Serpentina
Ser de derechas o de izquierdas, progresista o reaccionario es en el fondo un problema de minerales. La ideolog¨ªa del individuo reside en un capilar del cerebro que era hasta ahora inaccesible a la ciencia y por supuesto tambi¨¦n al bistur¨ª. Esta diminuta serpentina se halla situada en la ¨²ltima fosa de la mollera, junto a los bulbos de la risa y del llanto, y por ella discurren sustancias qu¨ªmicas adecuadas ala edad. Los j¨®venes quieren cambiar el mundo y algunos incluso sue?an a¨²n con hacer la revoluci¨®n, eso significa que el sulfato de hierro, el potasio y el ¨¢cido asc¨®rbico nutren de forma plet¨®rica esa fibra donde se asienta la esperanza. En cambio, a medida que uno envejece se vuelve conservador y esto no es m¨¢s que un proceso escler¨®tico. El capilar de la ideolog¨ªa, como cualquier otro vaso o arteria, con el tiempo se endurece, deja de recibir yodo y mononitrato, en las paredes se va fijando el holl¨ªn de la existencia y su propietario comienza a verlo todo negro: un navajero en cada esquina y en el horizonte el polvoriento valle de Josafat con las sepulturas abiertas. No obstante, existen muchos j¨®venes cavern¨ªcolas y ancianos que todav¨ªa conf¨ªan en la dinamita. Son excepciones de la bioqu¨ªmica, pero de esto hoy la gente se puede operar.Ahora es posible fabricar pastillas que ayuden a creer en Dios o, en su defecto, en el Registro de la Propiedad; ciertas grageas que te conviertan en suave reformista; algunas p¨ªldoras que sirvan para seguir esperando la dictadura del proletariado. Despu¨¦s est¨¢ el quir¨®fano si uno desea la soluci¨®n definitiva. Te tumbas en la piedra el cirujano te abre con un escoplo la cacerola y a trav¨¦s de la masa cerebral va en busca de tu ideolog¨ªa, que duerme dentro de un hilo en un lecho de babosas. Con un leve toque de pinzas puede adaptar tus creencias a tus intereses o simplemente cortar la serpentina y entonces te despiertas al final de la anestesia, apartas los visillos y obtienes para siempre del universo la visi¨®n de un buen socialista: ves la realidad como un gran plato de arroz con leche.
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