Un aniversario que no cesa
LA NOCHE del 20 al 21 de agosto de 1968, los carros de combate del Pacto de Varsovia, con tropas sovi¨¦ticas, alemanas orientales, b¨²lgaras, h¨²ngaras y polacas, comenzaron la invasi¨®n de Checoslovaquia para acabar con el experimento de socialismo en libertad, que hab¨ªa durado tres meses. Tres d¨ªas despu¨¦s, Svoboda abri¨® una ventana del Kremlin, donde hab¨ªa sido llevado como negociador-prisionero, y amenaz¨® con arrojarse si no hab¨ªa un principio de soberan¨ªa para Checoslovaquia. Se decidi¨® all¨ª mismo: Svoboda seriajefe del Estado -lo fue hasta su muerte-, y Husak, del comit¨¦ nombrado por Dubcek, secretario general del partido (lo sigue siendo, acumulando a su cargo el de jefe del Estado). Aquellos protagonistas no consiguieron nada frente al aplastamiento sovi¨¦tico. Breznev ten¨ªa miedo de una intervenci¨®n alemana occidental, de un corrimiento de tierras en todas las rep¨²blicas democr¨¢ticas. Hoy son ellos, los propios nacionales, los invasores: los dictadores.A los 20 a?os, Checoslovaquia no ha podido cambiar demasiado; ni ahora puede beneficiarse de la perestroika o de la glasnost. Est¨¢ presa de su propio r¨¦gimen: aquellos que fueron primero autoritarios, luego socialdem¨®cratas, luego autoritarios de nuevo y pactantes con la URSS, ya no pueden cambiar de postura: tienen miedo. No tanto del Pacto de Varsovia o de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que hoy no podr¨ªan repetir de nuevo la invasi¨®n, sino de su propio pueblo. La primavera de Praga fue el modelo en el que hoy se inspira Gorbachov -m¨¢s moderado-; pero el pueblo no puede ahora pedir a la URSS que intervenga para restablecer lo que suprimi¨® por la fuerza: ser¨ªa una contradicci¨®n. Los resistentes de Carta 77 lanzan ahora un nuevo manifiesto con car¨¢cter de retroacci¨®n hist¨®rica: que se esclarezca la verdad de 1968 y, a partir de ella, se encuentre a los culpables o a los traidores y se les desposea para recuperar la f¨®rmula perdida. La URSS responde que es "un asunto entre checoslovacos". Pero los checoslovacos no se lo pueden sacudir de encima. Hay un conocimiento muy claro, que no ha cambiado en estos 20 a?os: la poblaci¨®n demanda casi un¨¢nimemente una renovaci¨®n total de las estructuras del r¨¦gimen. Porque mientras han progresado el movimiento asociacionista, sindical, intelectual, y las formas de vida y de costumbres han cambiado paulatinamente, las estructuras del partido y del r¨¦gimen no se han movido.
Hay, sin embargo, un temor grave: que los recientes acuerdos entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos hayan podido vender estos pa¨ªses del Pacto de Varsovia como una zona inmovilizada e intangible de la soberan¨ªa sovi¨¦tica, sobre todo en tanto dure la pol¨ªtica de colch¨®n defensivo frente a guerras convencionales entre las dos Europas. En ese caso, m¨¢s que probable, Checoslovaquia tendr¨ªa ocasi¨®n de hacer un buen lavado, de cara -como el de Hungr¨ªa-, indudablemente beneficioso si se compara con su realidad actual, pero insuficiente para lo que realmente necesita el pa¨ªs, a partir de un cambio rotundo en su econom¨ªa -exterior e interior- y una apertura institucional de discusiones y v¨ªas de pensamiento; es decir, como un regreso a lo que fueron realmente los tres meses de 1968. Es una posibilidad que los pa¨ªses de Europa del oeste -dentro de su enormemente mayor capacidad de libres decisiones- se est¨¢n planteando para s¨ª mismos: una p¨¦rdida definitiva de soberan¨ªas econ¨®micas y de actuaci¨®n internacional, de pactos y desarmes propios. Esto es, la idea de que la reconciliaci¨®n entre los dos grandes conduzca a una forma establecida de reparto del mundo.
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