Sectas, delitos y creencias
En los ¨²ltimos meses, con respecto a la problem¨¢tica de las sectas, la opini¨®n p¨²blica ha naufragado en un mar de desinformaciones, sensacionalismos, apriorismos e intoxicaciones de juzgado de guardia. Si yo fuera sectario, propiciar¨ªa este r¨ªo revuelto para afianzar mis ganancias de pescador. De hecho, las sectas que ven peligrar sus lucrativos montajes ya se han unido en una. estrategia com¨²n frente a esa nueva Inquisici¨®n que, inventada por sectarios y asociados como m¨¦todo autodefensivo, parece querer aparcar sus hogueras en plena Constituci¨®n. Hacerse la v¨ªctima y defender las libertades ajenas es una rentable y manida t¨¢ctica de la que, no por casualidad, han abusado todos aquellos que ni son lo primero ni respetan lo segundo.El debate cr¨ªtico serio sobre el sectarismo jam¨¢s ha pretendido entrar en el campo ideol¨®gico o doctrinal. Primero, porque defiende la totalidad del marco constitucional (cosa que de modo ostentoso no practican las sectas ahora agitadas). Y, segundo, porque lo que hace criticables y punibles a algunos grupos sectarios no son sus idearios sino sus diferentes m¨¦todos delictivos para imponerlos y para lucrarse.
Constatando que el t¨¦rmino secta es confuso (aunque inevitable), algunos especialistas en todo el mundo hace ya a?os que adoptamos el t¨¦rmino secta destructiva para referirnos a estos grupos de alto riesgo. Simplificando una definici¨®n propia, hoy bastante consensuada, una secta destructiva ser¨¢ todo aquel grupo que, en su din¨¢mica, da?e con severidad el marco psicosocial del adepto y conculque derechos jur¨ªdicos inalienables. Para nada se incluye el siempre respetable contenido ideol¨®gico.
Derechos humanos
La cr¨ªtica a las sectas destructivas no es m¨¢s que otro frente abierto en favor de los derechos humanos. No se trata de una cruzada para liberar a los j¨®venes de tal o cual secta sino, al contrario, de una denuncia para posibilitar que toda persona pueda vivir con las creencias elegidas dentro de un marco de dignidad humana que las sectas destructivas impiden en buena medida. Esas sectas saben perfectamente que sin sus procesos despersonalizantes no cabr¨ªa la explotaci¨®n econ¨®mica de sus adeptos, reclutados entre necesitados de una seguridad vital que no lograron encontrar en la sociedad abierta.
La constituci¨®n de una comisi¨®n parlamentaria para estudiar la cuesti¨®n ha crispado a¨²n m¨¢s unos ¨¢nimos ya de por s¨ª embravecidos. Y es que se han coleccionado disparates.
Primero, se persever¨® en el grav¨ªsimo error de pedir una investigaci¨®n sobre las sectas religiosas cuando, como grupo religioso, nadie merece ser objeto de ninguna investigaci¨®n especial. Este desafortunado matiz ha posibilitado que las sectas destructivas se hayan atrincherado en el campo de las libertades para as¨ª alejar las miradas del campo del derecho com¨²n, que es en donde s¨ª son vulnerables. A las sectas, destructivas o no, no hay que perseguirlas ni ilegalizarlas, hay que controlarlas en la misma medida que a cualquier otro colectivo y, por supuesto, actuar s¨®lo en funci¨®n de los delitos que se les prueben.
Despu¨¦s, una din¨¢mica informativa lamentable ha presentado ante la opini¨®n p¨²blica a una comisi¨®n parlamentaria investigadora, inquisitorial y justiciera, creando expectativas falsas en los afectados e indignaciones evitables en los implicados.
Comisi¨®n de estudio
La realidad es que esta comisi¨®n, que cuenta con excelentes pol¨ªticos, no es de investigaci¨®n sino de estudio; y su labor, tremendamente necesaria en la actual situaci¨®n, se limitar¨¢, con toda probabilidad, a reflexionar sobre la constataci¨®n del fen¨®meno sectario y del marco jur¨ªdico actual que, sin duda, ya es suficiente (si se aplicara) para evitar buena parte de la din¨¢mica delictiva sectaria.
Como, l¨®gicamente, no va a condenar a nadie, las sectas que han remitido informaci¨®n a la comisi¨®n (y que falsamente dicen haber comparecido en ella, cosa que parece que no har¨¢n ni sectarios ni antisectarios) tendr¨¢n un fenomenal argumento para afirmar que han salido absueltos de la investigaci¨®n parlamentaria.
El fen¨®meno de las sectas, con todo, tiene campos de an¨¢lisis mucho m¨¢s importantes socialmente que la pura an¨¦cdota que trasciende a la Prensa. Las sectas destructivas, al haberse apoderado de un espacio vital importante, ponen en evidencia una serie de disfunciones sociales de primer¨ªsima magnitud. Estudiar lo bueno y lo malo de los microcosmos sectarios destructivos -cosa que, dentro de un marco m¨¢s amplio, estamos haciendo desde principios de 1987 en la investigaci¨®n sobre sectas del grupo de trabajo sobre el menor y su marginaci¨®n de la Comisi¨®n Interministerial para la Juventud- apartar¨¢ el debate del est¨¦ril manique¨ªsmo actual para penetrar en la compleja realidad de la crisis psicosocial.
El sectarismo social es un problema y las sectas destructivas que delinquen es otro. Dejemos a la pluralidad de creencias en paz, que nada tienen que ver con la cr¨ªtica a los procesos que, en todo caso, encubren a su pesar. Las creencias no delinquen, los hombres que las explotan lo hacen con demasiada frecuencia. Y cante el gallo para todos.
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