La fidelidad como norma
"Hay escritores con mala estrella", dec¨ªa en 1970 Antonio Iglesias Laguna al tratar el tema de la obra narrativa de Rafael Garc¨ªa Serrano. En efecto, la obra period¨ªstica de este escritor, tan influyente en su tiempo como objeto de pol¨¦micas y discutida despu¨¦s, ha oscurecido su excelente trabajo de novelista, que, pese a todo, le acompa?¨® durante toda su vida. Su primera obra literaria, Eugenio o proclamaci¨®n de la primavera, es de 1938, en plena guerra civil, en la que Garc¨ªa Serrano, falangista desde 1934, particip¨® en un principio y de la que le apart¨® despu¨¦s una grave enfermedad; la ¨²ltima, V centenario, es de 1986, apenas anteayer. Entre ambas existe una larga trayectoria compuesta de miles de trabajos period¨ªsticos, de libros de viajes, reportajes, miscel¨¢neas, cinco novelas m¨¢s y algunos libros de relatos. Una obra de calidad, personal, perfectamente subjetiva y hasta perturbadora siempre para todo aquel que no est¨¦ de acuerdo con ¨¦l. Pero que constituye un testimonio de cierta magnitud, un fen¨®meno est¨¦tico indudable, y revela una parte necesaria de nuestro legado cultural.Esa mala estrella a la que se refer¨ªa Iglesias Laguna proviene precisamente de que se trata de una obra inm¨®vil, r¨ªgida, est¨¢tica y fiel a s¨ª misma del principio al fin. Con frecuencia se ha adscrito la literatura de Rafael Garc¨ªa Serrano al tremendismo que estuvo m¨¢s o menos de moda en la primera posguerra. Pero al pasar el tiempo tengo muchas dudas no s¨®lo sobre la adscripci¨®n de Garc¨ªa Serrano a aquel tremendismo, sino tambi¨¦n sobre la posible existencia de aquel movimiento en concreto. Todos los conflictos b¨¦licos provocan reacciones tremendas, de uno u otro lado, y al fin y al cabo Sin novedad en el frente, Cruces de madera o Los desnudos y los muertos son obras tan tremendas como las guerras que las provocaron.
Falangismo
Lo que sucede con Rafael Garc¨ªa Serrano y su obra tanto period¨ªstica como estrictamente literaria es que no se movi¨® un ¨¢pice de sus posiciones iniciales, de ese falangismo al que tan tempranamente se adhiri¨® y que fue la raz¨®n de ser de su vida y de su obra. Tanta y tan tremenda fidelidad perturba y aplasta, desde luego, sobre todo a espectadores y lectores al uso, acostumbrados a tanto giro y tanto cambio, a tanta vuelta de chaqueta, a tanto matiz y a tanta y tanta sutileza mental que intenta justificarlo todo. Garc¨ªa Serrano es el mejor y m¨¢s puro de todos los escritores falangistas que Espa?a ha tenido. El falangismo se ha identificado con el franquismo, pero ello es una simplificaci¨®n, o con el fascismo, lo cual es una falsificaci¨®n. Hasta en plena victoria, La fiel infanter¨ªa (1943), que fue premio Nacional de Literatura, molest¨® a grandes sectores de vencedores y fue al final prohibida y censurada por iniciativas eclesi¨¢sticas. Plaza del castillo (1951) mostraba la Pamplona natal del escritor en los d¨ªas del estallido de la rebeli¨®n franquista, en una estructura no por parcial mal construida. Para m¨ª, los mejores relatos de Garc¨ªa Serrano son Los ojos perdidos (1958) y La ventana daba al r¨ªo (1963), narraciones donde el lirismo se superpone a la especial ¨¦pica del escritor. Pero Garc¨ªa Serrano, que gan¨® la guerra y no hizo m¨¢s que decirlo sin parar, perdi¨® la democracia, de la que abomin¨® hasta el final, como lo muestra en esa novela de V centenario, excesivamente complicada y artificial. Su rebeld¨ªa inicial desemboc¨® en una perpetua protesta y, al final, en la amargura total. Pero entretanto nos dio ese inimitable Diccionario para un macuto (1964) y La gran esperanza (1983).Pero no se le puede ignorar. Fue un gran prosista, un excelente narrador, un escritor de calidad y un testigo de la mitad de nuestro pasado, con sus exaltaciones, insultos, imprecaciones consabidas, pero con momentos de rara y excepcional poes¨ªa. Negarlo es negar esa mitad de nuestro pasado, parcializar nuestro presente y falsificar nuestro futuro. Y aceptarlo ser¨¢ conocemos mejor y saber por qu¨¦ somos lo que hemos decidido ser, si es que lo somos. Y el placer de la lectura se da por a?adidura.
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