Honrado y apasionado
El primer ombudsman defensor de los lectores- de la Prensa espa?ola, Ismael L¨®pez Mu?oz, acaba de morir. Durante dos a?os -el tiempo m¨¢ximo establecido para ejercer el cargo- esta columna semanal llev¨® su r¨²brica. La acogida que obtuvo desde un principio y la corriente profunda que cre¨® entre el peri¨®dico y sus lectores gener¨® una din¨¢mica in¨¦dita en el periodismo espa?ol de tal alcance que ni su propio autor pudo prever.Quien asumi¨®, tras Ismael, la titularidad de ombudsman de EL PA?S se encontr¨® ante una hermosa y al tiempo peliaguda tarea. Hermosa, porque desde el primer d¨ªa la voluntad insobornable de defender a los lectores por encima de todo condicionante forj¨® el ideal que se propon¨ªa Ismael; ¨¦l rotur¨®, sembr¨® y cosech¨® un terreno in¨¦dito en el periodismo espa?ol; a su sucesor le don¨® un campo en plenitud. Y peliaguda tarea porque este oficio no permite el menor distraimiento y no autoriza a ir de las trenzas de una riqueza creada por otros. Ismael L¨®pez Mu?oz puede que fuera todo lo contrario de un maestro. Yo creo que en el periodismo no hay maestros; hay, sencillamente, honrados y apasionados por este oficio, que crean en rededor un tal ambiente de enfebrecido entusiasmo por servir al lector que arrastra, contagia y estimula a quienes le rodean. ?ste es el oculto magisterio que ejerci¨® Ismael en cuantas actividades period¨ªsticas se emple¨®, y que fueron pr¨¢cticamente todas.
Por estas fechas hace un a?o el ombudsman Ismael L¨®pez Mufloz anunciaba en una nota al pie de su columna que comenzaba sus vacaciones estivales. Desde la remota playa de Bolonia, a orillas de las milenarias ruinas de la ciudad romana, permanec¨ªa, no obstante, atento a la correspondencia de los lectores que le llegaba al peri¨®dico. Ahora la misma arqueolog¨ªa, en las mismas arenas blancas de Bolonia, han sido impotentes testigos de su muerte ins¨®lita entre las espumas del mitol¨®gico Atl¨¢ntico, ¨¦l que hab¨ªa nacido en las rompientes del sagrado y embravecido Cant¨¢brico.
En sus compa?eros -todos amigos, que la amistad era en Ismael L¨®pez Mu?oz m¨¢s insobornable a¨²n si cabe que la entrega a su trabajo-, el in¨²til grito de auxilio que lanz¨® cuando era asesinado por las olas estar¨¢ siempre en nuestras almas. Frente a los sacralizadores y mit¨®manos del periodismo se alz¨® siempre Ismael. Y esa ¨²ltima voz suya, ya herido de muerte, es como un llamado acuciante a la humildad que debe presidir el trabajo del periodista. ?l fue humilde siempre.
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