El fracaso del reformismo
El dicho de Hegel de que todos los eventos de car¨¢cter hist¨®rico-universal acontecen, dos veces, lo ratific¨® Marx con el comentario ir¨®nico de que era bien cierto, pero una como tragedia y la otra como farsa. En el Per¨² contempor¨¢neo, la tragedia es el fracaso del reformismo militar; la farsa, el fiasco del reformismo aprista.La revoluci¨®n desde arriba que impuls¨® el general Velasco Alvarado sorprendi¨® por los vuelos que enseguida alcanz¨® -desde la independencia no se hab¨ªa dirigido ataque m¨¢s directo contra la estructura dual de Per¨²-, pero una vez en funcionamiento, y cuando est¨¢bamos a punto de convencernos de su eficacia, quedamos otra vez desconcertados al observar su repentina paralizaci¨®n y f¨¢cil derribo. En los comienzos resultaba incre¨ªble que las Fuerzas Armadas peruanas, que hab¨ªan apoyado al Estado olig¨¢rquico en momentos tan decisivos como en 1930 y en 1948, pudieran haberse convertido en el instrumento privilegiado para desmontarlo.
Tigre de papel
Una vez acometida la empresa y quedar claro que la oligarqu¨ªa era un tigre de papel, sin el menor apoyo social cuando deja de controlar al aparato del Estado, y que los sectores populares, seg¨²n sal¨ªan de una pasividad esc¨¦ptica, ganada en siglos de recibir reveses y enga?os, mostraban la disponibilidad a hacerse con la direcci¨®n del proceso, lo para el Ej¨¦rcito con la misma aparente arbitrariedad con que lo hab¨ªa puesto en marcha.
Claro que hoy podemos explicar con detalle por qu¨¦ el Ej¨¦rcito, llevado de su nacionalismo, pudo cooptar el proyecto nacional que en los a?os sesenta con pelos y se?ales hab¨ªa desarrollado la izquierda reformista, justamente en el momento en que se replegaba a la defensiva. El fracaso estrepitoso del reformismo de Bela¨²nde en su primera presidencia, a quien los militares hab¨ªan apoyado abiertamente, los empuj¨® a dar el golpe. Exist¨ªa un consenso generalizado sobre lo que hab¨ªa que hacer; faltaban s¨®lo las agallas y la capacidad operativa para llevarlo adelante, y de ambas cualidades, valor y eficacia, se preciaba el Ej¨¦rcito.
Tambi¨¦n hoy podemos dar cuenta de las razones por las que la revoluci¨®n empezada desde arriba, una vez que dio algunos hachazos contundentes, qued¨® de repente cortada. La raz¨®n principal de tan brusca interrupci¨®n es la misma que explica la puesta en marcha del proceso de cambio: lo empieza y lo termina el Ej¨¦rcito. S¨®lo el Ej¨¦rcito pod¨ªa emprender reformas de tal envergadura, ya que las hab¨ªa impedido y parec¨ªa seguir dispuesto a impedirlas si lo intentaba cualquier otra fuerza pol¨ªtica o social. Pero una revoluci¨®n llevada adelante por el Ej¨¦rcito -los militares desconfiaron de los apoyos sociales de que gozaron- y adem¨¢s dentro de l¨ªmites muy precisos -no cuestionar el modo capitalista de producci¨®n y no perder el control en los ¨¢mbitos sociales o estatales- ten¨ªa que desembocar en un r¨¦gimen autoritario fascistoide, al que tendi¨® la dictadura de Velasco en los dos ¨²ltimos a?os, o bien reconvertirse, como de hecho hizo con un golpe interno, en un proceso de transici¨®n que, al asumir la escisi¨®n tradicional de Per¨², restaura el viejo Estado olig¨¢rquico, adecuado a las nuevas condiciones y dominado por las nuevas elites econ¨®micas que han surgido con el velasquismo, con la pretensi¨®n de que adem¨¢s funcione con una superestructura constitucional demoliberal que le devuelva la legitimidad perdida.
Per¨² sufri¨® cambios profundos entre 1969 y 1974; a partir de la presidencia del general Morales Berm¨²dez (1975-1980), el af¨¢n principal se ha centrado en calmar las tempestades que hab¨ªa levantado aquella conmoci¨®n revolucionaria, volviendo, a los primeros s¨ªntomas de la crisis, a las pol¨ªticas econ¨®micas ortodoxas. Paso a paso se fueron desmontando los elementos de la reforma velasquista que cuestionasen el poder de las clases dominantes o que, a la inversa, favoreciesen el ascenso de las populares. Se sucedieron los programas de estabilizaci¨®n negociados con el Fondo Monetario Internacional; no obstante, hay que dejar constancia de un r¨¢pido crecimiento de la deuda externa: en 1975 alcanza un monto de 6.257 millones de d¨®lares; en 1980, de 9.595 millones, para colocarse en 13.721 millones en 1985. La deuda externa se dispara justamente en los a?os de reajuste, con Gobiernos moderados que marchan por la senda que marcan los organismos internacionales.
Inflaci¨®n
Otro dato que vale la pena retener. En los a?os de las reformas m¨¢s intensas la inflaci¨®n baja del 9,8%. en 1968 al 4,3% en 1972; da un salto en 1973 al 13% y se coloca en 1975 en el 24%. Pues bien, tras cinco a?os de pol¨ªtica econ¨®mica ortodoxa, la inflaci¨®n es del 60% en 1980; al final de la segunda presidencia de Bela¨²nde, en 1985, alcanza el 158%.
Los resultados no fueron brillantes, pero la puesta en pr¨¢ctica de una pol¨ªtica econ¨®mica ortodoxa exigi¨® m¨¢s de una vez proclamar "el estado de emergencia". El efecto mayor, de las reformas velasquistas es que levantaron grandes expectativas entre las masas populares que, al verse de pronto defraudadas, salen de su pasividad. La enorme capacidad de organizaci¨®n y de movilizaci¨®n de que han dado muestra los sectores populares urbanos y campesinos desde finales de los setenta constituye un factor nuevo de la m¨¢xima importancia, que no parece reversible y que cambia de ra¨ªz las condiciones de la pol¨ªtica peruana. Estas dos experiencias -los resultados negativos de las pol¨ªticas ortodoxas y la presencia activa de las masas populares- enmarcan las coordenadas que explican el giro populista que conlleva el triunfo de Alan Garc¨ªa.
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