La trampa del terrorismo
LA DECISI?N del Gobierrio brit¨¢nico de impedir que el Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA); su rama pol¨ªtica, el Sinn Fein, y el violento opositor de ambos, la protestante Asociaci¨®n de Defensa del Uster (UDA), tengan acceso a la televisi¨®n y la radio estatales constituye un atentado directo contra uno de los derechos -la libertad de expresi¨®n- cuya conquista est¨¢ en la base de las democracias modernas. La medida suscita, adem¨¢s, serias dudas sobre su eficacia pr¨¢ctica, ya que no garantiza en absoluto un menor eco social de los delincuentes, en manos de quienes se pone, por el contrario, un valioso argumento a favor de la presunta iniquidad del Estado al que combaten.La decisi¨®n de Margaret Thatcher plantea viejas preguntas sobre los fines del terrorismo y cu¨¢les son los mejores medios para combatirlo. ?Es bueno que el p¨²blico oiga lo que tienen que decir los terroristas? ?Es saludable que, en una sociedad libre, sea difundido el mensaje de quienes aprovechan los derechos reconocidos a todos los ciudadanos para acabar con esa, misma sociedad? ?Es ¨²til que los ciudadanos conozcan que los terroristas, carecen de otra idea que no sea la del tiro por la espalda? Algunos sectores de la ciudadan¨ªa, excitados poruna propaganda a menudo interesada, creen que permitir hablar al terrorista equivale a condonar su acci¨®n. Tal actitud es producto de una desconfianza natural en la capacidad de discernimiento de la opini¨®n p¨²blica alegando una supuesta minor¨ªa de edad de la masa; ya se sabe muy bien ad¨®nde conduce esa pendiente. La imagen de unos cuantos dirigentes de Herri ?atasuna balbuceando ante las c¨¢maras de televisi¨®n excusas imposibles en las horas siguientes a la matanza de Hipercor de Barcelona habr¨¢ hecho m¨¢s por la lucha contra el terrorismo que cualquier medida de prohibici¨®n.
Por otra parte, cuando el Estado impide que hablen los terroristas, al igual que cuando, para reprimirlos, aplica sus mismos m¨¦todos de lucha, est¨¢ cayendo en la trampa tendida por el terror. Resultar¨ªa grotesco, adem¨¢s de peligroso, que el IRA, el Sinn Fein y la UDA -o ETA y Herri Batasuna en Espa?a- puedan decir, con argumentos proporcionados por medidas como la anunciada, que el Gobierno brit¨¢nico, incapaz de utilizar otros medios v¨¢lidos, practica la represi¨®n como sistema.
Dicho lo cual, en este asunto, como en el de la c¨¦lebre historia del libro Spycatcher (Cazador de esp¨ªas), contra cuya publicaci¨®n y venta en territorio brit¨¢nico el Gobierno de Thatcher combati¨® por todos los medios, es muy probable que la prohibici¨®n se convierta en un bumer¨¢n contra quien la adopta. Porque mientras en el Reino Unido se imped¨ªa la impresi¨®n y difusi¨®n del libro, editores estadounidenses y australianos hac¨ªan su agosto vendiendo en los aeropuertos ejemplares de la obra a los viajeros que regresaban al Re?no Unido. Por mucho que se impida que la radio y la televisi¨®n divulguen el mensaje de los terroristas y de quienes les dan apoyatura ideol¨®gica, otros medios de comunicaci¨®n de masas pueden airear tales opiniones, don lo que el objetivo sanitario resulta derrotado por la limitaci¨®n de su alcance.
Hay m¨¢s: el Gobierno brit¨¢nico no puede impedir a los republicanos norirlandeses la difusi¨®n de su ideolog¨ªa durante per¨ªodos electorales ni le es factible declarar ilegal al Sinn Fein, que tiene representaci¨®n parlamentaria en la C¨¢mara de los -Comunes (un esca?o que no ocupa) y s¨®lida implantaci¨®n en los municipios del Ulster (dispone del 35% de los votos de la minor¨ªa cat¨®lica de Irlanda del Norte). Ser¨ªa adem¨¢s un grave error. La mejor forma de instar a los terroristas a que abandonen la violencia y utilicen medios pac¨ªficos para defender sus ideas no es precisamente la de impedirles la utilizaci¨®n de esos mismos medios. En todo caso, la decisi¨®n del Gobierno brit¨¢nico invita a meditar a fondo sobre las indeseables consecuencias adonde puede llevar esa lacra pol¨ªtica del terrorismo. Resistir odiosas tentaciones constituye una primera, y tal vez decisiva, victoria.
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