Sajarov, como s¨ªmbolo
EL VIAJE de Andrei Sajarov a Estados Unidos es la manifestaci¨®n m¨¢s evidente, ante el mundo occidental, de los cambios que est¨¢ viviendo la URSS. Perseguido y exiliado en Gorki durante largos a?os, el premio Nobel se hab¨ªa convertido en s¨ªmbolo de la resistencia de una parte de la sociedad sovi¨¦tica, sobre todo los intelectuales. Cuando, hace dos a?os, Gorbachov llam¨® por tel¨¦fono a Sajarov y le anunci¨® que pod¨ªa volver a Mosc¨², incluso los m¨¢s esc¨¦pticos se dieron cuenta de que algo hab¨ªa cambiado en Mosc¨². A partir de ese gesto, la perestroika -considerada hasta entonces, sobre todo, como una reforma econ¨®mica- tom¨® una coloraci¨®n pol¨ªtica clara.El Sajarov que visita Estados Unidos, a la vez que apoya la perestroika, mantienen una actitud cr¨ªtica sobre distintos aspectos de la pol¨ªtica oficial sovi¨¦tica. En concreto, no aprueba algunos puntos de la ambiciosa reforma constitucional que el Soviet Supremo debe aprobar a finales de mes, y cuyo objetivo es que nazca, en la primera mitad de 1989, un nuevo sistema pol¨ªtico basado en una cierta legitimaci¨®n democr¨¢tica. Estos desacuerdos p¨²blicos de Sajarov, y de otros intelectuales, indican que, por primera vez desde los a?os veinte, se da en la URS S un debate pol¨ªtico real. Con vistas a Occidente, el apoyo de Sajarov a Gorbachov tiene doble valor precisamente porque sigue expresando puntos de discrepancia.
El verdadero obst¨¢culo para la reforma no procede, como es obvio, de las cr¨ªticas de grupos progresistas, sino de la oposici¨®n de los conservadores apalancados en el aparato del partido. En la conferencia del PCUS de junio pasado, ¨¦stos tuvieron que retroceder y Gorbachov obtuvo la aprobaci¨®n para una nueva articulaci¨®n del poder, reduciendo el papel del partido y elevando el de los ¨®rganos elegidos por el pueblo. Pero el sabotaje al que fue sometida muy pronto la aplicaci¨®n de lo decidido en la conferencia le oblig¨® a decir en oto?o: "Estamos perdiendo tiempo, luego estamos perdiendo". Como respuesta, el mes pasado, en una reuni¨®n sorpresa del Comit¨¦ Central, desplaz¨® a algunos de los cuadros veteranos, empezando por Gromiko, el jefe del Estado, cuyo cargo asumi¨® ¨¦l mismo.
?Est¨¢ ya el camino despejado para las etapas ulteriores, en especial para las elecciones de 1989? No es seguro porque influir¨¢n mucho las coyunturas locales, sobre todo en un pa¨ªs tan extenso. Los sovi¨¦ticos deber¨¢n elegir a los 2.250 miembros del Congreso de los Diputados del Pueblo, que nombrar¨¢ a su vez un jefe de Estado y un Parlamento m¨¢s restringido para que pueda funcionar de modo permanente. Pero, incluso con una ley garantizando la pluralidad de candidaturas, no ser¨¢ f¨¢cil evitar que el aparato del partido controle, como siempre, las nuevas elecciones. Para impedirlo, una condici¨®n decisiva ser¨¢ que, en la campa?a, los gorbachovianos puedan confrontarse abiertamente con los conservadores. No es algo inimaginable hoy. La Prensa refleja ya un debate real y diversos clubes o asociaciones informales, como los Frentes Populares de los pa¨ªses b¨¢lticos, act¨²an con fuertes respaldos sociales. Sin embargo, otro factor muy negativo -al margen de la fuerza del aparato burocr¨¢tico- es la carencia en la Uni¨®n Sovi¨¦tica de una memoria hist¨®rica democr¨¢tica. No se trata de recuperar algo perdido, sino de dar nacimiento a algo casi sin precedentes.
Para esa transici¨®n -que no puede hacerse en un d¨ªa-, el plan de Gorbachov es apoyarse en el viejo h¨¢bito ruso de someterse a un jefe indiscutido. La reforma constitucional le permitir¨¢ convertirse en 1989 en un presidente con m¨¢s poderes que el de EE UU. Ya no depender¨¢ del partido, pero seguir¨¢ siendo su secretario general, y, por tanto, control¨¢ndolo. Tal concentraci¨®n de poder es la que suscita los recelos de Sajarov, mientras otros gorbachovianos creen que, sin utilizar los resortes del viejo sistema, la transici¨®n hacia un sistema m¨¢s participativo ser¨ªa imposible. En todo caso, las posibilidades de ¨¦xito de la reforma pol¨ªtica dependen, en gran medida, de que se desarrolle el pluralismo que ya existe hoy en la Prensa, y de que ese pluralismo se traslade, de alg¨²n modo, a la campa?a electoral.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.