Generaciones perdidas
Dos generaciones de estudiantes pasaron por los distintos ciclos durante los a?os de la dictadura y sufrieron el da?o considerable infligido por los militares a la formaci¨®n educacional. La primera tarea consisti¨® en desmantelar los cuadros docentes, que, en t¨¦rminos generales, ten¨ªan una buena preparaci¨®n y hab¨ªan accedido a sus cargos mediante pruebas de oposici¨®n. Los sustituyeron por quienes ten¨ªan como ¨²nicos m¨¦ritos una militancia antidemocr¨¢tica y una probada obsecuencia al poder imperante.Modificaron programas de estudio con sa?a oscurantista retrospectiva, eliminando de la historia acontecimientos fundamentales por no ser del agrado de las concepciones de los militares. Las revoluciones francesa o rusa y el marxismo dejaron de existir. Prohibieron autores nacionales o extranjeros. Todo su empe?o docente estuvo centrado en implantar una disciplina militar en los liceos y escuelas; en cortar cabellos, ya que cortar cabezas de adolescentes no iba a ser bien visto por la comunidad internacional, y en prohibir a las jovencitas que usaran ropas que pudieran realzar sus atributos f¨ªsicos.
Hoy se pueden medir las consecuencias de esta combinaci¨®n de oscurantismo y deliberada intenci¨®n de cortar a los j¨®venes el cord¨®n umbilical con la historia, la propia y la del mundo, como una forma de desconectarlos del futuro. Los profesores que retornaron a sus cargos despu¨¦s de la dictadura se encuentran con una ignorancia sorprendente aun en alumnos de ciclos superiores. Autores nacionales o extranjeros conocidos internacionalmente, nada dicen a los actuales estudiantes. Desde un punto de vista cultural, es v¨¢lido hablar de una generaci¨®n perdida.
Libros y peri¨®dicos
Adquirir un libro es prohibitivo para el uruguayo medio, y el servicio de bibliotecas p¨²blicas es pr¨¢cticamente inexistente. Los diarios han pasado a ser un art¨ªculo de lujo en un pa¨ªs en el que pocas familias dejaban de recibirlo cada d¨ªa y que ten¨ªa uno de los m¨¢s altos ¨ªndices de lectura del mundo. Ahora se compran s¨®lo los domingos, y las tiradas de los de mayor circulaci¨®n, que eran de unos 80.000 a 100.000 ejemplares, ya no llegan a 20.000. Una media docena de semanarios de diversas tendencias se publican con normalidad y tienen un p¨²blico estable. El coste de un diario es actualmente de unos 300 pesos (unas 100 pesetas), pero el salario promedio est¨¢ por debajo de 50.000 pesos, que es lo que cuesta el alquiler mensual de un modesto apartamento.
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