Crisis de confianza en el modelo sueco
Las transformaciones que se produjeron a mediados del siglo pasado y que permitieron el tr¨¢nsito de un pa¨ªs eminentemente agr¨ªcola y de condiciones de vida miserables a una sociedad industrializada, moderna, tecnificada y con uno de los niveles m¨¢s altos del mundo, centraron cada vez m¨¢s la atenci¨®n exterior en el llamado modelo sueco.Las transformaciones sociales que los cambios econ¨®micos determinaron, junto a los de comunicaciones, incrementaron el intercambio con el mundo exterior. Esto no siempre result¨® en un cabal conocimiento y a¨²n domina en el exterior una visi¨®n tur¨ªstica, seg¨²n la cual Suecia es un pa¨ªs en el que todo el mundo vive bien, a veces sin necesidad de trabajar, se consume mucho alcohol, las mujeres son muy liberales en el amor y, en general, todos son propensos al suicidio.
Paralelamente, se fue afianzando otra visi¨®n, a trav¨¦s de la cultura, la pol¨ªtica, la ciencia, que dio resonancia universal al pa¨ªs en lo que va de la segunda mitad de este siglo a trav¨¦s de nombres como el de Ingmar Bergman, Greta Garbo u Olof Palme.
Hay una franja de historia poco conocida en el exterior: la de la Suecia pobre, la de la emigraci¨®n masiva -cerca de un mill¨®n s¨®lo hacia EE UU entre 1840 y 1900-, las condiciones casi de esclavitud del trabajo, las matanzas de obreros y las luchas de ¨¦stos para llegar a la situaci¨®n actual.
La singularidad del modelo reside en el hecho de que en el contexto de una econom¨ªa de mercado se ha logrado una sociedad en la que no se concibe que un individuo pueda estar por debajo de cierto l¨ªmite en cuanto a sus necesidades materiales, l¨ªmite que, por otra parte, y en relaci¨®n con muchos otros pa¨ªses, es considerablemente elevado. Esto no significa que las diferencias de clases hayan desaparecido. Un reciente estudio de la Central de Trabajadores (LO) revela que esas diferencias incluso se ahondan. Pero los pobres suecos resultan potentados en comparaci¨®n con los aut¨¦nticos pobres de otras latitudes.
Contradicciones
En este proceso de democratizaci¨®n pol¨ªtica y social, la socialdemocracia ha jugado y sigue jugando un papel decisivo. Las contradicciones intr¨ªnsecas en el sistema se han zanjado hasta ahora y desde los acuerdos de Salujobaden en 1938, por la v¨ªa del pacto social y la conciliaci¨®n de clases. La vigencia casi ininterrumpida de una coyuntura favorable lo ha mantenido.
Este modelo econ¨®mico ha determinado un tipo de sociedad y tambi¨¦n una imagen un tanto idealizada que hacen dif¨ªcil distinguir entre la autenticidad y la adulteraci¨®n. El asesinato de Palme aparece como el detonante que pone en marcha un proceso autocr¨ªtico que apenas ha comenzado. Son figuras representativas de la cultura y la vida pol¨ªtica y social del pa¨ªs quienes con lucidez y honestidad empiezan a se?alar que algo anda mal. La lista es larga y abarca desde el cuestionamiento al ejercicio del poder hasta las contradicciones de una democracia en que un complejo aparato de control se ejerce sobre las opiniones pol¨ªticas y la vida privada de los individuos, pasando por la aparente objetividad de los medios de informaci¨®n, al hecho de que los financieros emigran en busca de legislaciones fiscales m¨¢s ventajosas y las empresas advierten de su disposici¨®n a trasladar las f¨¢bricas si no se atienden sus deseos. Los esc¨¢ndalos pol¨ªticos, al margen de su explotaci¨®n con fines electorales, relevan una erosi¨®n de la moral pol¨ªtica.
Las mismas circunstancias que rodearon el asesinato de Palme han creado una crisis de confianza. Recuperarla ser¨¢ el gran desaf¨ªo que tendr¨¢ la socialdemocracia si, como parece, contin¨²a gobernando los pr¨®ximos a?os.
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