La OTAN y las acciones fuera de su ¨¢rea geogr¨¢fica
El debate dentro de la Alianza Atl¨¢ntica sobre las posibles acciones fuera de ¨¢rea ha crecido desde principios de esta d¨¦cada. El autor analiza un reciente informe del Congreso de EE UU que pide a los aliados de la OTAN y a Jap¨®n que aumenten su contribuci¨®n econ¨®mica a la seguridad del mundo occidental.
Europa occidental y Jap¨®n deben aumentar sus gastos en defensa y colaborar con EE UU en acciones militares en el Tercer Mundo. ?ste es el mensaje que Washington emite de forma reiterada. La ¨²ltima vez el pasado 5 de agosto, cuando el Congreso de EE UU dio a la luz un informe en el que se?ala la necesidad de que los aliados de la OTAN y Jap¨®n contribuyan con un mayor aporte econ¨®mico a la llamada defensa occidental (EL PA?S, 7 de agosto de 1988). El informe, que se inscribe en una corriente de opini¨®n vigente en EE UU, propone que parte de los 300.000 efectivos norteamericanos estacionados en Europa Occidental sean retirados como alternativa a la supuesta falta de apoyo europeo.Igualmente, se refiere a las denominadas acciones fuera del ¨¢rea de la OTAN, indicando que los aliados y Jap¨®n deben coordinar las formas de respuesta a los desafios que se presenten a la seguridad occidental en regiones que no est¨¢n incluidas por el Tratado de Washington, que rige los l¨ªmites geogr¨¢ficos de la organizaci¨®n.
El debate dentro de la Alianza Atl¨¢ntica acerca de las posibles acciones fuera de ¨¢rea (out-of-area, en la jerga atlantista) ha crecido desde principios de esta d¨¦cada. Igualmente, han sido publicados decenas de estudios orientados a analizar las tensiones y acuerdos existentes entre los aliados sobre c¨®mo y cu¨¢ndo actuar o no actuar coordinadamente en el Tercer Mundo.
La discusi¨®n naci¨® con la Alianza, y en documentos esenciales de su historia -los informes del Comit¨¦ de los Tres (1956) y el Harmel (1967)- hay menciones expl¨ªcitas a que "cuanto ocurra fuera de esa zona puede afectar gravemente los intereses" de la comunidad atl¨¢ntica.
El aumento del precio del petr¨®leo y las repercusiones de la guerra ¨¢rabe-israel¨ª en el mundo occidental -con Washington alineado con Israel, pero tratando de mantener una relaci¨®n estrat¨¦gica con el mundo ¨¢rabe, y los europeos reconociendo la causa palestina para no perder el acceso al petr¨®leo y los mercados del golfo P¨¦rsico- causaron alarma y desavenencias.
Cuando, a finales de los a?os setenta, se produjo la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n y fue derrocado el sha de Ir¨¢n, el an¨¢lisis norteamericano fue que el expansionismo sovi¨¦tico se combinaba con la revoluci¨®n isl¨¢mica y que los pozos de petr¨®leo del golfo P¨¦rsico -que albergan el 55% de las reservas del futuro- corr¨ªan peligro. Washington decret¨® sanciones a Mosc¨² y diagnostic¨® que el golfo P¨¦rsico era una "zona de inter¨¦s vital" que deb¨ªa ser defendida, incluso, con armas nucleares. Por ello cre¨® las Fuerzas de Despliegue R¨¢pido (FDR), para extender hasta all¨ª la disuasi¨®n.
Falta de legitimaci¨®n
Pero Europa occidental no se adhiri¨® a las sanciones por considerar que la entrada de los sovi¨¦ticos en Kabul respond¨ªa a un conflicto regional y que no val¨ªa la pena romper el clima de distensi¨®n, y vio con desagrado lacreaci¨®n de las FDR sin previo aviso. Estas fuerzas, adem¨¢s, precisaban espacios a¨¦reos y navales, junto con bases y legitimaci¨®n pol¨ªtica europea para actuar.
Las discrepancias fundamentales a los dos lados del Atl¨¢ntico pueden resumirse en:
a) Los europeos desconfian de la tendencia norteamericana a buscar soluciones de fuerza y a que un conflicto regional se transforme en uno global entre el Este y el Oeste.
b) La parte europea de la OTAN no quiere que su implicaci¨®n militar en un conflicto en el golfo P¨¦rsico le quite amistades ¨¢rabes y el acceso al petr¨®leo.
c) Europa Occidental no desea, en general, aumentar su presupuesto militar m¨¢s all¨¢ de un l¨ªmite, y una reorganizaci¨®n de la OTAN para contar con fuerzas para acciones fuera de ¨¢rea requerir¨ªa un gasto que la opini¨®n p¨²blica dif¨ªcilmente aceptar¨ªa.
d) Los europeos temen que una acci¨®n fuera de ¨¢rea deje al descubierto parte del aparato disuasorio en Europa.
La situaci¨®n actual es que los aliados siguen hablando, como en las ¨²ltimas d¨¦cadas, de consultas y nunca de compromisos para eventuales out-of-area operations. M¨¢s a¨²n, se hacen malabares diplom¨¢ticos para evitar que se implique a la OTAN, y, as¨ª, cuando diversos pa¨ªses europeos decidieron en 1987 enviar parte de sus flotas al golfo P¨¦rsico, lo decidieron en el curso de una reuni¨®n, en Londres, de la Uni¨®n Europea Occidental (UEO). Pero desde principios de los a?os ochenta se perciben una serie de signos que revelan un clima de mayor colaboraci¨®n europea con la pol¨ªtica intervencionista norteamericana. Por una parte, las experiencias de la fuerza multinacional que actu¨® en 1982 en L¨ªbano y el apoyo log¨ªstico que Washington dio a Londres en su guerra para recuperar las islas Malvinas (1982). Por otra, las bases brit¨¢nicas y espa?olas que fueron utilizadas por
EE UU para atacar a Libia en abril de 1986.
A lo anterior hay que sumar:
a) La presencia de una flota de pa¨ªses de la OTAN en el golfo P¨¦rsico que, aunque no est¨¢ bajo mando estadounidense, sirve como ejercicio.
b) El aporte econ¨®mico de Jap¨®n para los sistemas de control electr¨®nico de esa flota occidental en el Golfo y el despliegue de naves de la RFA en el mar Mediterr¨¢neo (estos dos pa¨ªses tienen prohibici¨®n constitucional de actuar militarmente fuera de su pa¨ªs y por ello colaboran de forma indirecta).
e) Un reforzamiento de las marinas italiana, espa?ola, francesa y portuguesa, que coincide con la necesidad de la estrategia naval norteamericana, que precisa este apoyo y divisi¨®n del trabajo con los aliados para proyectar fuerzas y no dejar al descubierto el terreno espec¨ªfico de la OTAN.
d) La creaci¨®n de fuerzas de acci¨®n r¨¢pida en Italia, Francia, Reino Unido y Espa?a.
En Espa?a el debate es casi desconocido y el Gobierno hace como que no existe, pero en 1987 prometi¨® al de EE UU cubrir huecos que pudiera dejar la VI Flota si ¨¦sta deb¨ªa enviar parte de sus nav¨ªos al golfo P¨¦rsico. M¨¢s recientemente, a ra¨ªz de la creaci¨®n de la Fuerza de Acci¨®n R¨¢pida espa?ola, se anunci¨® que Madrid podr¨ªa colaborar en acciones fuera de ¨¢rea.
Proteger el flanco Sur
El diputado aliancista Miguel Herrero de Mi?¨®n es, adem¨¢s, autor de un informe para la OTAN sobre esta cuesti¨®n y propugna que uno de los aportes espa?oles a la defensa occidental sea su disponibilidad para participar en la protecci¨®n del flanco Sur de forma extendida. Herrero es partidario de la colaboraci¨®n bilateral entre determinados aliados y EE UU para los "desaf¨ªos" fuera de ¨¢rea.La cuesti¨®n no deber¨ªa plantearse s¨®lo en unos t¨¦rminos militares que suelen ser provocadores para el Tercer Mundo, sino en el terreno de la pol¨ªtica energ¨¦tica y la diplomacia. Occidente utiliza recursos -desde petr¨®leo y gas hasta minerales- para un modelo de desarrollo que no tiene en cuenta el agotamiento de esos recursos. Las naciones del Golfo precisan vender su petr¨®leo y la URSS parece tener suficiente crudo, y sus posibles intenciones no parecen ser las de una invasi¨®n del Golfo, sino de dar pasos atr¨¢s, como en Afganist¨¢n. Una pol¨ªtica energ¨¦tica Norte-Sur concertada podr¨ªa permitir que los aliados buscaran no s¨®lo fuentes alternativas de petr¨®leo -como ya lo hicieron desde los a?os setenta-, sino tambi¨¦n otros recursos energ¨¦ticos renovables. Esto permitir¨ªa, adem¨¢s, que dentro de un siglo el petr¨®leo no desapareciera del golfo P¨¦rsico, no hubiera desabastecimientos masivos y quiz¨¢ ya no hicieran falta acuerdos para operar fuera del ¨¢rea.
es coordinador del Centro de Investigaci¨®n para la Paz, de Madrid, y miembro del Transnational Institute, de Arnsterdam.
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