Doble lectura
LOS DATOS que refleja la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA) del tercer trimestre del a?o vienen a sumarse a los argumentos dial¨¦cticos del Gobierno y de las centrales sindicales en medio del frenes¨ª originado por la convocatoria de la huelga general del pr¨®ximo d¨ªa 14. La doble lectura de los mismos permite muchas interpretaciones. La Administraci¨®n se apresur¨® a poner el acento en algunos hechos positivos para su pol¨ªtica. As¨ª, por ejemplo, que en el per¨ªodo julio-septiembre de 1988 se registraron 142.400 nuevos empleos respecto al trimestre anterior, lo que viene a suponer un ritmo de creaci¨®n de 1.500 puestos de trabajo diarios en el per¨ªodo de referencia. Si el c¨¢lculo se extiende a los 12 ¨²ltimos meses, esa media diaria se sit¨²a en 1.000 nuevos empleos, lo que equivale a una creaci¨®n neta de 329.600 puestos de trabajo a lo largo del ¨²ltimo a?o. Para el Gobierno, la botella del empleo est¨¢ medio llena.Pero, por encima de la relativa brillantez de estas cifras, las centrales sindicales hacen hincapi¨¦ en la imparable precarizaci¨®n del empleo: en el per¨ªodo julio-septiembre del presente a?o se han registrado 216.500 contratos temporales, mientras que en el mismo plazo los contratos de tipo indefinido, es decir, de empleo estable, se han saldado con una p¨¦rdida neta del 1,40%. La destrucci¨®n de 89.600 empleos fijos -actualmente uno de cada cuatro trabajadores tiene que conformarse con un contrato eventual- es una bandera que agitan los sindicatos como muestra del car¨¢cter injusto e ineficaz de la estrategia econ¨®mica del Gobierno. Tanto Comisiones Obreras como la Uni¨®n General de Trabajadores consideran que la disminuci¨®n de 48.900 parados en el tercer trimestre sobre el trimestre anterior es una victoria p¨ªrrica frente a la p¨¦rdida de 304.400 empleos fijos entre el segundo trimestre de 1987 y el tercero de 1988. Desde su perspectiva, la botella est¨¢ medio vac¨ªa.
Como se ve, la valoraci¨®n oficial y la sindical discurren por l¨ªneas paralelas que dif¨ªcilmente podr¨¢n encontrarse si no hay una variaci¨®n de rumbo por alguna de las partes. Parece l¨®gico que las centrales sindicales, que se debaten entre la debilidad de afiliaci¨®n y el riesgo de verse superadas por otro tipo de organizaciones obreras de base -hay que recordar la experienc¨ªa de los referendos de banca, Telef¨®nica, ense?anza o el reciente de FASA-Renault, donde las posturas moderadas defendidas por los sindicatos mayor¨ªtarios fueron rechazadas por los trabajadores-, vuelquen sus energ¨ªas sobre estos aspectos sociales, en detrimento de la comprobaci¨®n de que la econom¨ªa espa?ola se encuentra en una nueva situaci¨®n que est¨¢ permitiendo crear empleo, aunque no sea de la calidad deseada por los trabajadores.
Ello no impide reconocer que tampoco se han registrado excesivos avances en este frente a trav¨¦s de la pol¨ªtica oficial. El porcentaje de paro no baja del 19% desde hace demasiado tiempo -siempre en las cercan¨ªas de los tres millones de desempleados- y las mejoras alcanzadas son tan t¨ªmidas que se reducen a un baile de decimales, junto al drama del desempleo de los j¨®venes, problema que el Gobierno trata de paliar con el contestado Plan de Empleo Juvenil.
El hecho de esa doble lectura de la EPA -el excesivo optimismo oficial y la contumaz cr¨ªtica negativa sindical- es un reflejo de dos posturas que han llegado a ser irreconciliables, y que, sin embargo, deben terminar por encontrar alg¨²n punto de aproximaci¨®n, probablemente donde las centrales valoren en sus t¨¦rminos justos los logros del Gobierno socialista y donde el Ejecutivo no olvide sus or¨ªgenes ni los intereses de todos los asalariados, su base social natural.
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