De Praga 68 a Mosc¨² 88

Es muy natural que la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y de los gobiernos occidentales se centre en la perestroika y la glasnost de Gorbachov, teniendo que olvidar aquello que pueda desmerecer en algo a este protagonista. No se trata solamente de un nuevo intento de reformar el modelo estalinista de socialismo (anteriormente ha habido otros: en Hungr¨ªa, 1956; en Checoslovaquia, 1968; en Polonia, 1980-1981), sino que es la primera vez (exceptuando la contradictoria postura de Kruschov) que los cambios se imponen en el centro mismo del imperio sovi¨¦tico. Contrariamente a Nagy, Dubcek y Walesa, Gorbachov no tiene por qu¨¦ temer los tanques de sus aliados y puede actuar sin ninguna presi¨®n exterior.No obstante, es su ¨²nica ventaja frente a la Primavera de Praga que en 1968 iba en la misma direcci¨®n. Mientras en Checoslovaquia el pa¨ªs estaba muy desarrollado, ten¨ªa una tradici¨®n democr¨¢tica, una poblaci¨®n compuesta por s¨®lo dos nacionalidades y con la confianza de la opini¨®n p¨²blica en la capacidad del partido comunista para renovarse y dirigir el proceso democratizador; Gorbachov debe saldar cuentas con la tr¨¢gica herencia de Stalin y el inmovilismo de Breznev, con un extenso pa¨ªs en el que vive gente de m¨¢s de 100 nacionalidades y minor¨ªas ¨¦tnicas, sin tradici¨®n democr¨¢tica, con una situaci¨®n econ¨®mica muy grave y la resistencia de una poderosa burocracia.

Sin embargo, el ¨¦xito y la credibilidad de su "nuevo pensamiento pol¨ªtico" se mide tambi¨¦n por las relaciones entre Mosc¨² y los otros pa¨ªses del Pacto de Varsovia. Se notan progresos en este aspecto: Gorbachov concede a estos pa¨ªses una creciente autonom¨ªa, lo que se pone de manifiesto en una mayor diferenciaci¨®n entre ellos (basta comparar los reg¨ªmenes de Ruman¨ªa y Hungr¨ªa e, incluso, los de la RDA y Polonia). Pero esta autonom¨ªa se les otorga hoy a individuos mutilados por 40 a?os de pol¨ªtica hegem¨®nica sovi¨¦tica. Los pueblos de la Europa del Este no piden a Gorbachov una nueva intervenci¨®n, en sentido inverso, para que exporte sus re formas. No obstante, esperan que los nuevos dirigentes sovi¨¦ticos corrijan y reparen los da?os que la URSS de Stalin y Breznev provocaron en sus relaciones con los pa¨ªses del bloque sovi¨¦tico.

Esto significa hoy reconocer los principios de no injerencia del Acta Final de la Conferencia de Helsinki, pero no s¨®lo para las relaciones entre la URSS y Occidente, sino tambi¨¦n para las relaciones entre la URSS y los otros pa¨ªses de la Europa del Este. Gorbachov ha dado algunos pasos en este sentido en el comunicado conjunto sovi¨¦tico-yugoslavo de la pasada primavera, pero hasta el presente no se ha distanciado p¨²blicamente de la doctrina de la soberan¨ªa limitada de Breznev, por la cual Checoslovaquia fue invadida por los tanques sovi¨¦ticos, el 20 de agosto de 1968. Si quiere poner punto final al pasado tr¨¢gico, debe reconocer p¨²blicamente que la intervenci¨®n militar de Checoslovaquia fue un error de Breznev.

No es posible salir de esta situaci¨®n con los argumentos que Gorbachov utiliz¨® en una entrevista al peri¨®dico del Partido Comunista Italiano, L'Unit¨¢, de que se trata "de un problema entre comunistas checoslovacos". Es preciso no olvidar que fue la c¨²pula sovi¨¦tica quien envi¨® los tanques a Praga.

Entonces, ?por qu¨¦ este silencio cuando Gorbachov habla con frecuencia de la necesidad de acabar con las p¨¢ginas blancas de la historia? ?Tiene miedo de desestabilizar al actual grupo dirigente de Praga impuesto por Breznev y que fundamenta su legitimidad en la tesis de que la Primavera de Praga era una contrarrevoluci¨®n y que, por tanto, la intervenci¨®n militar fue necesaria?

Necesidad de gente nueva

Gorbachov sabe muy bien que la nueva pol¨ªtica s¨®lo puede llevarse a cabo con gente nueva. Esto tambi¨¦n es v¨¢lido para Checoslovaquia, sobre todo porque en este pa¨ªs, despu¨¦s de 20 a?os de normalizaci¨®n, los nuevos movimientos independientes por los derechos civiles, ecologistas, pacifistas, religiosos, con una cultura e informaci¨®n paralelas, desarrollan y expresan las aspiraciones de la mayor¨ªa del pueblo en pos de m¨¢s libertad, justicia e independencia nacional. Bajo esta presi¨®n y con la influencia de las reformas en la URSS, es posible que surjan nuevos dirigentes capaces de satisfacer las aspiraciones populares. La Primavera de Praga no puede repetirse, porque las condiciones actuales son muy diferentes, pero los cambios est¨¢n a la orden del d¨ªa, no s¨®lo en Checoslovaquia, sino en el conjunto de la Europa del Este.Un dirigente del Partido Comunista Polaco, M. Rakowski, reconoc¨ªa en un documento secreto que estos pa¨ªses deb¨ªan realizar reformas radicales en el ¨¢mbito econ¨®mico y, sobre todo, en el pol¨ªtico, si se quer¨ªa evitar un estallido espont¨¢neo del descontento popular. Esperemos que los dirigentes de estos pa¨ªses sepan corresponderle a Gorbachov lo m¨¢s pronto posible, antes de que sea demasiado tarde, en beneficio de estos pueblos y de Europa, a la cual pertenecen.

es diputado en el Parlamento Europeo y ex director de la televisi¨®n checoslovaca.

Traducci¨®n de C. Scavino.