La sombra y el cuerpo
A FRAGA se le ve plet¨®rico. El activista que nunca dej¨® de ser ha recobrado la zancada larga, la pasi¨®n por la actividad incesante. Tiene prisa. A Hern¨¢ndez Mancha le dio 48 horas para arrepentirse, y a s¨ª mismo, dos meses para poner orden en el partido. Los sondeos que vaticinaban un derrumbe electoral catastr¨®fico de AP fueron el motivo fundamental de su decisi¨®n de retomar las riendas. Sabe que lo que ocurra en las legislativas de 1990 depende de los resultados del ensayo general de las europeas, que est¨¢n a la vuelta de la esquina. Ello ha acentuado su impaciencia, lo que aumenta el riesgo de que, una vez m¨¢s, la sombra adelante al cuerpo.La impaciencia de la derecha espa?ola deriva de su falta de costumbre: casi siempre ha mandado, y casi siempre al amparo de reg¨ªmenes autoritarios, en los que el papel de la opini¨®n p¨²blica era inexistente o muy limitado. Ello ha hecho que la derecha cuente con m¨¢s pr¨¢ctica de gobierno que teor¨ªa sobre c¨®mo llegar al poder. En ausencia de esa doctrina, AP ha perdido varios a?os persiguiendo el fantasma de la mayor¨ªa natural, entelequia que part¨ªa del falso supuesto de que quien no est¨¢ de acuerdo con los socialistas est¨¢, en el fondo, con la derecha. De esta premisa se deduc¨ªan consecuencias igualmente err¨®neas, como la de que todo el problema se reduc¨ªa a hallar la persona capaz de aglutinar las adhesiones de nacionalistas, centristas, conservadores y otros.
A estas alturas, todav¨ªa se desconoce en qu¨¦ consiste el proyecto de Fraga para sacar a la derecha de su abatimiento. Ya que se le acus¨® de ser un obst¨¢culo objetivo para forjar una alianza del centro-derecha, adelant¨® que renunciaba a ser candidato, y r¨¢pidamente se puso a buscar uno. Lo de Marcelino Oreja se les hab¨ªa ocurrido antes a otros estrategas, incluyendo al joven Mancha, que ahora acusa a Fraga de haberle robado "su gran idea estrat¨¦gica". Pero los primeros contactos con el secretario general del Consejo de Europa han servido para demostrar que no basta con la corazonada de un nombre para que se haga la luz donde antes hab¨ªa confusi¨®n. Oreja puede ser un buen candidato -suscita menos rechazo que otros-, a condici¨®n de que el proyecto al que ponga cara conecte con aspiraciones m¨¢s o menos difusas de sectores significativos de la poblaci¨®n. Pero primero es el proyecto, y luego, el cartel. La idea de colorear este cartel con un cambio de siglas, tampoco es novedad. Puede resultar oportuno si es el resultado de una evoluci¨®n en los contenidos del mensaje pol¨ªtico que se presenta, pero parece ingenuo pensar que por llamarse Partido Popular lo vayan a votar quienes jam¨¢s votar¨ªan a un partido encabezado por Fraga.
En un r¨¦gimen de opini¨®n p¨²blica, los deslizamientos del electorado hacia la formaci¨®n de una mayor¨ªa alternativa se producen normalmente porque la oposici¨®n acierta a hacer perceptible un mensaje m¨¢s atrayente que el del partido o coalici¨®n que gobierna. Es cierto que ello no s¨®lo depende de la coherencia prograrn¨¢tica, pero desde luego es imposible sin al menos un esbozo de programa. Este programa s¨®lo se hace visible a trav¨¦s de la pr¨¢ctica de la oposici¨®n, en el Parlamento y fuera de ¨¦l. Tambi¨¦n, y ello es fundamental en la Espa?a actual, a trav¨¦s del ejercicio del poder en los municipios y comunidades en que se ostentan responsabilidades de gobierno.
En esa doble pr¨¢ctica se ir¨¢n generando las se?as de identidad en que apoyar un proyecto identificable por los electores. Pero parece dificil avanzar en esa direcci¨®n sin una comprensi¨®n de los errores cometidos. La impaciencia perdi¨® a AP en coyunturas tan complicadas para los socialistas como el refer¨¦ndum sobre la OTAN. El resultado fue la repetici¨®n de la mayor¨ªa absoluta del PSOE. Esta misma idea de que todo lo que perjudique al Gobierno es bueno para AP est¨¢ detr¨¢s de las derivas de ciertos portavoces aliancistas ante cuestiones como el desarrollo auton¨®mico o el enfrentamiento entre los sindicatos y el Ejecutivo. Por este camino dificilmente se producir¨¢ el rearme ideol¨®gico de la derecha. Y sin ello, el recurso a nuevas corazonadas para ver si esta vez es la buena seguir¨¢ revel¨¢ndose tan est¨¦ril como antes.
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