Quince a?os
HOY HACE tres lustros, las calles de Santiago se ensangrentaron. El 11 de septiembre de 1973, el Ej¨¦rcito, que hab¨ªa jurado lealtad a la Constituci¨®n y fidelidad al presidente democr¨¢ticamente elegido, escogi¨® la v¨ªa de la traici¨®n. Un sangriento golpe de Estado, apoyado en probadas connivenc¨ªas exteriores, acab¨® con la magistratura de Salvador Allende y con su vida. Recorri¨® entonces el mundo la fotografia de un presidente con chaleco de lana y traje gris, y con un casco de soldado en la cabeza, prepar¨¢ndose a morir en el interior del Palacio de la Moneda. Una imagen, s¨ªmbolo de la democracia asediada, de la que hoy ofrece un reverso absurdo la que presenta el m¨¢ximo responsable de aquella rebeli¨®n, que acude estos d¨ªas a la televisi¨®n, vestido de civil, como autoproclamado candidato democr¨¢tico.Entre ayer y hoy, 15 a?os de dictadura implacable, por mucho que quienes prefieren cerrar los ojos ante los atropellos a la raz¨®n y a los derechos humanos cometidos por los tiranos que concuerdan con sus intereses se inclinen a utilizar el eufemismo de "r¨¦gimen autoritario". Mientras Pinochet se presenta ante el pueblo chileno como un aut¨®crata afable obligado a intervenir para acabar con los cr¨ªmenes de Allende, la historia desgrana la conocida relaci¨®n de pruebas en contrario: 15.000. asesinatos, 2.200 desaparecidos: 155.000 internados, 165.000 exiliados. Cuando el general Pinochet dice que quiere ser el presidente democr¨¢tico de Chile, de todos los chilenos, algo falla en sus credenciales. ?Basta una mayor¨ªa de votos. en una elecci¨®n celebrada en situaci¨®n de clara ventaja para condonar ese terrible pasado? Quince a?os despu¨¦s, quedan en pie graves cuestiones a las que el refer¨¦ndum del pr¨®ximo 5 de octubre no dar¨¢ contestaci¨®n satisfactoria, porque, sea cual sea el resultado, el candidato del s¨ª carece de la legitimaci¨®n hist¨®rica, constitucional o moral para presidir un tr¨¢nsito pac¨ªfico a la democracia. El Chile de hoy se presenta ante el mundo con una situaci¨®n econ¨®mica m¨¢s despejada que las de sus vecinos, despu¨¦s de largos a?os de dificultades durante el r¨¦gimen democr¨¢t¨ªco provocadas por el bloqueo exterior y el caos institucional y, en la primera etapa de la dictadura, por la aplicaci¨®n sin contemplaciones de las recetas de los Chicago boys. Pero los ¨¦xitos econ¨®micos nunca pueden legitimar un r¨¦gimen basado en el golpe de Estado permanente. Y ello prescindiendo de si esos ¨¦xitos constituyen el ¨¦xito de un Gobierno o son m¨¢s bien el resultado de los sacrificios de todo un pueblo. En cuanto a los indudables avances registrados en el terreno de la libertad de expresi¨®n, otra de las cartas de presentaci¨®n exhibidas por la travestida dictadura, ah¨ª queda todav¨ªa el testimonio de directores de medios informativos encarcelados y perseguidos, por no hablar de los no tan lejanos asesinatos de periodistas que han jalonado esa parcial conquista de tan elemental derecho.
A pesar de la clara situaci¨®n de desventaja de la que parte, despu¨¦s de 15 a?os de sufrir la apisonadora de la propaganda oficial, la oposici¨®n ha aceptado el envite planteado por la dictadura y se propone jugar de acuerdo con las reglas del referendum del 5 de octubre. La responsabilidad que determinados partidos conservadores tuvieron en la accesi¨®n del general Pinochet al poder ha quedado suficientemente lavada por a?os de persecuci¨®n y no ha impedido un consenso b¨¢sico de todas las fuerzas democr¨¢ticas para garantizar una salida pac¨ªfica de la dictadura. Un juego que tiene sus riesgos, no obstante, porque, si el general Pinochet gana el pr¨®ximo 5 de octubre aprovechando las enormes ventajas de las que habr¨¢ dispuesto, la oposici¨®n democr¨¢tica en su conjunto le habr¨¢ cedido el inmerecido privilegio de presidir el camino hacia la democratizaci¨®n del pa¨ªs. Y, si pierde, nada en su actuaci¨®n pasada garantiza que el dictador cumpla con su compromiso de abandonar el poder.
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