¨¦gimen, donde ya deb¨ªan contar mucho a la hora de conseguir votos a la aventajada estatura y la buena voz. De todas formas, quiz¨¢ la confianza o el rechazo que suscita el porte, de cada candidato no sea un elemento tan desde?able como sostienen algunos maximalistas, que deber¨ªan reflexionar sobre estas sensatas palabras de Joseph Brodsky: "No es necesario ser gitano ni un Lombroso para creer en la relaci¨®n entre la apariencia de un individuo y sus actos, pues al fin y al cabo en esto se basa nuestro sentido de la belleza".
Se hacen bromas sobre la imperturbabilidad algo anodina del gobernador y candidato. Un chiste publicado en U.S. Today se titula "Las muchas caras de Dukakis" y muestra una serie de caricaturas del implicado con r¨®tulos como "alegre", "triste", "preocupado", "divertido", "enojado", "despierto", "dormido"'...: los rasgos de todas ellas son inexorablemente id¨¦nticos. A¨²n peor es su estilo oratorio, nada efectista pero tampoco muy efectivo, con un permanente tr¨¦molo de lamento en la voz que parece preludiar una crisis de llanto incontenible. En la convenci¨®n de Atlanta, la comparaci¨®n con el fogoso e inspirado Jesse Jackson -cuyo discurso fue la intervenci¨®n pol¨ªtica m¨¢s notable que debe haberse o¨ªdo en EE UU desde la muerte de Martin Luther King- no le pod¨ªa ser menos beneficiosa. Sin embargo, Dukakis no es en modo alguno un alfe?ique desde?able, ni simplemente un buen administrador, sino un pol¨ªtico con recursos y moderada audacia que parece sinceramente dispuesto a encabezar la era post-Reagan. Ojal¨¢ le dejen hacerlo. Ciertamente ha llegado la hora de cambiar de estilo interpretativo en la
presidencia americana, de bajar de John Wayne a Al Pacino...
Los conservadores americanos, cuando les preguntan cu¨¢l es el Estado comunista mas cercano a USA suelen contestar: "La Rep¨²blica Popular de Massachusetts". Tienen en efecto los bay staters fama acerdrada de liberales pol¨ªticos, lo que en nuestra jerga europea equivale a progres. Por eso Kennedy tuvo que contrapesar su candidatura demasiado avanzada con la vicepresidencia del tejano Lyndon Johnson (quien luego se revel¨® por cierto como un pol¨ªtico mucho m¨¢s flexible y menos retr¨®grado de lo que en un principio parec¨ªa y de lo que cierta leyenda negra gochista ha sabido perpetuar) y por eso ahora Dukakis ha elegido como partenaire hacia la Casa Blanca a Lloyd Bentsen, otro tejano (aunque ¨¦ste s¨ª que parece ultraconservador irremediable). Massachusetts es uno de los Estados de la Uni¨®n en proceso de desarrollo m¨¢s acelerado y complejo, donde se amalgaman las viejas maneras se?oriales y cultas de Nueva Inglaterra con un espectacular despegue tecnol¨®gico, el clasicismo de Harvard y el vanguardismo del MIT. El cuadro, por cierto, no carece de sombras. Quien quiera conocerlas puede leer a Robert B. Parker, considerado un renovador de los fastos m¨¢s puros de la novela negra y padre del detective Spenser, as¨ª bautizado en honor del poeta ingl¨¦s del XVI que en La reina de las hadas trat¨® de reconciliar el esp¨ªritu caballeresco con el puritanismo ascendente. Todas las novelas de Parker transcurren en Boston y aleda?os, lo que prueba por otra parte la vitalidad social de la zona, de la que hace empero un retrato sin complacencias: "En Massachusetts la gente no trabaja en la Administraci¨®n por el sueldo. Aqu¨ª lo que atrae a la gente m¨¢s capacitada son los beneficios marginales: el saqueo y el pillaje" (en Ceremonia).
El prestigio p¨²blico de Dukakis le viene de su gesti¨®n como gobernador razonablemente ¨ªntegro y emprendedor de ese Estado conflictivo. Por ello sus adversarios pol¨ªticos centraron la pol¨¦mica de la campa?a previa a su designaci¨®n como candidato presidencial en denigrar los logros de su Administraci¨®n. Es evidente que no han conseguido por esta v¨ªa destituirle de la amplia estima ya ganada, como prueba otra caricatura pol¨ªtica aparecida en el Christian Science Monitor: muestra a George Bush gritando congestionado ante los micr¨®fonos que Massachusetts est¨¢ en bancarrota, que el crimen organizado aumenta, que se legaliza la droga y el vicio..., mientras a sus espaldas un Dukakis por fin sonriente comenta: "Bueno, pues entonces yo ser¨¦ presidente de Estados Unidos y a ti que te nombren gobernador de Massachusetts". Pero las tareas para las que aspira ahora a ser elegido son no s¨®lo cuantitativa sino tambi¨¦n cualitativamente m¨¢s delicadas. Tendr¨¢ que ocuparse de todos sus conciudadanos humillados y ofendidos por el sistema imperante, cuyos agravios pueden parecer menores si se los compara con los cotidianos en los pa¨ªses leninistas o en el Tercer Mundo, pero que a¨²n est¨¢n muy lejos de la prometida bienandanza del american way of life. Deber¨¢ aliviar el injusto contencioso con Am¨¦rica Latina, que ha desembocado en primas estadounidenses a los m¨¢s repelentes dictadores o criminales pol¨ªticos, mientras se exhibe una obtusa incomprensi¨®n con los movimientos progresistas que tantean -entre frecuentes pero explicables abusos e indelicadezas- hacia f¨®rmulas de convivencia menos escandalosamente desniveladas. Y el caso de Sur¨¢frica, y la ocupaci¨®n militar del golfo P¨¦rsico, y la distensi¨®n con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Con su inteligente aunque irritante demagogia de predicador, Jackson ha planteado todos estos temas de un modo indeleble (?y c¨®mo vamos a reprocharle a nadie las maneras de cura los que venimos de un pa¨ªs en que los llamados intelectuales de izquierda dan f¨¢cilmente su adhesi¨®n sin renuncias a la protesta por la marginaci¨®n eclesial de dos te¨®logos pero ponen mil pegas antes y despu¨¦s de firmar un cuestionamiento del impuesto religioso!).
Si Dukakis consigue la presidencia de EE UU -y yo creo que ser¨ªa esperanzador y provechoso que la consiguiera- no ser¨¢ tanto por su magnetismo personal como por el aura de complicidad con esc¨¢ndalos y corrupciones de la actual Administraci¨®n que rodea a George Bush. Edward Kennedy acu?¨® en su discurso ante la convenci¨®n de Atlanta la frase definitiva contra el vicepresidente: tras enumerar uno tras otro los trapos sucios de los ¨²ltimos a?os, a?ad¨ªa en cada caso: ?Y d¨®nde estaba George?. Al d¨ªa siguiente, este lema figuraba en las solapas de muchos de los partidarios de Dukakis. Por cierto que de aqu¨ª a poco, seg¨²n avance el caso el Nani y el proceso de los GAL, no ser¨¢ extra?o ni injusto que veamos en muchas solapas espa?olas el interrogante "?D¨®nde estaba Barrionuevo?" o "?D¨®nde estaba Felipe?". En todos estos casos la imputaci¨®n de ignorancia o afasia es casi tan inculpatoria como la de complicidad.
En uno de los mejores ensayos sobre la formaci¨®n politico-social del estilo americano, People of Paradox, de Michael Kammen, puede leerse: "Los americanos han conseguido ser juntamente puritanos y hedonistas, idealistas y materialistas, amantes de la paz y guerreadores aislacionistas e intervencionistas, de mentalidad propensa al consenso y al conflicto". En realidad, la aut¨¦ntica fascinaci¨®n de este pueblo hecho de todos los pueblos y razas, cuya ¨²nica tradici¨®n hist¨®rica es la Constituci¨®n liberal, pose¨ªdo individual y colectivamente por la pasi¨®n de la justicia y juntamente la vocaci¨®n de la rapi?a, es que se parece al futuro de todos nosotros... A nuestro futuro, me apresuro a a?adir, en el mejor de los casos. Es como un embri¨®n de lo que ser¨¢ la sociedad mundial cuando se haya realizado del todo la insurrecci¨®n democr¨¢tica y la imaginaci¨®n pol¨ªtica tenga que empezar a pensar los problemas a una escala hasta ahora nunca considerada. Entonces habr¨¢ que inventar de nuevo las virtudes y aparecer¨¢n los vicios realmente m¨¢s peligrosos y destructivos, como ya va ocurriendo en menor escala entre los yanquies. Am¨¦rica es vista por unos como amenaza y por otros como esperanza, y ambos tienen raz¨®n, pues es a la vez esperanza y amenaza: es decir, es el futuro. Ese gran pa¨ªs merece hoy salir de la poza reaganiana e intentar una singladura m¨¢s generosa, como la que cautelosamente parece proponer Dukakis. Veremos c¨®mo acaba esta danza presidencial. El baile de m¨¢scaras de Verdi concluye, no lo olvidemos, con la muerte por amor y celos de Ricardo, que expira perdonando a sus enemigos conmovidos y suspirando por el pa¨ªs que abandona sin poder ayudarle mejor: "Addio per sempre miei figli... addio diletta America!'.
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