Gracia y pompa

En el serio desfile de atletas en que se han convertido los Juegos Ol¨ªmpicos ya no hay lugar para el humor. La simpat¨ªa no es m¨¢s que un espectador clandestino que hubiera conseguido burlar los mecanismos de seguridad puestos en marcha en Corea del Sur.En cuanto al olimpismo, s¨®lo quedan los Comentarios que salen de los altavoces, a los que ofrecen sacrificios hasta los esp¨ªritus m¨¢s despiertos. En un momento en el que la glasnost obliga a la ret¨®rica sovi¨¦tica a pisar tierra, en el que los ¨¦xitos de las Naciones Unidas nos hacen olvidar la vacuidad de su ideolog¨ªa, las vibrantes proclamas ol¨ªmpicas sobre la paz, el progreso y la amistad de los pueblos no parecen m¨¢s que testimonios de palabras hueras.

Si los Juegos deben ir acompa?ados necesariamente de una liturgia, por raz¨®n de la enorme difusi¨®n que alcanzan, es preciso cuando menos contemplarlos con una indispensable distancia cr¨ªtica.

L¨ªmites de velocidad, fuerza o destreza son batidos a?o tras a?o. Pero tras esta b¨²squeda insaciable del ¨¦xito no hay que olvidar la crueldad de los entrenamientos y la profundidad de la monoman¨ªa deportiva, que se agravan sin l¨ªmite. Quien m¨¢s, quien menos, alguna vez se ha estremecido con la fr¨ªa histeria de atletas sovi¨¦ticos, en otro tiempo rumanos, as¨ª como ante la transformaci¨®n cada vez m¨¢s manifiesta de los nadadores en verdaderos fuerabordas.

, 22 de septiembre