La verdad se oculta m¨¢s que nunca, dice Sciascia
El novelissta siciliano publica 'El caballero y la muerte'
Hac¨ªa tiempo que Leonardo Sciascia no creaba una expectaci¨®n semejante, y eso pese a que El caballero y la muerte (Adelphi) tiene 90 breves p¨¢ginas y tan s¨®lo hoy debe de estar llegando a las librer¨ªas de Roma. Los cronistas italianos han dicho que se trata de un libro memorable, y alguna amiga suya, que es casi una, autobiograf¨ªa. Vuelve a aparecer la figura del investigador que no concluye, quiz¨¢ la m¨¢s caracter¨ªstica de su vasta obra. En esta ocasi¨®n, 1989, es un polic¨ªa desahuciado y, con esa nitidez de acero que define a Sciascia, la obra profetiza desgracias. Ocurre que varias de las profec¨ªas de Sciascia se han cumplido. El escritor recibi¨® a un redactor de EL PA?S en su domicilio de Palermo, Sicilia.
Leonardo Sciascia tuvo presentes, esto es, los tuvo ante s¨ª, dos cuadritos no muy grandes cuan do ide¨® y escribi¨® el libro: El caballero, la muerte y el diablo -un grabado de Durero que representa a un guerrero en su montura y junto a ¨¦l, el diablo, a caballo tambi¨¦n-, y el capricho de Goya que se titula Ha muerto la verdad. El resultado es la misma prosa clara caracter¨ªstica de Sciascia, y lo que seg¨²n los primeros cronis tas italianos supone el regreso del escritor a la narrativa despu¨¦s de varios a?os de novela documental. "Yo no hago diferencia entre los g¨¦neros", comenta el escritor, para quien todos estos an¨¢lisis no son m¨¢s que un s¨ªntoma de la pereza mental de los cr¨ªticos.As¨ª, una narraci¨®n en apariencia sencilla, en apariencia policiaca: un inspector designado por su funci¨®n, Vice (polic¨ªa, en jerga italiana), indaga la muerte de un tal abogado Sandoz, que el d¨ªa antes de su asesinato recibi¨® una nota: "Ti uccider¨®" ("Te matar¨¦"), dec¨ªa.
"No temo a la muerte", dice Sciascia, que en alg¨²n sitio ha e? tado a Montaigne: "Vivir es pre pararse a bien morir". "A lo ¨²ni co que temo", prosigue, "y es una neurosis, es a ser enterrado vivo." La muerte es uno de los pocos temas que se repiten a lo largo de una conversaci¨®n en varias etapas a lo largo de un fin de semana. En otro momento dir¨¢ que siente una cierta curiosidad intelectual por ella, pues no la conocemos. Curiosidad, y tambi¨¦n "ilusi¨®n de que se trate de un puerto de paz".
La precariedad
Da la impresi¨®n de que la valent¨ªa del escritor no depende del peligro. Da la impresi¨®n, simplemente, de que Sciascia es un hombre valiente. Y no s¨®lo por sus grandes atrevimientos, si as¨ª se pueden llamar, como sus enfrentamientos con poderes muy fuertes: la mafia, a la que no ha cesado de atacar durante d¨¦cadas desde el coraz¨®n mismo de Sicilia, y el movimiento en contra de ella, que seg¨²n ¨¦l da de comer a algunos; la Iglesia, sobre la que ironiza sin pausa; el partido Comunista, del que acept¨® ser compa?ero de viaje durante un a?o y medio en el ayuntamiento de Palermo; el terrorismo brigadista: siempre dijo que ten¨ªa color rojo... No, da la impresi¨®n de que es un valiente porque lo demuestra en hechos sencillos. Cuando el sorprendido visitante de su casa le pregunta si no teme por la seguridad de su formidable colecci¨®n de arte, que mima con el vicio de un aut¨¦ntico enganchado, responde: "Oh, sabe usted, siempre he cre¨ªdo que los bienes materiales son muy precarios".
En sus numerosas batallas contra eas? todos, Sciascia se ha forjado una imagen m¨¢s bien dura, y en Italia su nombre divide a los contertulios en dos bandos: a favor y en contra. Es adem¨¢s siciliano hasta en las contradicciones de su relaci¨®n con la isla -"ni contigo ni sin t¨ª puedo vivir"- y tienta caer en el t¨®pico que les atribuye reserva, pesimismo, inter¨¦s por la muerte, inteligencia... La reserva se quiebra pronto, qui¨¦n sabe por qu¨¦ mecanismo interior, y entonces, en un comportamiento afable y suave, destaca con fuerza un extremado pesimismo. "El poder es el poder", medita sobre uno de los temas m¨¢s constantes de su obra, "y todo poder es demon¨ªaco. Ahora es m¨¢s poder que nunca. Invisible, subterr¨¢neo, domina nuestra vida..."
Maestro durante veinte a?os porque no tuvo dinero para estudiar derecho -la justicia, reconoce, no s¨®lo es otro de los grandes temas de su obra, sino la obsesi¨®n que gu¨ªa su actitud de hombre p¨²blico-, Sciascia ha llegado a creer que "toda revoluci¨®n termina siendo contrarrevolucionaria", y que hoy por hoy "el ¨²nico acto revolucionario es ser conservador, siempre y cuando se intente conservar lo mejor del pasado; el que quiere conservar lo peor es el contrarrevolucionario". Por ejemplo, la eterna coartada para evitar el compromiso, el "tengo familia", no es seg¨²n Sc¨ªasc¨ªa m¨¢s que "un pasaje para la cobard¨ªa".
"Veo irreversible el proceso de deterioro humano", dice Sciascia con su voz enflaquecida por una vida de tabaco. "Nadie puede convencer a la gente para que utilice el coche de una forma racional, para que no mire la televisi¨®n" (objeto estupidizante, lo llamar¨¢, y tambi¨¦n poder), "para que no contamine la naturaleza". Y m¨¢s adelante: "El proceso cient¨ªfico lleva a la humanidad al desastre. Es posible que los fisicos hayan encontrado un momento para meditar sobre Hiroshima y Chernobil, pero los bi¨®logos corren de una forma preocupante". Como ya dijo Ortega, que Sciascia admira, el hombre tien,e menos silencio que nunca para pensar. "No creo que llegue a ocurrir el desastre nuclear deliberado, pero pueden ocurrir tantas otras cosas..."
Es evidente que El caballero y la muerte es una obra autobiogr¨¢fica, y no s¨®lo porque el protagonista fume con temeridad y posea el grabado de Durero. Lo es, sobre todo, porque trata de las cosas que, parece, preocupan a Sciascia sobremanera. La muerte de la verdad, por ejemplo. "Tengo la obsesi¨®n evang¨¦lica por la verdad, sin la cual no hay libertad posible", dice. "Y el poder de hoy no admite la verdad". "Es cierto que la muerte es una verdad inescrutable, pero tambi¨¦n existe una verdad en el sentido civil". Hubo periodos de la historia, como el siglo XVIII, en los que la verdad casi convivi¨® con el poder. "Hoy est¨¢ m¨¢s oculta que nunca".
El nesgo de leer a Tolstoi
Sciascia le¨ªa un d¨ªa a Tolstoi cuande, le llegaron las pruebas de El d¨ªa de la lechuza, una de las m¨¢s de treinta obras de su bibliografia, cuyo n¨²mero exacto dice no conocer. El choque entre su prosa y la del ruso le cre¨® una gran depresi¨®n y retras¨® la entrega de las pruebas durante semanas.
Es un escritor famoso por haberlo le¨ªdo todo -quedan pocos de esta clase-, y por sus grandes pasiones: Tolstoi, Voltaire, Cervantes, en general franceses y espa?oles. Sobre todo, Stendhal. "Stendhal amaba muchas cosas que yo odio, por ejemplo la mafia, pero ten¨ªa una pasi¨®n por la libertad. Sobre todo lo amo porque en su obra hay la menor separaci¨®n posible entre el texto y la vida".
Sciascia conoce la literatura espa?ola como no la conocen muchos espa?oles. Adem¨¢s de Cervantes, sobre quien ha escrito a menudo, prefiere a Calder¨®n, La vida es sue?o, "porque da la idea m¨¢s completa de lo que es el poder. Me dio mucho que pensar en el caso Moro".
Los dos libros que prefiere de su propia bibliograf¨ªa son La desaparici¨®n de Mayorana y El caso Moro. Esa fue otra de sus profec¨ªas: antes de que ocurriera, public¨® Todo modo, novela de escalofriantes similitudes con lo que iba a suceder. Otras profec¨ªas: el nacimiento de la antimafia, y las disensiones entre los jueces que la combaten.
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