Todo era amor y contrapartida
Ella s¨®lo pensaba en Marilyn, s¨®lo hablaba de Marilyn, s¨®lo estudiaba a Marilyn. Era su ¨²nica forma de comunicarse con el exterior y ese exterior le inclu¨ªa tambi¨¦n a ¨¦l. Dado que no era argentino, jam¨¢s pas¨® por su imaginaci¨®n la perspectiva de un desajuste de la personalidad. Todo le parec¨ªa normal. Por su parte, ¨¦l se consideraba un tipo normal. De esa normalidad, valga decir, que tira como un buey hacia el apocamiento y la disoluci¨®n. Por eso, en vez de seguirle simplemente la corriente, el quiso participar desde un principio en aquella pasi¨®n. Sin hacer nada especial, entregando su presencia y una infinita disponibilidad. Todo era amor y contrapartida.Pero la locura, como el deseo y casi todo lo que exige demasiado de la biolog¨ªa, crece o se desintegra. Ellos crecieron. Una nueva ¨¦poca se abri¨® con un episodio sin sustancia aparente. Ella escribi¨® a Pasadena para solicitar ser miembro del club m¨¢s antiguo y riguroso de admiradoras de la actriz. Tardaron cinco meses en contestar. En el interin, durmi¨® mal, am¨® mal, se consum¨ªa. El lleg¨® a preocuparse y, mientras se preocupaba, empez¨® a conceder a la solicitud una importancia grave y proporcional a los desarreglos nerviosos que observaba en su mujer. Una respuesta negativa hubiera supuesto una aut¨¦ntica ejecuci¨®n. De la identidad, de los esfuerzos, del mundo que hab¨ªan construido sin dejar espacio libre para otras ilusiones. Al fin, una carta remitida en Pasadena concedi¨® a la ya exhausta mujer la condici¨®n que quer¨ªa. La euforia de ella contrast¨®, de forma imprevista, con los negros y pertinaces sentimientos que fueron conquistando a su compa?ero durante las semanas siguientes. Comparti¨® el primer instante de alegr¨ªa, pero inmediatamente despu¨¦s se sinti¨® mal. ?Qu¨¦ era ahora en comparaci¨®n con ella? ?Qu¨¦ clase de calidades propias pod¨ªa ofrecerle en esos momentos como contrapartida? Mientras ella ascend¨ªa en el mundo, ¨¦l se sepultaba en la mediocridad. Decidi¨® luchar contra el inevitable desprecio que la desigual posici¨®n en la vida har¨ªa brillar en los ojos de su mujer. Aunque no sab¨ªa c¨®mo.
Una tarde apareci¨® con un bate de b¨¦isbol en el jard¨ªn de la colonia y estuvo haciendo pr¨¢cticas imaginarias hasta que oscureci¨®. Ella visit¨® varias veces la terraza y desde all¨ª le observ¨® con un gesto satisfecho y hermoso. El de abajo se mov¨ªa como Joe Dimaggio en la plenitud. Tres d¨ªas a la semana actuaba entre los setos con extra?a perfecci¨®n. Fueron d¨ªas felices, pero no eternos. No tard¨® en descubrir en el rostro de la terraza las se?ales de un hast¨ªo incipiente, del final de una etapa.
Abandon¨® el bate y pas¨® una temporada perplejo. Su mujer le observaba con ansiedad. Nadie ten¨ªa que explicarle que esperaba algo de ¨¦l. Cierta noche, despu¨¦s de una cena copiosa que ¨¦l mismo hab¨ªa preparado, se puso a escribir un drama teatral. Panorama desde el puente o algo as¨ª, pretend¨ªa llamarlo. Escribi¨® esa noche y muchas otras. Empalmaba una obra con la siguiente y en su grafoman¨ªa tambi¨¦n vivi¨® feliz. Ella a veces le hac¨ªa caf¨¦ y a veces espiaba sus cajones atestados de folios. Cada d¨ªa estaba m¨¢s bella. Cada una de sus iniciativas iba seguida de un nivel de hermosura superior. Esa hermosura era un acicate, pero tambi¨¦n una amenaza. Acrecentaba el entusiasmo, pero igualmente el temor de perderla. El paso siguiente deb¨ªa ser incuestionable y colmar toda aspiraci¨®n. Dej¨® la dramaturgia y se dedic¨® a la pol¨ªtica. Lleg¨® a presidente. De una asociaci¨®n de vecinos, pero presidente. Ella le trataba como a un amante. Le esperaba con los mejores rasos, le enga?aba, se citaban por tel¨¦fono. Le besaba con pasi¨®n y con cansancio, depende. Fue la ¨¦poca que m¨¢s dur¨®. Hasta que ¨¦l empez¨® a sospechar que sab¨ªa demasiado, que sus caricias y enredamientos ten¨ªan por objeto sustraerle informaci¨®n o confundir la pista de alg¨²n amante inc¨®gnito.
Una madrugada de agosto mientras reposaban en la suite el hombre se levant¨® y busc¨® el frasco en el armario del ba?o y se acerc¨® a ella por detr¨¢s. amor, aunque con decisi¨®n mujer iba a morir y ser¨ªa un Pero de ¨¦l siempre dir¨ªan que una vez fue el marido de Marilyn Monroe.
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