Recetas pol¨ªticas
La experiencia de estos ¨²ltimos a?os parece indicar que las respuestas pol¨ªticas de los Gobiernos ante el conjunto de cambios que convencionalmente denominamos crisis han tendido, sobre todo, a demostrar una cierta capacidad de plantearse los problemas m¨¢s acuciantes sin disponer, en muchos casos, de los instrumentos adecuados para encontrar soluciones reales y eficientes.Aplicando el conocido s¨ªmil del m¨¦dico y el enfermo, ya utilizado en un lejano siglo XII por Juan de Salisbury, podr¨ªamos decir que se han ido (re)conociendo los s¨ªntomas externos de la enfermedad (paro, inflaci¨®n, crisis industrial ... ), pero sin conocer sus verdaderas causas. ni, sobre todo, 1os remedios o f¨¢rmacos espec¨ªficos que podr¨ªan aplic¨¢rseles. Se era consciente de que si se aplicaba la vieja y tradicional medicaci¨®n, la que antes funcionaba, el enfermo iba a empeorar en uno u otro sentido. A pesar de ello, es de sobra conocido que a los Gobiernos, igual que a los m¨¦dicos, se les piden constantemente soluciones, Y como en este caso muchas veces las soluciones no son claras, se ha tratado, sobre todo, de demostrar que se est¨¢ por la labor. Veamos algunos ejemplos.
En determinadas ocasiones, y frente a un espec¨ªfico problema, el Gobierno presenta una determinada propuesta a los interlocutores m¨¢s directamente afectados por tal situaci¨®n, acompa?ando esa soluci¨®n con el calificativo de no negociable. ?sta es una v¨ªa que los poderes p¨²blicos pueden utilizar como instrumento did¨¢ctico, ejemplar, demostrativo de la voluntad y del rigor con que el Gobierno est¨¢ dispuesto a aplicar una determinada respuesta puntual a una situaci¨®n de crisis. El m¨¦dico-gobernante demuestra y refuerza as¨ª su autoridad ante las posibles resistencias de enfermos y familiares, asegur¨¢ndoles una posterior felicidad si aceptan los sacrificios de hoy. Y se plantea como soluci¨®n innegociable para que sirva de precedente en casos posteriores. No se puede negociar, no se puede dar marcha atr¨¢s, y as¨ª es posible que los implicados acepten una decisi¨®n que no les da v¨ªa de respuesta, que los deja mudos. As¨ª se hizo en muchos casos al inicio de los procesos de reconversi¨®n industrial, aunque despu¨¦s se pasara a negociar.
Una estrategia exactamente contraria a la anterior ser¨ªa la de dejar cocer durante mucho tiempo el problema planteado. El Gobierno parece inhibirse del tema, y permite un amplio debate sobre la cuesti¨®n, sin aparentemente tomar partido. El objetivo de esta ambig¨¹edad calculada ser¨ªa que la iniciativa o la decisi¨®n a tomar fuese objeto de un largo proceso de cocci¨®n-discusi¨®n, que de hecho fuese atemperando las posiciones de partida. De esta forma, el Gobierno podr¨ªa tomar una decisi¨®n considerada por las partes como realista, exhaustos todos los actores por una tensi¨®n demasiado sostenida en el tiempo. Algunos m¨¦dicos utilizan t¨¦cnicas similares para convencer a los enfermos m¨¢s aprensivos de la necesidad de una operaci¨®n que, si a corto plazo parec¨ªa imposible e inaceptable, la misma fuerza de los hechos impone como razonable. En algunos pa¨ªses ¨¦sa ha sido la t¨¢ctica adoptada ante problemas de pol¨ªtica internacional o en las azarosas pol¨ªticas de reforma educativa o sanitaria.
Una posible variedad de la v¨ªa cocci¨®n ser¨ªa la de presenciar una soluci¨®n como la ¨²nica posible, desvirtuando una realidad plural y mucho m¨¢s rica en alternativas. En el Reino Unido conocen a la se?ora Thatcher, entre otros apelativos, como Mistress Tina, aludiendo a su "there is no alternative" como la mejor y m¨¢s contundente explicaci¨®n de las concretas opciones de gobierno. Si en pol¨ªtica hay quien insiste que ello es as¨ª en muchas ocasiones, en una disciplina como la de la medicina, mucho m¨¢s propicia a la cientificidad del discurso, se va demostrando d¨ªa a d¨ªa que muchas veces esas supuestas no-alternativas esconden desconocimientos profundos de otros sistemas y principios de curaci¨®n. En muchos de estos Casos, los Gobiernos admiten la impopularidad de ciertas medidas. Pero se subraya su transitoriedad, y se postula que el sacrificio de hoy tendr¨¢ su recompensa en un ma?ana m¨¢s reconfortante. Se acude al m¨¦dico temeroso de que la terapia aconsejada resulte dolorosa, pero se conf¨ªa tambi¨¦n en que ese sacrificio o dolor temporal revierta en unas condiciones de salud mejores. Los problemas empiezan cuando la salud no llega y el dolor tiende a convertirse en permanente. Un buen ejemplo de estas recetas ser¨ªa la l¨ªnea seguida en muchos pa¨ªses al presentar las grandes orientaciones de una pol¨ªtica econ¨®mica que se supon¨ªa impopular.
El poder tiene tambi¨¦n en sus manos la posibilidad de manipular la definici¨®n de un cierto problema que espera soluci¨®n. Utilizando los medios m¨¢s sofisticados o variando a placer los criterios seleccionados para definir las grandes variables econ¨®micas se pueden cambiar las dimensiones aparentes de un problema. Por esa v¨ªa no se resuelve ese problema, pero se logra variar su volumen, su entidad, su visibilidad, facilitando que se aten¨²e su impacto ante la opini¨®n p¨²blica, y disminuya, por tanto, su gravedad. Si los indicadores var¨ªan, ello puede permitir aplazar la resoluci¨®n de un problema sobre el que no se dispone de medios reales de soluci¨®n, o se puede justificar mejor una determinada l¨ªnea de actuaci¨®n.
Los m¨¦dicos, en algunas ocasiones, pueden considerar oportuno no dar a conocer la gravedad real de su estado al enfermo, o explicarle ciertos resultados de los an¨¢lisis que se le han realizado sin una innecesaria crudeza. Se manipula la realidad porque se espera que, de esa manera, los beneficios finales sean superiores para el enfermo o para la pol¨ªtica de los pol¨ªticos. La variaci¨®n y variedad de criterios de selecci¨®n de productos para determinar la evoluci¨®n del nivel de precios, el constante juego de variables econ¨®micas que se utilizan en uno u otro sentido, seg¨²n convenga, o la indeterminaci¨®n de lo que se entiende por desocupado en distintos pa¨ªses, podr¨ªan ilustrar esa terapia.
Hay otras soluciones. Puede presentarse un problema concreto como conectado a un problema de orden mucho m¨¢s general. Su soluci¨®n requerir¨ªa as¨ª un gran cambio estructural. Ello permite dilaciones ante la necesidad de estudios previos que avalen esa alternativa o un cierto grado de inactividad frente al volumen y envergadura de lo que debe reformar. Aunque, por otro lado, en algunos pa¨ªses se han abordado grandes reformas estructurales (empresas p¨²blicas, Seguridad Social, Administraci¨®n p¨²blica ... ), sin que, a pesar de los enormes costos que esos planteamientos tan globales exigen, se haya llegado a los beneficios concretos que se postulaban. O¨ªmos decir que los m¨¦dicos recetan los cambios de vida o el cambio de aires cuando no conocen con exactitud las causas de un malestar que aqueja al paciente. Los Gobiernos reaccionan de la misma manera cuando, ante problemas concretos que no se sabe muy bien c¨®mo abordar, responden m¨¢s o menos de la misma manera: recetando modernizaci¨®n o aludiendo a los retos del final de siglo.
Ante ciertas dificultades, la reacci¨®n de algunos dirigentes pol¨ªticos es seguir una l¨ªnea simb¨®lica o, siendo fieles al s¨ªmil m¨¦dico, dar una respuesta placebo. Si los m¨¦dicos, pueden considerar que la mejor soluci¨®n ante el acoso a que se ven sometidos por ciertos enfermos hipocondriacos es la medicina-placebo, totalmente inocua, pero que opera formalmente como f¨¢rmaco, algunos Gobiernos saben que ciertas pol¨ªticas que se proponen no van a solucionar realmente el problema, pero al menos permiten contradecir a aquellos que les acusan de falta de iniciativa. Ciertas pol¨ªticas seguidas contra la droga o el paro en muchos pa¨ªses podr¨ªan incluirse en este apartado.
Hay veces en que los m¨¦dicos prefieren no dar la batalla ante determinados vicios de sus pacientes, convencidos de que su intolerancia s¨®lo acarrear¨ªa m¨¢s problemas a a?adir a los que se pretende combatir. En ciertas ocasiones, los Gobiernos act¨²an de manera similar, tolerando irregularidades o ilegalidades manifiestas, pero cuya represi¨®n podr¨ªa dar lugar a consecuencias mucho m¨¢s negativas o perniciosas.
Los grandes cambios econ¨®micos y tecnol¨®gicos de los ¨²ltimos a?os han obligado a realizar ejercicios de imaginaci¨®n a una estructura de poder acostumbrada a aplicar ciertas recetas otrora consideradas infalibles. Se han ido acabando las certezas, y va resultando cada vez m¨¢s dificil encontrar l¨ªneas de respuesta a unos problemas dominados por variables cuyos epicentros se encuentran a menudo muy lejos de las posibilidades de intervenci¨®n de los Gobiernos nacionales, o que parecen demasiado complejos en relaci¨®n a unos instrumentos de gobierno que han ido quedando desfasados. En esto, como en otras cosas, la pol¨ªtica se acerca a la medicina en su condici¨®n de ciencias inexactas. La cuesti¨®n es que, a pesar de todo, esos Gobiernos tienen que continuar demostrando d¨ªa a d¨ªa que siguen mandando. Y as¨ª lo exige una sociedad que, si bien va encontrando por s¨ª misma muchas v¨ªas de soluci¨®n, va requiriendo una mayor capacidad de mediaci¨®n y de innovaci¨®n y una mejor preparaci¨®n t¨¦cnica a todos sus gobernantes.
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