Maestras de la vida
Un amigo me cont¨® un chiste la semana pasada. Lo cuento en s¨ªntesis, aunque requerir¨ªa ser contado con entonaci¨®n y gestualidad romanescas:"Nos encontramos en la gran inundaci¨®n del T¨ªber y Romoletto Staticoni est¨¢ aislado en su casucha por el agua que crece y que llega ya hasta las ventanas. Se arrodilla ante una imagen sagrada que hay sobre la cama y reza al buen Dios para que le salve. Una voz desciende desde lo alto: 'No temas, hijo m¨ªo. Confia en m¨ª, te salvar¨¦".
"Entre tanto pasa cerca de all¨ª una patrulla de bomberos y alguien grita: '?Eh, Romoletto, sal de ah¨ª, que terminas mal!. Romoletto responde: 'Ni lo pienses, vete a recoger a otros, yo me las apa?o solo'. El agua sube y Romoletto se refugia en el tejado. Pasa una patrulla de la Cruz Roja y alguien invita a Romoletto a saltar. Romoletto responde que tiene una forma de salir airoso por s¨ª mismo. El agua crece todav¨ªa m¨¢s y Romoletto est¨¢ ahora aferrado a la chimenea. Pasa una patrulla de carabineros y grita el brigada: '?Eh, Romoletto! ?Vamos, salta!'. Todav¨ªa una vez m¨¢s reh¨²sa con fastidio Romoletto, confiado en el socorro celestial".
Resumiendo: "El nivel del agua supera tambi¨¦n la chimenea y Romoletto se ahoga. Sube al para¨ªso hecho una furia y la toma con san Pedro, espet¨¢ndole que por qu¨¦ su patr¨®n no ha mantenido su palabra. San Pedro se queda pasmado: ?Qu¨¦ extra?o..., cuando el patr¨®n dice una cosa ... ! Pero veamos el registro. ?C¨®mo te llamas? Romoletto... Romoletto ... aqu¨ª est¨¢'. Y se enfurece. '?C¨®mo vas diciendo que nos hemos olvidado de ti? ?Tres patrullas te hemos mandado, tres patrullas!".
En un primer momento me qued¨¦ con la historieta sumamente cat¨®lica y casi manzoniana: la Providencia act¨²a por causas segundas. Y como era divertida no resist¨ª la tentaci¨®n de contarla a diestro y siniestro. Y pronto repar¨¦ en una cosa: casi todas las personas a quienes se la contaba sin malicia comenzaban por re¨ªrse, pero despu¨¦s la risita se dilu¨ªa en una p¨¢lida sonrisa y, por ¨²ltimo, me daban las gracias con cierta amargura por haber pretendido definir su caso personal de una forma tan amable aunque sarc¨¢stica.
Intu¨ª muchos de estos casos, pero otros siguen permaneciendo en la oscuridad. Como compensaci¨®n he comprendido que la historia de Romoletto es un ap¨®logo cuyo argumento es el kair¨®s, es decir, la ocasi¨®n, el momento que pasa y que con frecuencia no se reconoce. La historieta, que no es de inspiraci¨®n cat¨®lica, est¨¢ modelada con la misma pasta con que est¨¢ hecha la tragedia griega.
Como cualquier mito o historia ejemplar, es un esquema abierto que cualquiera puede rellenar de acuerdo con los contextos para reconocer que de te f¨¢bula narratur. Se puede ofrecer un esquema de interpretaci¨®n de la vida tanto a trav¨¦s de una tragedia en verso como a trav¨¦s de un chiste. El chiste, en el universo de las formas literarias, se define como una "forma simple", pero no por eso es menos eficaz como ejemplo de narrativa, porque adem¨¢s es m¨¢s potente precisamente gracias a su concisi¨®n (como sucede, por otra parte, con las par¨¢bolas serias).
De este modo, la historia de Romoletto me ha llevado a reflexionar sobre la naturaleza de la narratividad y sobre el reciente debate sostenido en las columnas de los peri¨®dicos sobre si todav¨ªa existe un arte narrativo y si dicho arte tiene que ver con el lenguaje o con la experiencia.
Falso problema. La narratividad es un modo en el que el lenguaje se ejercita en la funci¨®n fabuladora, que. no consiste en articular palabras, sino en dise?ar un esquema de interpretaci¨®n de la experiencia. Cosa que, por otra parte, ha sido siempre la funci¨®n de los mitos, ya que, siendo traducibles a diferentes lenguas, mantienen inalterable su capacidad de definir y explicar todo lo que nos sucede a cada uno de nosotros entre el nacimiento y la muerte, volviendo a utilizar adem¨¢s algunas figuras fundamentales y muy profundas. Profundas no quiere decir arquetipos necesariamente.
Hay culturas en las que la ocasi¨®n no tiene sentido, ya que el tiempo no existe y, por tanto, no existe un momento crucial que se reconozca si se intenta imprimir al tiempo una detenci¨®n, una aceleraci¨®n o una inversi¨®n de sentido. Pero en una cultura en que el destino no es una necesidad c¨®smica, sino un arreglo de cuentas con lo posible, la ocasi¨®n es el momento de la verdad.
La historia de Romoletto habla de este desaf¨ªo, como tambi¨¦n nos habla del mismo la historia de Edipo, que pod¨ªa o podr¨ªa en cualquier momento intentar comprender a Tiresias, pero que cierra los ojos frente a la ¨²nica posibilidad que se le ofrece.
Las historias sirven para decirnos estas cosas (y otras). Incluso cuando son historietas.
Traductor: Daniel Sarasola.
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