Corrida medio goyesca
La corrida goyesca, espl¨¦ndida de escenograf¨ªa, se qued¨® justamente a la mitad. Porque los toreros ser¨ªan goyescos, pero los toros pertenec¨ªan al g¨¦nero inv¨¢lido propio de la modernidad presente. Con alguna excepci¨®n: el quinto era una mole de 620 kilos cuyas agujas alcanzaban al flequillo del matador; el sexto, colorao ojo de perdiz, iba para seis a?os y tom¨® las tres varas en regla.Es decir, que s¨®lo al final, la corrida medio goyesca empezaba a ser goyesca de verdad, aquella que pint¨® don Francisco de Goya y Lucientes, con toros fieros, toreros valerosos, suertes que llenaban de admiraci¨®n y espanto, gentiles hombres en los palcos, plebeyos en los tendidos, majos requebrando chulaponas, p¨ªcaros ¨¢vidos de lo ajeno. Si las corridas de entonces hubieran sido como en los tres primeros toros de ayer, posturas delante de un borrego incapaz de mover su propio esqueleto m¨¢s all¨¢ de par de trancos, don Francisco de Goya y Lucientes no habr¨ªa pintado la fiesta ni jarto vino.
Navarro/ Dom¨ªnguez, Espl¨¢, Jim¨¦nez
Cuatro toros de Concha Navarro, terciados, inv¨¢lidos; 5? de El Madrigal, grande, romo y bronco; 6? de Pe?ajara, cinque?o, dif¨ªcil. Roberto Dom¨ªnguez: estocada corta baja (silencio); estocada ladeada (oreja). Luis Francisco Espl¨¢: dos pinchazos y bajonazo (ovaci¨®n y saludos); estocada corta perpendicular atravesada y descabello (dos orejas). Pep¨ªn Jim¨¦nez: pinchazo, otro hondo bajo, dos descabellos -aviso- y dos descabellos m¨¢s (silencio); estocada corta tendida ca¨ªda y dos descabellos (algunas protestas).Plaza de Aranjuez, 3 de septiembre. Corrida goyesca, primera de feria.
Los toreros llegaron a la plaza en carrozas, rodeados de una multitud que los aclamaba. Antes de empezar el festejo desfil¨® una compa?¨ªa del regimiento de H¨²sares de Pav¨ªa, con banda de cornetas y tambores, y pueblo goyesco llen¨® el ruedo, donde pase¨®, bail¨® y zascandile¨®, seg¨²n gustos y atav¨ªos. Hab¨ªa cura con teja que sermoneaba a los de barrera, borracho que mamaba ansioso de una calabaza, nobles relamidos, menestrales a la pata la llana, campesinos con garrota. Mujeres cotorreaban en corros; un pillete hac¨ªa burla a los alguaciles, hasta que llegaron los guardias, comandados de oficial, y se lo llevaron para adentro. Un tenor ley¨® el preg¨®n, jugoso de texto y bien timbrado al decir. El hist¨®rico coso estaba rutilante de colgaduras acresponadas, y edificio, comparsas, soldados, toreros, compon¨ªan un bell¨ªsimo cuadro de colores vivos, bajo el sol limpio, que ca¨ªa oto?al sobre la vega.
El m¨¢s goyesco de los toreros era Espl¨¢, vestido de blanco, redecilla y todo, con faja rosa m¨ªstica. Le gritaron: "?Viva la noviaaa!". Se quit¨® la redecilla. Y ya sin ella, adem¨¢s de goyesco estuvo torer¨ªsimo, sobre todo en el mastod¨®ntico quinto toro, al que prendi¨® cuatro pares de banderillas -tres reuniendo por tablas- y se apresur¨® a tomarlo de muleta para que no le diera tiempo a enterarse de lo que pasaba all¨ª. Le lig¨® redondos embarcando con dominio, libr¨® una colada en el de pecho, se explay¨® en un inspirado repertorio de molinetes y cambios de mano, intercal¨® rodillazos, entr¨® a matar. No le dej¨® al torazo la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de emplear la peligrosa bronquedad que llevaba dentro.
Distinto fuste tuvo la muy larga, muy compuesta, muy parsimoniosa faena de Roberto Dom¨ªnguez al cuarto, un borreguito docil¨®n y acaso moribundo, pues estuvo hecha de finura, suavidad, lentitud, tal como correspond¨ªa a la boyant¨ªa del torete. Y carecieron de relevancia las lidias de los dos primeros, que rodaban por la arena.
Pep¨ªn Jim¨¦nez apunt¨® detalles de su buen estilo en el tercero y ali?¨® al sexto, un cinque?o que desarrollaba sentido. Ese toro entr¨® cuatro veces al caballo, Dom¨ªnguez y Espl¨¢ lo lancearon en quites, recibi¨® los tres pares de banderillas, el pe¨®n Antonio Moreno le hizo un emocionante salto a la garrocha.
Con el salto a la garrocha, ese cinque?o colorao y el toreo dominador de Espl¨¢ a¨²n calentito, la corrida recuper¨® su calidad goyesca. El p¨²blico se colm¨® entonces de nostalgias hist¨®ricas, enardeci¨® el esp¨ªritu, y de la plaza march¨® a unirse al mot¨ªn, que ya se preparaba en la anochecida junto a palacio, entre gritos, agitaci¨®n, fogatas, fusiler¨ªa, palos, trepidar de petardos, polvo y humo.
Babelia
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