Cuellos de botella
EL APLAZAMIENTO del contrato del siglo de Renfe, a instancias del Consejo de Ministros del pasado viernes, potencia la imperiosa urgencia de que el Gobierno -en coordinaci¨®n con las otras administraciones- se dote de una vez de una pol¨ªtica global de transportes, imbricada con un plan general de infraestructuras. Muchas de las m¨²ltiples iniciativas que se han emprendido en estos campos (desde el plan de carreteras al de aeropuertos, pasando por las previsiones de Renfe o de los distintos puertos) en los ¨²ltimos tiempos, est¨¢n fuertemente aquejadas de timidez para el actual escenario econ¨®mico y, lo que es peor, discurren cada una por su cauce.Hasta hace poco, el Gobierno socialista pod¨ªa quiz¨¢ escudarse en la coartada de que las pol¨ªticas de saneamiento econ¨®mico -la reconversi¨®n industrial en los grandes sectores maduros, el salvamento de los bancos en crisis, la reorganizaci¨®n de la empresa p¨²blica- requer¨ªan todos los esfuerzos de gesti¨®n y la mayor parte de los recursos financieros disponibles. Pero realizadas ya esas operaciones, y tras dos a?os de crecimiento econ¨®mico sostenido, esa plausible coartada del pasado corre peligro de convertirse en mordaza del inmediato futuro econ¨®mico.
En este pa¨ªs las l¨ªneas telef¨®nicas siguen funcionando como las se?ales de humo de las tribus apaches. El tr¨¢fico a¨¦reo, por carretera y en las grandes ciudades se ha convertido en martillo de ciudadanos, estrangulamiento infraestructural para la industria y los servicios, cuando no en un inmenso tanatorio para los viajeros en autob¨²s. Y la red ferroviaria se revela asm¨¢tica, insuficiente e ineficaz. Nada de ello funciona a niveles siquiera de dignidad. Para combatir esta situaci¨®n no basta con que los Presupuestos Genera les del Estado pongan el acento inversor en el cap¨ªtulo de infraestructuras. Se precisa. con algo m¨¢s que urgencia la imbricaci¨®n de las distintas pol¨ªticas ministeriales, la coordinaci¨®n del conjunto de las administraciones p¨²blicas y una seria apuesta pol¨ªtica para dise?ar un mapa de comunicaciones y transportes para fin de siglo que tenga encaje y acomodo en los planes de la Europa comunitaria en su conjunto. La ciudadan¨ªa, cotidianamente abrumada por las dificultades del tr¨¢fico, y el mundo de la empresa, sometido a innumerables cuellos de botella, est¨¢n demandando ya este tipo de pol¨ªticas. Mas, por el momento, dicha demanda no se ve cubierta por una oferta que exige, adem¨¢s de coraje y honestidad, inteligencia.
Aunque la lista de problemas a plantear y resolver es enorme, la particular urgencia de dos cuestiones exige ponerlas ya sobre el tapete de la discusi¨®n p¨²blica: la modernizaci¨®n de las v¨ªas f¨¦rreas, con la vital cuesti¨®n del ancho europeo, y el estrangulamiento de las grandes ciudades.
Llevadas de la inercia o la comodidad, las autoridades han mostrado hasta hoy una incre¨ªble miop¨ªa, doblada de cicater¨ªa, al abordar la cuesti¨®n del transporte ferroviario. Se ha olvidado que un ¨ªndice b¨¢sico de la modernidad de un pa¨ªs es el grado de desarrollo de su estructura ferroviaria, y, ampar¨¢ndose en la exagerada difusi¨®n del transporte de mercanc¨ªas por carretera -con un ej¨¦rcito minifundista de camiones que no tiene comparaci¨®n europea posible-, se ha permitido la saturaci¨®n de carreteras y la p¨¦rdida continua de las econom¨ªas de escala que en la Europa comunitaria supone la eficaz y capilar red ferroviaria.
Ahora, el Tren de Gran Velocidad (TGV) constituye una gran, oportunidad para poner coto a tanto desafuero. Hasta hoy, la Madrid-Sevilla es la ¨²nica l¨ªnea prevista, con motivo de la Exposici¨®n Universal de 1992. Pero si no se quiere que esa l¨ªnea sea una palmera en el desierto o la efimera y solitaria flor de un d¨ªa de un Gobierno encabezado por sevillanos, debe plantearse ese tramo como el inicial de una red renovada en toda la Pen¨ªnsula. Una red que, por m¨²ltiples razones, s¨®lo puede ser de ancho europeo y que, al parecer, el Ejecutivo est¨¢ dispuesto a considerar tras pedir a Renfe el correspondiente informe. Esta necesidad va bastante m¨¢s all¨¢ de las recetas t¨¦cnicas. Es una apuesta contra los vicios aut¨¢rquicos de nuestra historia contempor¨¢nea y constituye un m¨¢s que regular requisito para la aut¨¦ntica integraci¨®n de Espa?a en la CE, puesto que hoy s¨®lo quedan unos Pirineos, los q ue est¨¢n grabados en los hierros que radialmente crucifican este pa¨ªs en forma del ya inviable ancho espa?ol.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.