Las secuelas de la dictadura
De la euforia colectiva existente tras el retiro de los militares, poco o nada queda despu¨¦s de tres a?os de gobierno democr¨¢tico
Recorrer Uruguay despu¨¦s de 15 a?os de ausencia permite cafibrar en toda su hondura la magnitud de la tarea destructiva llevada a cabo por 12 a?os de dictadura militar. Aunque el deterioro general tiene antecedentes m¨¢s lejanos, los militares le imprimieron tal aceleraci¨®n que el resultado ha sido otro pa¨ªs apenas reconocible.La otrora ¨ªnsula europea ha caminado gradual pero firmemente hacia la latinoamericanizaci¨®ni, sin que la extendida clase media que sustent¨® una de las m¨¢s arraigadas sociedades democr¨¢ticas del continente haya adquirido plena conciencia de ello. Esto determina un dram¨¢tico desajuste entre el pa¨ªs real y la a?oranza de lo que fue y ya no es.
De la euforia colectiva existente cuando el retiro de los militares -que en buena parte respond¨ªa a una necesidad ¨ªntima de compensar el "tiempo del desprecio" de los a?os de la dictadura-, poco o nada queda luego de tres a?os de Gobierno democr¨¢tico. La realidad se ha encargado de ir desmontando la ilusi¨®n de que el advenimiento de la democracia significaba al mismo tiempo el de una nueva etapa hist¨®rica en un pa¨ªs distinto, porque tantas cosas no pasan en vano, con los rasgos de humanismo justicia y convivencia que hab¨ªa tenido.
Herencia
Un sentimiento de frustraci¨®n y de tristeza ha ocupado el lugar de la esperanza, impregnando el alma colectiva, con excepci¨®n claro est¨¢, de los portavoces gubemamentales y de la minor¨ªa de los que, en la crisis o en la prosperidad, en la dictadura o en la democracia, se las ingenian siem pre para salvaguardar o aun acrecentar sus privilegios. Nadie esperaba milagros del Gobierno civil que hered¨® un pa¨ªs saqueado en medio de una prolongada coyuntura internacional desfavorable. Se esperaba, nada m¨¢s y nada menos, que junto con la restauraci¨®n de las libertades democr¨¢ticas se pusiera en marcha, dentro de los l¨ªmites posibles, un proyecto nacional en el que la justicia dejara de ser un recuerdo nost¨¢lgico de los uruguayos. Empresa dif¨ªcil sin duda, pero a la que todos o casi todos estaban dispuestos a respaldar. No ocurri¨® as¨ª, y ello, junto con la presencia vigilante de las fuerzas armadas a la sombra del Gobierno constitucional, establece, si no a corto plazo, la amenaza potencial m¨¢s concreta para el futuro de esta joven democracia.
Si graves fueron las violaciones de los derechos humanos cometidas por los militares, por las cuales la sociedad uruguaya intenta ahora juzgarlos con las garant¨ªas que ellos nunca dispensaron a los vencidos, mediante un plebiscito, llama la atenci¨®n que no se les hayan exigido responsabilidades por el saqueo y la entrega de la econom¨ªa del pa¨ªs. Cuando asaltaron el poder en 1973, la deuda externa no alcanzaba a los 800 millones de d¨®lares. Cuando lo dejaron, llegaba casi a los 5.000 millones. Las ¨²nicas obras visibles, que quedaron fueron algunos mamarrachescos monumentos de exaltaci¨®n de valores patri¨®ticos que no hab¨ªan sabido preservar.
Por lo dem¨¢s, pocas cosas quedaron funcionando en el pa¨ªs. Hablar por tel¨¦fono, aun dentro de la ciudad de Montevideo, exige tiempo y paciencia hasta lograr que el n¨²mero marcado corresponda con el interlocutor buscado, que la conversaci¨®n sea audible y no compartida por otros que est¨¢n intentado tambi¨¦n comunicarse. El director de Correos, que en un rapto de sinceridad declar¨® en una entrevista que el servicio postal no funcionaba mejor que en ?frica? fue relevado,del cargo por el Gobierno civil.
Es cierto que en el negocio de la deuda externa fueron grupos civiles, la rosca financiera, los principales beneficiarios. Los militares, ineptos para gobernar -m¨¢s a¨²n el mundo de las finanzas-, fueron los ejecutores y seguramente los socios menores en las ganancias de una pol¨ªtica que dise?aron otros. Pero muchos generales y oficiales que en este pa¨ªs proven¨ªan de la clase media y viv¨ªan holgada pero modestamente, de acuerdo al estilo predominante, emergieron de sus a?os de "sacrificio por la patria", due?os de estancias y de costosas residencias privadas. No se ha investigado la posibilidad de que tambi¨¦n posean su parte en las millonarias cuentas bancarias en el exterior.
Como instituci¨®n, las Fuerzas Armadas no tienen actualmente -si se except¨²a al ex comandante; en jefe, general Hugo Medina, que ocupa la cartera de Defensa en el Gobierno civil- una presencia ostensible en la sociedad, que si antes los menospreciaba ahora los desprecia. Pero muchos de sus actos arbitrarios no s¨®lo quedaron sin sanci¨®n, sino que han sidot¨¢citamente convalidados por el actual Gobierno.
Presencia militar
Un recorrido por el interior de Uruguay, donde s¨®lo van quedando reba?os de ganado vacuno o lanar y apenas testimonios de la presencia de hombres trabajando, permite ver modernas construcciones para uso militar o policial, en tanto las escuelas rurales funcionan en inh¨®spitos locales carentes de las condiciones m¨ªnimas. Los hospitales militar y policial de Montevideo son los mejor equipados del pa¨ªs y se los ve en proceso de modernizaci¨®n y ampliaci¨®n, mientras que en los de Salud P¨²blica el deterioro alcanza niveles impactantes.
Frecuentemente pueden leerse en la prensa cartas del cuerpo m¨¦dico dirigidas a las autoridades denunciando la imposibilidad de seguir practicando un remedo de medicina en tales condiciones. Naturalmente quedan sin respuesta, y como el m¨¦dico tiene que sobrevivir y no puede prescindir de uno de sus varios trabajos, termina por resignarse y aceptar una situaci¨®n que violenta toda ¨¦tica.
Cuando los militares se retiraron del Gobierno, abandonaron el hospital de Cl¨ªnicas, que siempre estuvo administrado y atendido por la Universidad de la Rep¨²blica, a trav¨¦s de la facultad de Medicina y era uno de los mejor equipados. Antes de irse se llevaron todos los equipos que pudieron, y cuando no lo hicieron, los da?aron deliberadamente.
La presencia militar en la vida uruguaya tiene sus expresiones pol¨ªticas en las ambiguas respuestas del general Hugo Medina, ministro de Defensa, sobre la actitud de sus subordinados ante un eventual rechazo de la ley de impunidad en el plebiscito, que tendr¨¢ lugar, probablemente, este a?o. Los pronunciamientos de integrantes de la oficialidad en la revista del centro militar El Soldado, ¨®rgano de difusi¨®n restringido al ¨¢mbito castrense, son tambi¨¦n una clara muestra del poder militar.
En materia econ¨®mica, con precios europeos y salarios tercermundistas, los uruguayos se debaten entre el desaliento y la resignaci¨®n. No es todav¨ªa la miseria de muchos pa¨ªses de ?frica o de Latinoam¨¦rica.
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