Qu¨¦ hacer con la 'contra', una de las primeras decisiones que deber¨¢ tomar el nuevo presidente de EE UU
Una de las m¨¢s pesadas herencias que dejar¨¢ Ronald Reagan a su sucesor ser¨¢ la de un ej¨¦rcito irregular reclutado por EE UU para derribar al Gobierno de Nicaragua, mil veces elogiado por el actual inquilino de la Casa Blanca como un grupo de "luchadores por la libertad" y conocido por la contra. Tal vez la primera decisi¨®n que tenga que tomar el futuro presidente norteamericano en relaci¨®n con Centroam¨¦rica sea la de qu¨¦ hacer con ese ej¨¦rcito que ahora espera ¨®rdenes en la frontera entre Nicaragua y Honduras.
La decisi¨®n parece clara en el caso de que Michael Dukakis obtenga la victoria. El candidato dem¨®crata, como la mayor parte de los dirigentes de su partido, siempre se ha opuesto al apoyo a la contra. En el caso de un triunfo de George Bush, ¨¦ste se ver¨ªa en la obligaci¨®n de elegir entre la lealtad a su antecesor y los deseos de todos los Gobiernos de Centroam¨¦rica.El candidato republicano ha manifestado durante la campa?a electoral que mantendr¨¢ la pol¨ªtica de financiaci¨®n del movimiento armado antisandinista, pero las circunstancias que va a encontrar, en el caso de llegar a la presidencia, van a ser bien distintas que las que Reagan ha conocido. Centroam¨¦rica, definitivamente, es diferente a como la hall¨® el presidente que termina su per¨ªodo.
No s¨®lo todos los pa¨ªses de la regi¨®n disfrutan ahora de reg¨ªmenes democr¨¢ticos (Costa Rica y Guatemala) o en tr¨¢nsito hacia una consolidaci¨®n democr¨¢tica (Honduras y El Salvador), sino que bajo estos Gobiernos -m¨¢s el caso excepcional de un sistema revolucionario en busca de una v¨ªa pluralista en Nicaragua- se ha visto reforzado el sentido de independencia frente a Estados Unidos. Los acuerdos de Esquipulas 2 y las posteriores cumbres presidenciales han descubierto un nuevo modo para que, con ciertas limitaciones, los centroamericanos decidan sobre su propio futuro. Una prueba -la m¨¢s dificilde esa independencia es la posici¨®n regional frente a la contra.
Negociacion simult¨¢nea
Costa Rica y Guatemala han dicho claramente que Estados Unidos debe retirar su apoyo a los antisandinistas y encontrar una soluci¨®n r¨¢pida al problema. M¨¢s recientemente, Honduras ha pedido tambi¨¦n a Washington que busque una ubicaci¨®n para los 10.000 soldados contras que dictan su propia ley dentro de una buena porci¨®n del territorio hondure?o. El Salvador pretende una negociaci¨®n simult¨¢nea del problema nicarag¨²ense y de su guerra civil, pero reconoce sus discrepancias con el grupo rebelde nicarag¨¹ense dirigido por el ex coronel somocista Enrique Berm¨²dez.A diferencia de la etapa de Reagan, la contra no es tampoco hoy tan operativa militarmente. Deshecha en su interior por las diferencias entre todos sus dirigentes, los miembros de la resistencia nicarag¨¹ense no parecen hoy capacitados para presentar combate serio al potente Ej¨¦rcito sandinista. El asunto Irangate y todas sus implicaciones en la contra han demostrado, adem¨¢s, lo arriesgado de una pol¨ªtica en la que hay que caminar frecuentemente por el sendero espinoso de los servicios secretos
La soluci¨®n del problema de la contra podr¨ªa ser, por otra parte, punto de partida para una nueva pol¨ªtica de Estados Unidos hacia Centroam¨¦rica. Despu¨¦s de visitar recientemente todos los pa¨ªses del ¨¢rea con objeto de convocar una nueva cumbre, el presidente de Guatemala, Vinicio Cerezo, comprendi¨® que no hab¨ªa ninguna gesti¨®n que se pudiera hacer hasta despu¨¦s de conocerse el nombre del pr¨®ximo presidente norteamericano y algo sobre sus intenciones.
Apuesta por la DC
En El Salvador es tal vez donde m¨¢s claros se ven los objetivos de Washington. Abierta, casi groseramente, la Embajada norteamericana en ese pa¨ªs apuesta por el candidato del Partido Dem¨®crata Cristiano, Fidel Ch¨¢vez Mena, como soluci¨®n para el futuro. Y no parece que esto pueda cambiar tras el 8 de noviembre. Tampoco parece probable una modificaci¨®n de la estrecha alianza entre el Ej¨¦rcito salvadore?o y EE UU en el combate contra la guerrilla comunista. El presupuesto de asistencia norteamericana a El Salvador es de 600 millones de d¨®lares anuales, una cantidad notablemnte superior a la que Washington destina a cualquier otro pa¨ªs de Am¨¦rica Latina.La alianza con los militares salvadore?os es, para algunos, una garant¨ªa de que ¨¦stos no se atrever¨¢n a un golpe de Estado. Tal apreciaci¨®n, v¨¢lida en t¨¦rminos generales, lo es menos a medida que nuevas generaciones de militares, duros y nacionalistas van llegando a los puestos de mando del ej¨¦rcito.
La contenci¨®n de las intenciones golpistas ser¨¢ una de las garant¨ªas de estabilidad en Centroam¨¦rica. La otra, un entendimiento entre el pr¨®ximo presidente norteamericano y las autoridades nicarag¨¹enses.
Hasta ahora esa convivencia no ha sido posible porque Estados Unidos no ha abandonado nunca la idea de la presi¨®n militar para acabar con el sandinismo. Si el futuro gobernante norteamericano descarta esa alternativa, Nicaragua se ver¨¢, probablemente, mucho m¨¢s obligada a poner en marcha las reformas democr¨¢ticas que confirmen las intenciones pluralistas expuestas por los comandantes sandinistas.
Administrativamente fuera de Centroam¨¦rica, pero dentro en cuanto a las prioridades pol¨ªticas de Estados Unidos en estos momentos, queda Panam¨¢. El general Manuel Antonio Noriega, temida sombra para el presidente Reagan durante toda la campa?a de Bush, est¨¢ todav¨ªa presente en el escenario, y nada indica que vaya a desaparecer en un futuro inmediato. Est¨¢ sentado en su despacho frente al Canal, esperando a que el pr¨®ximo presidente llegue y le diga: "OK, general, vamos a olvidar el pasado".
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