La pel¨ªcula de Scorsese
Los argumentos de la no tan conocida te¨®loga italiana Adriana Zarri (EL PA?S, mi¨¦rcoles 10 de agosto de 1988) a favor de la pol¨¦mica pel¨ªcula de Scorsese no son precisamente un ejemplo de agudeza intelectual, al menos, tal como los recoge su corresponsal.Estoy de acuerdo en que la sexualidad en s¨ª no es pecado. Pero puede serlo. Baste pensar, por poner dos ejemplos en los que casi todos estaremos de acuerdo, en la violaci¨®n o la pornograf¨ªa infantil, cuyo car¨¢cter sexual est¨¢ fuera de duda.
En segundo lugar, el ejercicio, digamos bueno, sano, incluso santo, de la sexualidad lleva consigo, como una suerte de a priori, la intimidad. Es muy distinta la relaci¨®n sexual de una pareja que se ama, de la exhibici¨®n p¨²blica de esa relaci¨®n en salas cinematogr¨¢ficas. Como dice Adriana Zarri: "Somos nosotros los que hemos convertido en pecado lo que no es pecado". Pero no s¨®lo por medio de normas m¨¢s o menos r¨ªgidas o de esc¨¢ndalos farisaicos, sino tambi¨¦n, y especialmente en nuestros d¨ªas, por medio del regodeo publicitario y cinematogr¨¢fico de la sexualidad, que la desesencializa y falsea al destruir el elemento de la intimidad. El argumento frecuente a favor de las pel¨ªculas no ya pornogr¨¢ficas, sino de fuerte contenido er¨®tico, de que la sexualidad es algo natural y no debe producir esc¨¢ndalo, es falaz y absurdo, porque hacer el amor -o simularlo- delante de unas c¨¢maras de cine para exhibir esa relaci¨®n en salas cinematogr¨¢ficas, as¨ª como ver, desde fuera, c¨®mo otros practican la sexualidad, no tiene que ver nada con la sexualidad natural, y s¨ª mucho con el morbo y el mal gusto.
Por fin, estoy de acuerdo en que Cristo asumi¨® nuestra humanidad entera y, por ende, tambi¨¦n nuestra sexualidad con sus deseos y pulsiones. A un te¨®logo, sin embargo, que est¨¦ un poco al d¨ªa, no le resultar¨¢ dif¨ªcil comprender que la exclusividad de la relaci¨®n de Jes¨²s con el Padre y la universalidad de su amor a los hombres explican bastante bien su celibato -aunque esto s¨®lo lo entiendan aqu¨¦llos a quienes se les ha concedido, cf. Mt 19, 11-. Esto no impide, naturalmente, que Jes¨²s tuviera afectividad, deseos, o tentaciones. Pero, ?qui¨¦n sabe esto? La pel¨ªcula de Scorsese es, en primer lugar, una lucubraci¨®n en el vac¨ªo. En segundo lugar, y recogiendo lo antes dicho sobre la intimidad y la exhibici¨®n cinematogr¨¢fica, es -si es que es como se dice- un ejemplo m¨¢s de morbo, innaturalidad en lo referente a la sexualidad, falta de respeto y mal gusto. Casi el pan nuestro de cada d¨ªa.-
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