Una responsabilidad de todos
El desfase entre lo que la sociedad espa?ola da a la Universidad y lo que de ella demanda s¨®lo se corregir¨¢ cuando no s¨®lo el Gobierno, sino el Parlamento, la sociedad en pleno, asuma su cuota de responsabilidad en la tarea. De la toma de conciencia de esa responsabilidad colectiva dependen el desarrollo cient¨ªfico y t¨¦cnico y el definitivo despegue econ¨®mico de nuestro pa¨ªs.
Yo creo que la evidencia en favor de la existencia de progreso en la calidad de la actividad universitaria, que no en sus condiciones materiales, es abrumadora. Y ello me hace discrepar de la idea, tan extendida, del "deterioro" de nuestra Universidad; pues "deterioro" implica empeoramiento respecto de una ¨¦poca menos "deteriorada", que se toma como referencia positiva y que deber¨ªamos aflorar por ser superior, en conjunto, a la actual, pero que al menos, que yo sepa, nunca se identifica. Quiero pensar que ese "deterioro" se predica de la calidad de la ense?anza y la investigaci¨®n universitarias, no de otras cosas, igualmente universitarias, pero accesorias. Y si ello es as¨ª, es posible explicar la sensaci¨®n de "deterioro", en el mejor de los, casos, como fruto del desfase entre la velocidad a que crece lo que se pide a la Universidad y la velocidad a que ¨¦sta progresa.Ocup¨¦monos ahora de la evoluci¨®n temporal, en nuestro propio pa¨ªs, de los medios que se ponen a disposici¨®n -de la Universidad y lo que la sociedad espera de ella. Me parece que hasta hace unos pocos a?os nadie en Espa?a pensaba en la Universidad en t¨¦rminos de excelencia acad¨¦mica y cient¨ªfica; era considerada, todo lo m¨¢s, como un mecanismo, no el ¨²nico, desde luego, para suministrar dirigentes en el sentido m¨¢s pedestre del t¨¦rmino, acogiendo a una minor¨ªa de j¨®venes, cuya posici¨®n en la vida pol¨ªtica, econ¨®mica o profesional no ten¨ªa relaci¨®n con la preparaci¨®n acad¨¦mica y cient¨ªfica que recib¨ªan en las aulas, sino, sobre todo, con sus relaciones sociales o familiares. A nadie en Espa?a se le ocurrir¨ªa en esa ¨¦poca esperar que la educaci¨®n de los j¨®venes universitarios estuviera a la altura de la de sus hom¨®logos extranjeros, que la investigaci¨®n en ella desarrollada se situara dignamente en el marco de la desarrollada en las universidades del mundo, ni que la labor de sus profesores hubiera de ser reconocida por la comunidad acad¨¦mica internacional. Es significativo, a este respecto, que las escasas iniciativas hist¨®ricas de fomentar el estudio y la investigaci¨®n de calidad se hayan concretado, salvo excepciones, al margen de la Universidad.
Y el hecho es que la Universidad va cambiando para hacer frente a la nueva situaci¨®n; cambio que se remonta a los sesenta, y que es, probablemente, la raz¨®n de muchas de las diferencias radicales en la percepci¨®n de lo que ocurre en nuestras universidades, y la contradictoria actitud que ante ella toman muchos de nuestros intelectuales y dirigentes pol¨ªticos. Por una parte se esperan prestaciones de una Universidad que, en lo esencial, sigue equipada y dotada como en el pasado y, por tanto, sin medios. para producir esas prestaciones.
Desconfianza y desprecio
Por otra parte, la idea de la Universidad espa?ola que hoy tienen muchos es la que adquirieron como estudiantes en un pasado m¨¢s o menos remoto, tendiendo a contraponer esa Universidad, que mientras tanto ha cambiado considerablemente, con los requerimientos acad¨¦micos que son l¨®gicos en este momento y que no tienen la menor relaci¨®n con esa Universidad que conocieron. De ah¨ª la desconfianza, incluso el desprecio, con que con frecuencia se la juzga.
Pero veamos si es cierto, como he dicho, que los medios puestos a disposici¨®n de la Universidad se han mantenido, en el transcurso del tiempo, a niveles m¨ªnimos. La observaci¨®n del crecimiento del presupuesto total de las universidades, en t¨¦rminos reales, teniendo en cuenta el n¨²mero de alumnos (gasto real por alumno universitario), permite asegurar que aqu¨¦l no ha crecido desde 1972, y que en los ¨²ltimos a?os lo m¨¢s que se ha hecho, y eso ya ha supuesto un esfuerzo, es compensar el crecimiento en el n¨²mero de alumnos y el considerable deterioro presupuestario que se produjo en los ¨²ltimos a?os del franquismo e inicio de la transici¨®n.
Los datos expuestos sirven para hacerse una idea de cu¨¢l es la situaci¨®n real de nuestras universidades. Mi diagn¨®stico y mis propias conclusiones personales son, a partir de esos datos, y a partir de mi experiencia universitaria, los siguientes:
1. No se ha producido en nuestra historia moderna, contrariamente a lo sucedido en otros pa¨ªses europeos, el progresivo aumento de medios que la sociedad ha puesto a disposici¨®n de la Universidad, al tiempo que se le asignaban nuevas responsabilidades cient¨ªficas, educativas y tecnol¨®gicas. Consecuentemente, la Universidad espa?ola est¨¢ empobrecida en comparaci¨®n con sus hom¨®logas europeas.
2. No obstante lo cual esa misma Universidad ha intentado abordar esas nuevas tareas y ha hecho un esfuerzo de mejora, quiz¨¢ insuficiente, pero cierto, en su ense?anza y en su investigaci¨®n. En lo que se refiere a esta ¨²ltima, ha sido relativamente f¨¢cil conseguir, aprovechando la mayor prosperidad general experimentadas en nuestro pa¨ªs, que aparezcan grupos de excelencia, que se cambien los h¨¢bitos universitarios en el sentido de un mayor rigor acad¨¦mico y que la Universidad, en conjunto, sienta la obligaci¨®n de contribuir m¨¢s y mejor al progreso social y tecnol¨®gico. Y ha sido, adem¨¢s, relativamente f¨¢cil progresar, porque el punto de partida era calamitoso en lo que importa. Existe ya, a mi juicio, un n¨²mero considerable de j¨®venes profesores e investigadores que pueden ejercer su labor con plena dignidad y que necesitan del apoyo y la confianza de la sociedad.
Momento delicado
3. Por eso mismo, el momento actual es especialmente delicado. Si se quiere que esa joven generaci¨®n no se frustre, y se malogre as¨ª lo poco que se ha conseguido, es indispensable un cambio dr¨¢stico en la concepci¨®n de los medios que deben dedicarse a la Universidad.
4. Ese cambio no es s¨®lo, ni siquiera principalmente, una responsabilidad del Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, que seguramente lo apoya y lo agradecer¨ªa. Es, obviamente, una responsabilidad del Gobierno en su conjunto, pues se trata de marcar una prioridad presupuestaria frente a otras, de apostar, con todas las consecuencias, por una inversi¨®n a largo plazo, esencial para el futuro de nuestro pa¨ªs. Tengo que decir con tristeza que en todos los pa¨ªses de Europa, sin excepci¨®n, que parten ya de una situaci¨®n harto m¨¢s favorable que la nuestra, consideran una prioridad estrat¨¦gica la inversi¨®n en ense?anza superior y el apoyo a la investigaci¨®n universitaria.
Por supuesto que en nuestro pa¨ªs tambi¨¦n se insiste mucho sobre la importancia de la ciencia y la investigaci¨®n, aunque quiz¨¢ menos sobre la educaci¨®n superior en general. Pero a veces uno se pregunta si, como ocurre en esos pa¨ªses, eso se relaciona inmediatamente con la Universidad, que sigue siendo, pese a todo, una instituci¨®n b¨¢sica. En efecto, en Espa?a la instituci¨®n universitaria tiene asignada toda la educaci¨®n superior y proporciona el grueso de la investigaci¨®n cient¨ªfica espa?ola (por encima del 70%), aumentando adem¨¢s su peso relativo a otros organismos de investigaci¨®n, ejemplares, por cierto, en muchos casos, en la calidad de su trabajo y de sus cient¨ªficos.
Desde luego, las pol¨ªticas en vigor, o en proyecto, en Europa, y la que deber¨ªa derivarse l¨®gicamente de las afirmaciones sobre la importancia estrat¨¦gica de la educaci¨®n y la ciencia en nuestro pa¨ªs contrastan con los datos expuestos en este trabajo y con la desconfianza hacia la instituci¨®n universitaria f¨¢cilmente detectable en muchos sectores sociales. En ese sentido, creo que la responsabilidad en el cambio de nuestra situaci¨®n va m¨¢s all¨¢ del Gobierno, ya que es el Parlamento quien aprueba los Presupuestos Generales del Estado, y la sociedad en general, y los medios de comunicaci¨®n en particular, quienes juzgan y, en cierto modo, condicionan las prioridades impl¨ªcitas en los Presupuestos.
5. Me parece claro que un estado de cosas que viene de tan lejos, y que dista tanto de lo que deber¨ªa ser razonable ahora mismo, con tantos otros problemas que solucionar, no puede ser cambiado de la noche a la ma?ana. Pero su influencia segura en el futuro de nuestro pa¨ªs hace ineludible dise?ar con urgencia un programa de puesta al d¨ªa presupuestaria.
6. Todos los estudios hechos por organizaciones internacionales solventes acerca de las carencias que, en mayor medida, obstaculizan el progreso social y econ¨®mico en nuestro pa¨ªs se?alan la infraestructura, singularmente de comunicaciones, y la educaci¨®n. Esa conclusi¨®n es coherente con las repetidas manifestaciones gubernamentales sobre el impulso y el apoyo necesarios en esas ¨¢reas. Esperemos que esas manifestaciones se traduzcan en la pr¨¢ctica, ya en los Presupuestos del a?o pr¨®ximo, y aun en los siguientes, en el programa de puesta al d¨ªa y de radical aumento de los medios a disposici¨®n de las universidades.
En ese sentido, creo que el nuevo ministro de Educaci¨®n y Ciencia tiene derecho a esperar, sobre la base de tan autorizadas manifestaciones y de las necesidades objetivas evidentes, un respaldo real y el apoyo presupuestario que no tuvo, en cuant¨ªa suficiente, su predecesor.
Apoyo 'discriminado'
7. Me parece claro que si se produce un aumento general del apoyo recibido por la Universidad, ¨¦ste debe ir acompa?ado de una mayor discriminaci¨®n en su destino, atendiendo a aquellos departamentos, facultades o universidades que puedan responder mejor, desde un punto de vista educativo y cient¨ªfico, sin sectarismos ni visiones estrechas de lo que es la finalidad de la Universidad ni su producto; pero aceptando que en algo tan amplio, disperso y complejo como las universidades debe darse necesariamente la desigualdad; desigualdad siempre sobre la base de m¨ªnimos razonables para todos.
A este respecto me parece igualmente clara la necesidad, si el cambio se produce, de una instituci¨®n del tipo del University Grant Committee ingl¨¦s o del Comit¨¦ National d'Evaluation franc¨¦s, que analice pormenorizadamente las necesidades y las posibilidades de cada centro universitario, y proponga despu¨¦s lo que se les ha de dar y lo que se les ha de exigir.
8. La Universidad no est¨¢ autorizada moralmente a escudarse en la escasez de sus medios, ni tampoco a esperar su soluci¨®n definitiva, para no cumplir con su obligaci¨®n, con rigor y seriedad, hasta el l¨ªmite de lo posible. Nada hay que justifique los corporativismos, el abandono, la desidia o la frivolidad. Si tiene pocos medios, es preciso optimizarlos y usar de ellos para que rindan al m¨¢ximo, pues, pocos o muchos, proceden de los impuestos pagados por los ciudadanos. Creo que la Universidad est¨¢ en situaci¨®n de exigir m¨¢s de la sociedad a la que sirve, pero s¨®lo si es capaz de demostrar que sus medios ser¨¢n bien utilizados, sin miedo a rendir cuentas, acad¨¦micas y de las otras, y a que eval¨²en su actividad. Y, evidentemente, en la medida en que reciba m¨¢s de la sociedad, mayor ser¨¢ su grado de exigencia.
Es preciso, en mi opini¨®n, que se le d¨¦ a la Universidad, cuanto antes, la oportunidad de demostrar, si cuenta con los medios apropiados, que es capaz de contribuir v¨¢lidamente al progreso y la modernizaci¨®n de este pa¨ªs.
es rector de la universidad Aut¨®noma de Madrid.
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