Paradojas en el pa¨ªs de las maravillas
Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas comenz¨® su campa?a en el extremo opuesto al de Carlos Salinas de Gortari. Sus ra¨ªces hist¨®ricas se encontraban, por supuesto, en el programa de su padre: el proyecto nacionalista, populista, social y estatista del cardenismo de los a?os treinta, y en las tesis posteriores en la figura hist¨®rica de L¨¢zaro C¨¢rdenas ya alejado de la presidencia. Su base geogr¨¢fica y social converg¨ªan: el Estado de Michoac¨¢n y los campesinos desamparados y golpeados por a?os de crisis, descuido y corrupci¨®n. Por ¨²ltimo, la marca distintiva de la campa?a neocardenista se hallaba en el rompimiento de un grupo de priistas con el partido del Gobierno y en la oposici¨®n de ¨¦stos a las pol¨ªticas de "modernizaci¨®n econ¨®mica" y apertura al mundo del Gobierno de Miguel de la Madrid.Pero las caracter¨ªsticas de la campa?a de C¨¢rdenas no pod¨ªan ser ajenas a la suerte de la campa?a de Salinas. Conforme Salinas abandonaba el centro izquierda y el cambio democr¨¢tico, C¨¢rdenas se desplazaba hacia ellos. En la medida en que se estrechaba la base social de Salinas -perd¨ªa a los intelectuales, a la juventud, a las clases medias, a la burocracia gubernamental-, C¨¢rdenas ampliaba la suya. Mientras que Salinas subrayaba su programa econ¨®mico, que se convirti¨® de hecho en su ¨²nica bandera, cortejaba a los empresarios como ¨²nico sost¨¦n y se rodeaba de dinosaurios -los viejos cuadros del PRI-, C¨¢rdenas, al poner el ¨¦nfasis en la democracia, de hecho subordinaba -quiz¨¢ de manera inconsciente- su nacionalismo econ¨®mico efectivamente arcaico a la modernizaci¨®n democr¨¢tica y honesta. Sin abandonar a los campesinos que lo sostuvieron al principio, empez¨® a concertar el apoyo masivo de los sectores desencantados con el PRI-Gobierno: las clases medias urbanas, la Juventud, la intelectualidad, ciertos sectores del movimiento obrero, los millones de empleados o funcionarios federales, base social del sistema pol¨ªtico.
El parteaguas de la saga cardenista fue tal vez el mitin en la Ciudad Universitaria el 26 de mayo. Ciertamente, las simpat¨ªas que su candidatura hab¨ªa suscitado entre los estudiantes y dentro del profesorado ya eran indiscutibles. Sin embargo, el simbolismo del acto rebas¨® esa afinidad preexistente. C¨¢rdenas hab¨ªa trocado su base rural y su programa econ¨®mico vetusto por un apoyo de masas urbanas, y una reivindicaci¨®n democr¨¢tica intangible pero no por ello abstracta. Por default pas¨® a ser el candidato de la modernizaci¨®n y del cambio democr¨¢tico, tanto por la composici¨®n de su base social como por su intuitiva identificaci¨®n del tema modernizador por excelencia: la democracia, no la econom¨ªa, la sencillez y la austeridad, no la arrogancia y el derroche de un aparato que ya hab¨ªa ahogado a Salinas.
Cuando lleg¨® el 6 de julio y se inici¨® en la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n la farsa electoral que avergonzar¨ªa a todos los mexicanos ante el mundo entero, la permuta original qued¨® plenamente confirmada. Salinas apareci¨®, en el mejor de los casos, como la v¨ªctima del fraude, de los dinosaurios y del arca¨ªsmo mexicano, y como el depositario de las boletas -mas no necesariamente de los votos- del M¨¦xico rural. C¨¢rdenas emergi¨® como el adalid del respeto por el voto, como el gran unificador de una oposici¨®n dividida en cuanto al fondo pero unida por su lucha a favor de la democracia: recibe la adhesi¨®n masiva del pa¨ªs urbano y, sobre todo, del M¨¦xico que vot¨® en condiciones de vigilancia.
Cambio de papeles
Se consuma el intercambio original: el pa¨ªs identifica el futuro con C¨¢rdenas y a Salinas con el pasado. S¨®lo algunas redacciones de la Prensa internacional mantienen viva la llama del reformismo salinista. No es justo, pero de tantas injusticias que hay en M¨¦xico ¨¦sta resulta estar entre las menos perniciosas.
Si ¨¦sta es la historia de c¨®mo lleg¨® M¨¦xico a la encrucijada actual, tambi¨¦n encierra la clave de lo que traer¨¢ el porvenir inmediato. La etapa actual tiene tres vertientes: la pol¨ªtica, la electoral y la jur¨ªdica. En las tres se repite el s¨ªndrome de k transposici¨®n de papeles.
En lo pol¨ªtico, C¨¢rdenas moviliza al pa¨ªs, en la provincia y en la capital, con un comportamiento moderno: busca un respaldo abajo, abierto y directo. Salinas se refugia detr¨¢s de los apoyos formales de los sectores m¨¢s obsoletos del sistema pol¨ªtico y de los jefes de Estado del exterior. en una nueva interpretaci¨®n de la doctrina Estrada: mientras m¨¢s reconocimientos extranjeros, mayor legitimidad. En lo electoral, Salinas reivindica un triunfo que a casi un mes de los comicios no ha sido avalado por la totalidad de los resultados casilla por casilla; a estas fechas a¨²n no han sido divulgadas las cifras de votaci¨®n de m¨¢s de 25.000 casillas, esto es, casi la mitad. C¨¢rdenas toma sus distancias frente a su planteamiento original y aventurero de haber ganado y s¨®lo insiste, en alianza con la oposici¨®n de derecha, en que se cuente todo de nuevo.
En la contienda jur¨ªdica es donde aparece con mayor claridad hasta qu¨¦ punto quien fuera el candidato de la modernidad qued¨® preso del m¨¢s trasnochado anacronismo mexicano. Para ser proclamado presidente electo Carlos Salinas, o cualquier otro candidato triunfante, requiere de una votaci¨®n aprobatoria de la mitad m¨¢s uno de los integrantes de la nueva C¨¢mara de Diputados, erigida para ese fin en colegio electoral. Los resultados iniciales de la elecci¨®n para la C¨¢mara Baja arrojaron un saldo de 260 diputados para el PRI y 240 para la oposici¨®n en su conjunto.
Esta cifra todav¨ªa puede variar, aunque de manera limitada, gracias al incre¨ªble candado menor que impone el c¨®digo electoral y seg¨²n el cual el partido con una mayor¨ªa relativa de votos autom¨¢ticamente dispone de una mayor¨ªa absoluta de los esca?os. El PRI puede perder algunas diputaciones que le fueron prematuramente adjudicadas o, sobre todo, puede ver menguado el porcentaje de votaci¨®n que le corresponde si se anulan los comicios en los Estados donde el fraude fue demasiado aparente y extenso: Guerrero y Puebla, quiz¨¢s Oaxaca.
Dada la polarizaci¨®n del pa¨ªs y el acuerdo -probablemente irreversible- entre las facciones de la oposici¨®n de votar en contra de la proclamaci¨®n de Salinas, la mayor¨ªa priista ser¨¢ de lo m¨¢s exigua. Por tanto, crecer¨¢ proporcionalmente el margen de dependencia del presunto presidente frente a cada diputado y sector partidario. Cualquier grupo de cinco o m¨¢s congresistas del PRI -sindicato petrolero, maestros, movimiento obrero en general, etc¨¦tera- adquiere as¨ª un virtual poder de veto sobre la elecci¨®n de Salinas.
Los 'candados' de Salinas
En otras palabras, Carlos Salinas se convierte, al final de la jornada electoral, en aut¨¦ntico reh¨¦n de los sectores m¨¢s retr¨®grados a los que hab¨ªa jurado combatir. Sin su consentimiento, simplemente, no llega a la primera magistratura. Y como esos sectores son todo menos ingenuos o inexpertos, el precio de su anuencia no s¨®lo ser¨¢ oneroso: implicar¨¢ otros candados que aseguren que cualquier trato no pueda ser violado despu¨¦s, una vez instalado Salinas en el palacio presidencial.
Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas seguir¨¢ gozando de la simpat¨ªa de la modernidad por lo menos en su rechazo al fraude. Se mantendr¨¢ en posesi¨®n del arma que m¨¢s hiere a Salinas: la base social del programa de Salinas es el electorado de C¨¢rdenas; el respaldo real de Salinas constituye el principal obst¨¢culo a la aplicaci¨®n de su propio programa. La modernizaci¨®n verdadera s¨®lo es posible con el auxilio de C¨¢rdenas; el precio de ese auxilio es alt¨ªsimo, quiz¨¢ mayor que el que cobren los llamados dinosaurios. Existe un irreductible antagonismo entre los candidatos, sus programas y sus electorados; impera a la vez una complementaridad natural entre esos mismos programas y esas bases sociales. No hay salida m¨¢s que en un acuerdo entre ellos; pero no hay acuerdo posible sin concesiones mayores, tremendamente dolorosas para ambos candidatos y para los sectores que los respaldan.
El consenso mexicano se rompi¨® para siempre. El sistema de antes funcionaba con mayor¨ªas abultadas, reales o fraudulentas, pero eficaces. Desde el momento en que el pa¨ªs se divide ya en partes m¨¢s o menos iguales -de haber habido un proceso electoral limpio de principio a fin (campa?a, medios, recursos, padr¨®n, conteo, etc¨¦tera), es dif¨ªcil afirmar qui¨¦n hubiera ganado, pero es f¨¢cil saber que Salinas hubiera obtenido muchos menos votos, y C¨¢rdenas y Manuel J. Clouthier del Pan muchos m¨¢s- el consenso desaparece.
En su lugar surgen la negociaci¨®n, los desacuerdos, los vetos formales y virtuales, la alternancia y un poder compartido, pol¨ªtica -c¨¢maras electas mediante nuevas elecciones, medios de comunicaci¨®n, leyes de reforma sindical y recursos- y regionalmente -el distrito federal con autoridades electas, varias gobernaturas estatales-. Son los vicios y delicias de la democracia representativa, parlamentaria y a veces paralizante.
La historia siempre avanza por donde menos se la espera, y las paradojas que pueblan el paisaje mexicano de fin de siglo son deslumbrantes. Nadie hubiera pensado que quien terminara por derrumbar el sistema pol¨ªtico que en parte fund¨® L¨¢zaro C¨¢rdenas fuera precisamente su hijo. Qui¨¦n se hubiera atrevido a pensar que el segundo gran jal¨®n modernizador del pa¨ªs en este siglo pudiera proceder del hijo de quien consumiera la primera modernizaci¨®n del M¨¦xico contempor¨¢neo. M¨¦xico, pa¨ªs de maravillas.
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