Muchos fil¨®sofos
Si nos introduj¨¦ramos de la mano de la etimolog¨ªa, no ser¨ªa dif¨ªcil hallar justificaci¨®n en el hecho que vamos a se?alar. Pero si la etimolog¨ªa da validez a la significaci¨®n originaria de una voz, no siempre la da a las evoluciones de ¨¦sta. ?Qu¨¦ tiene que ver hoy, por ejemplo, la palabra lecci¨®n, ya como que hacer de un profesor en clase, ya como reprimenda o ejemplificaci¨®n ante un comportamiento, con el significado con que naci¨® en nuestra lengua? Siglos atr¨¢s, la lecci¨®n consist¨ªa en la lectura escueta de un texto (acompa?ada m¨¢s tarde de su interpretaci¨®n o comentario) por parte de quien, antes de la invenci¨®n de la imprenta, dispon¨ªa de determinadas obras manuscritas y era experto en su contenido. Si acudimos al diccionario de la Academia, algo perezoso para la incorporaci¨®n de lo nuevo y para la relegaci¨®n de lo arcaico, veremos que a prop¨®sito de fil¨®sofo, y tras la obligada referencia al lat¨ªn y al griego, dice en la acepci¨®n n¨²mero 3: "Persona que estudia, profesa o sabe la filosofia". Y a la acepci¨®n 3 sigue la 4 en estos t¨¦rminos: "Hombre virtuoso y austero que vive retirado y huye de las distracciones y concurrencias", acepci¨®n esta ¨²ltima indicadora de un modo de vivir pero muy distinta de la significaci¨®n de amante del saber, de todos conocida.La especulaci¨®n filos¨®fica en Grecia abarcaba un campo ampl¨ªsimo del saber. Desde entonces los contenidos de la filosof¨ªa se han venido reduciendo al constituirse muchos de ellos en ciencias independientes. A trav¨¦s de este proceso reductor, por fil¨®sofo no se entiende ya el mero aficionado, conocedor o pedagogo de la filosof¨ªa, sino el que crea o pretende crear un sistema o intenta rectificar de manera importante otro sistema establecido en alg¨²n orden de lo tratado por la filosof¨ªa (el ser, el conocimiento, etc¨¦tera). La historia de la filosof¨ªa es parca en cuanto al n¨²mero de estos actuantes, y de modo particular en Espa?a, donde surgen unas cuantas cimas, muy modestas al lado de las surgidas en otros ¨¢mbitos europeos. Poco antes de nuestra guerra e inmediatamente despu¨¦s de ella sobraban dedos en una mano para hacer la suma de nuestros fil¨®sofos en activo. De tal modo que s¨®lo podr¨ªamos dar los nombres de Unamuno, Ortega -a quien muchos negaban la denominaci¨®n de fil¨®sofo para aplicarle la de literato y Zubiri. Desaparecidos los tres, ?existe alguien a quien poder llamar fil¨®sofo en sentido estricto? No resultar¨ªa injusto, arriesgado ni comprometido responder en forma negativa, con todos los respetos para una considerable suma de aficionados, conocedores o docentes de la filosof¨ªa.Lo confusoNo obstante, circula por nuestro mundo cultural una elevada cantidad de sujetos a quienes otorgan el nombre de fil¨®sofos los llamados medios de comunicaci¨®n y la vanidad de algunos de tales sujetos, as¨ª como el ciudadano ingenuo y com¨²n, que entiende por filos¨®fico todo lo confuso o incomprensible. Para quien desde su juventud universitaria aplique esta palabra a escas¨ªsimo n¨²mero de personas, resultar¨¢ sorprendente descubrir que Espa?a se nos ha llenado s¨²bitamente de fil¨®sofos, tanto que ellos mismos se ven obligados a agruparse en unidades de f¨¢cil contabilizaci¨®n. De aqu¨ª que haya asociaciones de fil¨®sofos j¨®venes, lo cual permite suponer que existen tambi¨¦n o existir¨¢n a no tardar asociaciones de fil¨®sofos maduros, vetustos y acaso jubilados.
Pero si su condici¨®n de fil¨®sofos resulta real, urge la tarea de componer una historia de la nov¨ªsima filosof¨ªa espa?ola. Mal a?o entonces para Arist¨®teles, Descartes, Kant, Hegel, etc¨¦tera, y albricias para los ciudadanos de nuestro pa¨ªs. Lo malo ser¨¢ lo arduo de aquella tarea, pues habr¨¢ que localizar a esos nuevos fil¨®sofos de los menesteres divers¨ªsimos en que hoy ocupan su tiempo: autores de art¨ªculos y obras literarias m¨¢s o menos amenas, diputados en ejercicio, negociadores de variadas fiducias, frecuentadores de parties mundanas, teorizadores en simposios culturales de variada vitola, urdidores de frases abstrusas con un micr¨®fono amarrado al ojal de una solapa... Porque en modo alguno ser¨¢ posible localizar a estos fil¨®sofos de hoy en sus hogares, cosa segura si se tratase de los practicantes de la acepci¨®n n¨²mero 4: hombre virtuoso y austero que vive retirado y huye de las distracciones y concurrencias.
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