Ser joven y obrero no es ninguna ganga
La convocatoria de huelga para el pr¨®ximo d¨ªa 14 ha provocado distintas tomas de posiciones y de explicaciones sobre la misma. Para el autor, el Gobierno no hace sino introducir elementos pol¨ªticos al tiempo que trata de poner en marcha mecanismos de disuasi¨®n a los que califica como del antiguo r¨¦gimen.
La perplejidad del Gobierno es pat¨¦tica. Instalados en la apolog¨ªa triunfal de la pol¨ªtica econ¨®mica, no entienden nada. ?A nosotros una huelga general? Es evidente que en el campo de la conciencia feliz, el sentido de culpa no tiene lugar.Cuando se gobierna desde la prepotencia y el desprecio a la mayor¨ªa social, cuando se est¨¢ m¨¢s pendiente de siete banqueros que de tres millones de parados, cuando se utiliza como ¨²nico canal de contacto con la realidad el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), la percepci¨®n del mundo se distorsiona. Se tiene la sensaci¨®n de que uno es el ¨²nico que marca el paso de todo el pelot¨®n.
Por ello, sus primeras reacciones ante el paro general convocado por CC OO y UGT fue cambiarle el sustantivo y calificarle de "injustificado, sin motivos y desproporcionado".
Una vez comprobado que la cosa iba en serio, han respondido con bastante acritud y comenzaron las descalificaciones a los sindicatos: "Irresponsables, insolidarios, corporativos" y otras lindezas. El fondo de la cuesti¨®n es que, desde una ¨®ptica neoliberal, los sindicatos son un elemento distorsionador del mercado. Molesta que existamos; mucho m¨¢s que resistamos y que presentemos alternativas. Con o sin met¨¢foras estelares, prefieren el amarillo al rojo.
M¨¢s tarde recurrieron al envilecimiento del debate, a trav¨¦s de la socorrida t¨¢ctica del ancien r¨¦gime de la conjura judeo-mas¨®nica-comunista, de la politizaci¨®n de las movilizaciones. Nuevo error. Con la tesis de la politizaci¨®n han removido los fondos profundos del malestar social ante el contenido y las formas de gobernar.
Ahora se disponen de nuevo a violentar la raz¨®n y las conciencias de los militantes socialistas oblig¨¢ndoles a tomar partido entre el PSOE o UGT, cuando en realidad el ¨²nico partido que cabe tornar es por los trabajadores.
Al mismo tiempo, comienza una nueva campa?a ot¨¢nica a trav¨¦s del descarado abuso de la televisi¨®n y de algunos otros medios d¨®ciles. Nos abrumar¨¢n.
De nuevo la estrategia del miedo volver¨¢ a aparecer: dramatiz¨¢ndose unas movilizaciones basadas en derechos constitucionales, exagerando el da?o asustando al pa¨ªs con una supuesta violencia, plante¨¢ndose la deslegitimaci¨®n del Gobierno si el paro general es un ¨¦xito. No ser¨ªa raro que alg¨²n asiduo-dependiente de la bodeguilla se encargara de filtrar la amenaza de dimisi¨®n de Gonz¨¢lez. En la medida en que se fomenta el proceso de identificaci¨®n del Gobierno con el Estado, e incluso con la democracia, estar¨ªamos al borde de un cataclismo.
Pero no se preocupen. Es tal el apego al poder que la cosa no pasar¨¢ de una guerra de cifras y de un debate sobre el rol de los piquetes.
Hay que decir, con toda rotundidad, que este pa¨ªs, democr¨¢tico y con una mejor situaci¨®n econ¨®mica, no se merece esta intimidaci¨®n. No es admisible que el Gobierno ponga otra vez al pueblo bajo chantaje cuando se convoca una acci¨®n l¨ªcita y leg¨ªtima por parte de los sindicatos, que es bastante m¨¢s normal y frecuente en Europa de lo que nuestros gobernantes dicen.
Las razones que han llevado a los sindicatos a convocar un paro general son exclusivamente reivindicativas. Veamos:
La reparaci¨®n del da?o causado por el, fracaso de la inflaci¨®n. Frente a la unanimidad de los sindicatos y de todos los grupos parlamentarios, la negativa del Gobierno a asumir su responsabilidad indica mala fe en sus previsiones y supone un atraco social a m¨¢s de ocho millones de personas. Dicha revisi¨®n se debe realizar tambi¨¦n en los convenios colectivos que referenciaron sus salarios con la previsi¨®n de inflaci¨®n, una vez que se modifica ¨¦sta del 3% al 5%.
Tambi¨¦n se exige que cumplan la cobertura al desempleo al 48%, pensiones suficientes y la equiparaci¨®n de las m¨ªnimas al SMI, el reconocimiento del derecho a la negociaci¨®n colectiva de los empleados p¨²blicos, la mejora real de: los salarios y la canalizaci¨®n por ley de los beneficios hacia la creaci¨®n de empleo, la reducci¨®n de la jornada laboral y de la jubilaci¨®n, la defensa de los trabajadores temporales y la consolidaci¨®n del empleo, etc¨¦tera.
Subempleo juvenil
El aut¨¦ntico casus belli que agota la paciencia de los sindicatos es el plan de subempleo juvenil. Para empezar, no es un plan. Es una medida concreta, llamada contrato de inserci¨®n, que se vendr¨ªa a sumar a los 14 modelos de contrataci¨®n precaria existente. En realidad, es la creaci¨®n de una nueva categor¨ªa laboral: la de joven. Categor¨ªa que supone b¨¢sicamente la discriminaci¨®n de los j¨®venes respecto al resto de los trabajadores, a los que se aplicar¨ªa una relaci¨®n especial como la que tienen los presos y alg¨²n otro colectivo. No estar¨ªan cubiertos por la negociaci¨®n colectiva y cobrar¨ªan salarios muy inferiores, violando el principio de "a igual trabajo igual salario".
Los sindicatos y las organizaciones juveniles se oponen a la medida por considerarla una de las mayores agresiones de los ¨²ltimos a?os a los trabajadores, los parados y los j¨®venes. La pr¨¢ctica totalidad de las organizaciones juveniles la han rechazado. Se podr¨¢ pensar que es un extra?o mendigo el que arroja al arroyo su ¨²ltima moneda. Pero los j¨®venes saben que con las medidas propuestas no salen de la marginaci¨®n.
Las razones del rechazo de los sindicatos son claras. No sirve para crear empleo, s¨®lo precariza a¨²n m¨¢s el mercado de trabajo. Se proponen 800.000 contratos de inserci¨®n en tres a?os. Pues bien, en el trienio ¨²ltimo se han contratado a 1.200.000 j¨®venes en pr¨¢ctica y formaci¨®n, que son los contratos que en la pr¨¢ctica se van a sustituir por el nuevo modelo. La v¨ªa del soborno a la patronal para crear empleo es absolutamente ineficaz. Aun con una ley que regale obreros, los grandes empresarios no se quedar¨ªan con todos.
No forma a los j¨®venes. No hay ning¨²n tipo de relaci¨®n entre la formaci¨®n adquirida y el puesto de trabajo. Tampoco inserta a los j¨®venes. No tiene nada que ver con el antiguo aprendizaje que finalmente acababa en un empleo fijo.
Ahora, como m¨¢ximo, a los 18 meses los j¨®venes volver¨ªan a la calle con su oportunidad agotada. Actualmente existen 548.000 j¨®venes parados menores de 25 a?os que han pasado por alg¨²n contrato de trabajo. Seg¨²n la filosof¨ªa del Gobierno, deber¨ªan de haber seguido trabajando, pero la realidad indica lo contrario.
Es una ganga para la patronal. Si se suman las subvenciones, la exoneraci¨®n de las cotizaciones sociales y las exenciones fiscales previstas por la ley, al empresario le sale gratis, o incluso puede ganar dinero neto.
En relaci¨®n a lo anterior, es una invitaci¨®n al despido de los trabajadors fijos, tanto adultos como j¨®venes. A pesar de las supuestas garant¨ªas para evitar el llamado efecto sustituci¨®n, este proceso se ha venido registrando con gran fuerza en los ¨²ltimos a?os con garant¨ªas similares. Es evidente que la sustituci¨®n de fijos por estos nuevos contratos no se puede producir en los puestos de trabajo de gran cualificaci¨®n, pero s¨ª en el resto de los empleos menos especializados.
Desahucia definitivamente a m¨¢s de dos millones de parados de la posibilidad de encontrar un empleo: mayores de 25 a?os o menores de esta edad que tuvieron la desgracia de haber trabajado alguna vez durante m¨¢s de tres meses. ?Es que el Gobierno piensa jubilar a los ancianos mayores de 25 a?os que no tienen trabajo?
El Gobierno quiere llevar a esta sociedad a la disyuntiva de que s¨®lo se puede crear empleo aceptando la precariedad y la sobreexplotaci¨®n de los j¨®venes. Es tanto como dar a elegir a una persona entre que la maten o la corten las dos piernas. La disyuntiva es falsa si existe la posibilidad de optar por la vida, o en este caso por el derecho a un empleo digno.
M¨¢s y mejor empleo
Y esa posibilidad existe. Los sindicatos tenemos alternativas que hemos querido negociar: el reparto del trabajo a trav¨¦s de la reducci¨®n de la jornada laboral a 35 horas para 1992, la jubilaci¨®n progresiva hacia los 60 a?os, la eliminaci¨®n de las horas extras y el pluriempleo; amplios programas de inversi¨®n p¨²blica que, a la vez que generan empleo, mejoran los servicios y el nivel de las infraestructuras; desarrollo de una pol¨ªtica de reindustrializaci¨®n; ley (como en Suecia) que act¨²e sobre los beneficios para dirigirlos a la inversi¨®n productiva; fomento del trabajo social; programas de contrataci¨®n y formaci¨®n en las empresas y administraciones p¨²blicas y en las privadas, con control sindical; conversi¨®n de los contratos temporales en fijos; emersi¨®n de la econom¨ªa sumergida, etc¨¦tera. ?ste no es el programa del soviet de Petrogrado, sino, sencillamente, medidas en las que podr¨ªa verse reflejado cualquier neokeynesiano de izquierda.
Adem¨¢s, hay recursos:
- En 1987, el Estado tuvo un bill¨®n de pesetas de ingresos fiscales y cotizaciones sociales extras. Se destin¨® a reducir el d¨¦ficit p¨²blico, que es inferior en Espa?a en 1988 (3,3% del PIB) que la media de la CEE (4,1%).
- Se estima en dos billones el fraude fiscal. Hacienda podr¨ªa controlar, si quisiera, a los 2.000 defraudadores de los seguros en prima ¨²nica, que dejan de pagar 500.000 millones de pesetas. Lo de los famosos -que no est¨¢ mal- es el chocolate del loro y es m¨¢s una pol¨ªtica de escaparate que de eficacia recaudatoria antifraude.
- Existe un elevado gasto militar: 1,1 billones anuales y una inversi¨®n prevista de 2,7 billones hasta 1993 (incluido piano).
- Se calcula en tres billones de pesetas al a?o las subvenciones y ayudas p¨²blicas que por diferentes v¨ªas y conceptos reciben o dejan de pagar las empresas.
Pero el Gobierno tiene otras prioridades: la reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico y la lucha contra la inflaci¨®n, y el aumento de los beneficios empresariales, que se han multiplicado por cuatro en los dos ¨²ltimos a?os. Los trabajadores nada podemos esperar de una pol¨ªtica econ¨®mica al servicio del capital, cuyo inspirador (Boyer) se prepara para el asalto a la presidencia del mayor banco privado del pa¨ªs.
El Gobierno de la derecha del PSOE ha hecho una apuesta estrat¨¦gica por la precarizaci¨®n y en favor de los intereses de la derecha econ¨®mica. Quieren seguir gobernando a cualquier precio. S¨®lo desde la apertura a la derecha que ha realizado, se puede entender la crisis profunda de la derecha pol¨ªtica. El plan de subempleo juvenil ¨²nicamente se explica como una medida electoralista.
Adem¨¢s, estos genios de la propaganda pretenden con ello ocultar su fracaso m¨¢s rotundo: la existencia de tres millones de parados (con ligeras oscilaciones estacionales), y obtener beneficios electorales con la demag¨®gica campa?a hacia los padres de familia.
Cre¨ªan que ser¨ªa un paseo triunfal. Se han encontrado con un gran ?basta ya! y la exigencia de una pol¨ªtica favorable a la mayor¨ªa social, por parte de todos los sindicatos j¨®venes, agricultores, actores, futbolistas, intelectuales, etc¨¦tera. Pero en vez de rectificar y cambiar, se empecinan y ensoberbecen.
Ante este panorama no nos queda m¨¢s remedio que organizar una moviizaci¨®n general, con la ¨²nica intenci¨®n y esperanza de que aprendan a dialogar y a buscar la verdad, en t¨¦rminos de racionalidad hist¨®rica. Como dice el proverbio de Machado, poeta favorito del vicepresidente: "?Tu verdad? No, la Verdad. / Y ven conmigo a buscarla. / La tuya gu¨¢rdatela".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.