A punta de jeringuilla
Las agujas hipod¨¦rmicas, un arma cada vez m¨¢s usada por atracadores que dicen padecer SIDA
Las jeringuillas hipod¨¦rmicas se han convertido desde hace un a?o en un arma cada vez m¨¢s usual entre atracadores. Toxic¨®manos apremiados por la necesidad de inyectarse o simples asaltantes callejeros han visto que una aguja es tan eficaz como una pistola o un cuchillo. Aprovechan el miedo al SIDA existente entre los ciudadanos para convencer a sus v¨ªctimas. Hace unos d¨ªas, un drogadicto madrile?o pinch¨® al joven Antonio Dur¨¢n en un muslo, lo que le convierte en uno de los primeros casos conocidos en los que se ha consumado este tipo de agresi¨®n.
La mayor¨ªa de los atracos callejeros que se registraban en Madrid hasta hace poco eran cometidos por sirleros (navajeros), que mediante la amenaza del arma blanca obligaban a los transe¨²ntes a entregar el dinero o las joyas que portaran.Pero la aparici¨®n del SIDA (s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida) y el desconocimiento existente a¨²n sobre este mal han propiciado la aparici¨®n de un nuevo m¨¦todo de atraco: los delincuentes amenazan a las v¨ªctimas con una jeringuilla, aseguran que padecen esta enfermedad y r¨¢pidamente consiguen que se les entregue el bot¨ªn. El miedo al contagio es una raz¨®n bastante convincente.
La polic¨ªa reconoce que cada vez es mayor el n¨²mero de delincuentes que recurren a este sistema, aunque hasta el momento no posee datos concretos. Este tipo de hechos se engloba estad¨ªsticamente en el apartado de "robos con intimidaci¨®n", en el que no se especifica el tipo de arma utilizada por sus autores.
Expertos policiales opinan que "muchos de los que dicen que sufren el SIDA est¨¢n mintiendo, pero evidentemente son pocos los atracados que se atreven a tratar de comprobarlo". Y a?aden: "Los chorizos se aprovechan del p¨¢nico que la gente siente hacia esta enfermedad".
Sin embargo, Antonio Dur¨¢n Barranca, empleado en un establecimiento de hosteler¨ªa, no se qued¨® paralizado cuando la noche del pasado 23 fue asaltado en el barrio de Carabanchel por Agapito Silva Escudero, de 23 a?os tambi¨¦n, quien le exigi¨® la entrega de una cadena de oro bajo la amenaza de contagiarle el SIDA. Dur¨¢n se lanz¨® contra su atracador, quien le pinch¨® con una aguja hipod¨¦rmica en el muslo izquierdo.
Agapito Silva dijo en la comisar¨ªa que no sufre el s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida, aunque padece hepatitis B y pulmon¨ªa. Mientras tanto, Antonio Dur¨¢n reconoce que est¨¢ "bastante asustado, sobre todo por la posibilidad de estar infectado de SIDA, ya que la hepatitis se cura".
"Estuve haciendo footing", recuerda Dur¨¢n, "y me sent¨¦ junto a la boca del metro de v¨ªa Carpetana porque me sent¨ª cansado. Se me acerc¨® un t¨ªo y me dijo que le diera dinero para comer. Le respond¨ª que no ten¨ªa y me levant¨¦ porque empec¨¦ a sospechar".
Pinchazo en un muslo
El atracador cerr¨® la posible huida a la v¨ªctima a la vez que le urg¨ªa a que le entregase una cadena de oro que llevaba en el cuello. Dur¨¢n se puso en guardia y estudi¨® su propia defensa. Silva, mientras tanto, sac¨® r¨¢pidamente una jeringuilla del bolsillo derecho de su pantal¨®n y una aguja hipod¨¦rmica del bolsillo izquierdo, tras lo que uni¨® ambas piezas. Una operaci¨®n similar a la del pistolero que monta su arma antes de abrir fuego.Dur¨¢n, que vest¨ªa un calz¨®n deportivo, sinti¨® un pinchazo en el muslo y pens¨®: "Lo que me haya podido pegar ¨¦ste, ya me lo ha pegado". As¨ª que, haciendo uso de sus conocimientos de artes marciales, se lanz¨® contra su atacante y logr¨® derribarle de un solo empuj¨®n. "Fue f¨¢cil, porque el t¨ªo estaba hecho polvo", dice.
El joven agredido retuvo a su asaltante y al cabo de un minuto pas¨® por all¨ª un coche patrulla. Cuando el delincuente vio a los agentes, arroj¨® la jeringuilla hacia un parque con intenci¨®n de deshacerse del arma y que no hubiera pruebas de la existencia del "robo con intimidaci¨®n".
Antonio Dur¨¢n no ha sido sometido todav¨ªa a ning¨²n an¨¢lisis que determine si result¨® infectado por el pinchazo. L¨®gicamente est¨¢ inquieto y, adem¨¢s, quiere "olvidar todo" y cambiarse de barrio, porque tiene "miedo de las represalias del atracador o su familia" Tanto es as¨ª, que tard¨® en aceptar que se le fotografiase, aun que impuso la condici¨®n de que no se viera su rostro.
Hace un a?o, dos individuos asaltaron una oficina del Banco Occidental de la localidad madrile?a de Alcobendas y se apoderaron de 388.000 pesetas amenazando a los empleado con una jeringuilla.
En el pasado mes de noviembre, un joven heroin¨®mano perpetr¨® cuatro atracos contra otras tantas mujeres del barrio madr¨ªle?o del Pilar, a las que intimid¨® con un arma similar. En otra ocasi¨®n, una mujer fue asaltada por cuatro individuos en su domicilio de la calle Fray Ceferino Gonz¨¢lez, en el distrito de Centro. Uno de los maleantes le amenaz¨® con una jeringuilla llena de l¨ªquido blanco para obtener un exiguo bot¨ªn de 18.000 pesetas.
En noviembre del a?o pasado, un gamberro caus¨® la alarma en Murcia, ciudad donde pinch¨® a 14 mujeres y a una ni?a. Son solo algunos ejemplos de esta moda criminal.
La polic¨ªa asegura que a los jeringuilleros se les puede acusar de autores de "robos con intimidaci¨®n", pese a que no existe una definici¨®n clara sobre la denominaci¨®n legal que deba darse a estas armas.
Un portavoz policial no tiene dudas de que a estos atracadores tambi¨¦n podr¨ªa imput¨¢rseles un delito de "intento de homicidio u homicidio, en caso de que el contagio llegara a producir la muerte de la v¨ªctima".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.