El regreso de la crisis polaca
LA CRISIS en Polonia era previsible, si bien llega antes de lo que pod¨ªa esperarse. La historia reciente, y sobre todo el legendario conflicto protagonizado por los astilleros en agosto de 1980, demuestran, sin embargo, que en aquel pa¨ªs el verano no es el mejor aliado para el r¨¦gimen. La gravedad de la situaci¨®n actual radica en que el conflicto, ahora m¨¢s o menos localizado, puede extenderse incontroladamente porque no exista una fuerza organizada capaz de dominar la situaci¨®n y de canalizar las protestas, de modo que d¨¦ al Gobierno la posibilidad de buscar una salida negociada en una atm¨®sfera, cuando menos, m¨¢s calmada. El primer paso del Gobierno, decretando el toque de queda en las tres regiones afectadas por el movimiento huelgu¨ªstico, no parece ser la mejor soluci¨®n para enfrentar la crisis. Una crisis econ¨®mica y social que se aproxima peligrosamente al colapso y amenaza con provocar un enfrentamiento que desborde de nuevo las fronteras polacas y empa?e la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE), que actualmente se celebra en Viena.Jaruzelski ha visto crecer la virulencia obrera en industrias como la miner¨ªa, la siderurgia y los astilleros, que resultan obsoletas, pero que siguen siendo claves para el futuro de la econom¨ªa de un pa¨ªs en bancarrota. Frente a la acci¨®n sindical, el Gobierno se muestra impotente y ya no puede confiar ni siquiera en la Iglesia o en los propios sindicatos, tanto oficiales como ilegales, como mediadores para evitar que la conflictividad se desborde. Las protestas, que ahora se han hecho cotidianas frente al r¨¦gimen de Jaruzelski, ponen en peligro la dif¨ªcil estabilidad polaca y vuelven a ser un reto al sistema, como lo fueron los conflictos de 1968, 1970 y 1980. Y no es s¨®lo una amenaza para la Polonia de Jaruzelski, sino que es tambi¨¦n un grave problema para la pol¨ªtica reformista sovi¨¦tica. Gorbachov debe ser en estos momentos el m¨¢s interesado, con Jaruzelski, en reconducir la situaci¨®n polaca. Tanto Gorbachov como los distintos pa¨ªses europeos occidentales son conscientes de que la desestabilizaci¨®n radical de Polonia, sin una oposici¨®n medianamente organizada y con unos intelectuales sin sentido del poder, enfrentados a un Gobierno sin legitimidad y con mala conciencia hist¨®rica, supone una grave amenaza a lo que es hoy el principio de un proceso de distensi¨®n sin precedentes.
Jaruzelski sabe que ¨¦ste puede ser su ¨²ltimo oto?o al frente de la direcci¨®n m¨¢xima del pa¨ªs. ?l mismo se ha puesto en un callej¨®n sin salida, sin margen para negociar con una clase obrera que se niega a trabajar porque, entre otras cosas, s¨®lo recibe promesas en contraprestaci¨®n a sus m¨ªnimos esfuerzos. El deterioro general de la situaci¨®n econ¨®mica, la desmovilizaci¨®n pol¨ªtica en el sindicato Solidaridad y el fracaso de todos los intentos por ganar credibilidad sit¨²an al l¨ªder polaco en una posici¨®n extremadamente delicada frente a su propia poblaci¨®n, frente a sus vecinos y frente al Kremlin, que acaso ha apoyado su gesti¨®n de forma visible porque resulta tan ca¨®tico el panorama polaco que no se ve siquiera qui¨¦n puede suceder al que conduce ahora a Polonia por estas mareas incesantes y turbulentas.
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