Sobrevivir, lema para un pueblo castigado
Jenofonte, en su Ann¨¢basis, la gesta de los diez mil guerreros que retornaron a H¨¦lade tras cruzar la Persia insondable, ya conoc¨ªa a los kurdos, carducos, pueblo bravo y belicoso que defend¨ªa sus verdes monta?as y sus praderas con tal arrojo que no se ten¨ªa memoria de otros combatientes tan valerosos. Jinetes consumados, alegres, dignos y orgullosos, los kurdos habitan hoy territorios repartidos entre Turqu¨ªa, Irak, Siria e Ir¨¢n, con comunidades importantes en L¨ªbano y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Su bravura y belicosidad ha sido causa de numerosos males para este antiguo pueblo iranio, mayoritariamente isl¨¢mico sun¨ª.Con sus 25 millones de habitantes actuales se mantiene a caballo de poderosos vecinos codiciosos de sus riquezas, pastos ayer, petr¨®leo abundante hoy. Parad¨®jicamente, tambi¨¦n ha sido este car¨¢cter batallador de los hombres y mujeres de Kurdist¨¢n la principal raz¨®n para asegurar una supervivencia que siempre se ha visto amenazada por persas, turcos o ¨¢rabes, que islamizaron a sangre y fuego a los pastores carducos, anta?o adoradores del Sol.
Condenados por la geograf¨ªa y por la historia a unas condiciones de vida muy dif¨ªciles, el desarrollo econ¨®mico y social de los kurdos ha permanecido postrado durante siglos. Una orograf¨ªa imponente cerc¨® al Kurdist¨¢n de las v¨ªas comerciales de comunicaci¨®n de Oriente Medio, truncando su comercio y su relaci¨®n con el exterior. La existencia pol¨ªtica es desdichada para este pueblo, que bautiza a sus hijos con el nombre de pesmergas, los combatientes que caminan delante de la muerte.
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