?Y despu¨¦s, qu¨¦?
No alcanzo a entender por qu¨¦ se convoca una huelga general en Espa?a. Toda huelga general es siempre una huelga pol¨ªtica. Bien es verdad que, quedando tan lejana la ¨²ltima convocatoria de estas caracter¨ªsticas en nuestro pa¨ªs, es cierto que no existe hoy conciencia c¨ªvica de la gravedad que tal acci¨®n supone. Ning¨²n sindicalista responsable convoca huelgas cuando hay una oferta de negociaci¨®n abierta y el acuerdo es, por tanto, todav¨ªa posible. Creo que para analizar con rigor lo que est¨¢ ocurriendo es preciso centrar la reflexi¨®n en dos cuestiones: la peligrosa politizaci¨®n del sindicalismo espa?ol, que conduce a convocatorias irresponsables, y la actitud de determinados sectores de la poblaci¨®n, que consideran el d¨ªa 14 como una jornada de desahogo nacional, sin atribuirle especial gravedad y trascendencia.Desahogo nacional
El desahogo nacional se concreta en el hecho de que entre los ciudadanos que han decidido participar en la huelga, que no son la mayor¨ªa de este pa¨ªs, ¨¦sta tiene para cada uno de ellos un sentido particular. Se alza la mirada al Gobierno y cada cual hace su interpretaci¨®n subjetiva del agravio particular. Incluso algunos reconocen no tener ninguna reivindicaci¨®n pendiente frente al Gobierno (futbolistas), o vienen de firmar un acuerdo satisfactorio con el mismo (maestros). Se habla de toque de atenci¨®n, de cap¨®n a Felipe Gonz¨¢lez. Se insiste en que no se quiere derribar este Gobierno, y potenciales huelguistas afirman su intenci¨®n de votar al PSOE al d¨ªa siguiente. La huelga es gratis. No pasa nada porque el Gobierno tiene mayor¨ªa absoluta. S¨®lo pretendemos que no se olviden que son socialistas y que tienen que repartir la riqueza. Creo que es un preocupante signo de inmadurez pol¨ªtica la utilizaci¨®n de una huelga general como terapia colectiva.
El an¨¢lisis del desahogo nacional no puede conducir a eximir de su responsabilidad a los dirigentes sindicales. Es cierto que los principales responsables de la oposici¨®n o no est¨¢n o no van al Parlamento, y el escaso debate pol¨ªtico que se produce en el pa¨ªs lo tienen que plantear extramuros de las c¨¢maras. Ante este vac¨ªo, los dirigentes sindicales han polarizado el debate pol¨ªtico con el Gobierno, desde mi punto de vista, con la pretensi¨®n de ocultar su debilidad real en la sociedad espa?ola mediante la confrontaci¨®n sistem¨¢tica con los poderes p¨²blicos. Se ha abandonado el sindicalismo de empresa que ha permitido el avance de las relaciones industriales y se intenta la construcci¨®n de un poder sindical de elite alimentado, casi en exclusiva, de la confrontaci¨®n con el Gobierno. Creo que este planteamiento es un craso error para el sindicalismo espa?ol. Pero aceptemos el escenario, no por bueno, sino porque as¨ª est¨¢ planteado.
Abordemos, por consiguiente, el debate con las c¨²pulas sindicales sabiendo que el mismo tiene un indudable car¨¢cter pol¨ªtico. El discurso de los l¨ªderes sindicales est¨¢ preso de una insalvable contradicci¨®n: "No estoy de acuerdo con la pol¨ªtica econ¨®mica y social del Gobierno. Adem¨¢s, cuando el Gobierno me ofrece la posibilidad de discutirla, no quiero discutirla. Y como no quiero discutirla, convoco una huelga general". De esta manera se agota un recurso extremo del movimiento obrero para estar el d¨ªa despu¨¦s en la misma situaci¨®n que el d¨ªa antes. ?Van a aceptar los sindicatos discutir la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno despu¨¦s del 14 de diciembre? Si la respuesta es s¨ª, nos podr¨ªamos haber ahorrado la huelga, o, al menos, haberlo intentado negociando antes. Si la respuesta es negativa, ?con qu¨¦ finalidad se hace la huelga? Si no se quiere negociar, obviamente, el Gobierno deber¨¢ seguir desarrollando la pol¨ªtica econ¨®mica que ha permitido sacar a este pa¨ªs de la crisis. Los l¨ªderes sindicales aseveran, desde la ignorancia intencionada de todos los datos que corroboran la tesis contraria, cuando Europa entera habla del milagro econ¨®mico espa?ol. Hoy, como consecuencia de esa equivocada pol¨ªtica, la econom¨ªa espa?ola crece m¨¢s r¨¢pidamente que la del conjunto de pa¨ªses que integran la CE, y las cifras de creaci¨®n de empleo neto triplican las de los pa¨ªses de nuestro entorno. Por lo dem¨¢s, no existen alternativas cre¨ªbles a esta pol¨ªtica, como lo demostr¨® el fracaso de la experiencia expansionista ensayada por los socialistas franceses en 1982, o al menos si existen no se explicitan ni concretan.
Esta criticada pol¨ªtica econ¨®mica tampoco ha disminuido el poder adquisitivo de los trabajadores, como se dice. El crecimiento de los salarios reales en lo que va de a?o se sit¨²a en el 8,4%, es decir, tres puntos por encima de la inflaci¨®n prevista en el peor de los casos. Las retribuciones de los funcionarios, a quienes se pone como ejemplo de los perjudicados, han subido un 74,8%, frente a una inflaci¨®n acumulada del 57,4% en el per¨ªodo 1982-1988. Hay adem¨¢s dos millones m¨¢s de pensionistas que en 1982, sin que ninguno de ellos est¨¦ perdiendo poder adquisitivo.
Giro social
Los dirigentes sindicales reclaman un giro social. Pero cuando tratan de concretarlo, su oferta se reduce fundamentalmente a incrementos salariales en el sector p¨²blico. Para los socialistas, la pol¨ªtica social no es un giro en el vac¨ªo, sino otras cosas. Perm¨ªtanme aportar unos cuantos, datos fundamentales. En el per¨ªodo 1985-1988 se han creado cerca de un mill¨®n de empleos netos. El pr¨®ximo a?o la asistencia sanitaria p¨²blica cubrir¨¢ a todos los espa?oles. El 90% de los alumnos no universitarios tienen estudios gratuitos, Y el grado de escolarizaci¨®n entre 4 y 16 a?os es pr¨¢cticamente general. La pensi¨®n media de jubilaci¨®n se ha incrementado en un 78% en cinco a?os y las prestaciones por desempleo se han triplicado. Las rentas salariales suponen ya el 51 % de la renta nacional. Se han puesto en marcha las inversiones m¨¢s importantes de este siglo para la mejora de las carreteras y de la red de ferrocarriles con el objetivo de dotar al pa¨ªs de unas infraestructuras necesarias para su mejor desarrollo. ?Es justo que se diga que en este pa¨ªs no hay pol¨ªtica social? Se podr¨¢ discutir si se puede hacer m¨¢s de lo que se hace a la salida de una grav¨ªsima crisis econ¨®mica. En todo caso, los l¨ªderes sindicales tienen abiertas las puertas del palacio de la Moncloa para discutir y negociar precisamente qu¨¦ m¨¢s se puede hacer desde un punto de vista de la pol¨ªtica social del Gobierno.
Los dirigentes sindicales se han negado tambi¨¦n a discutir el Plan de Empleo Juvenil con el partido socialista. Ya es una contradicci¨®n que un sindicato est¨¦ en contra de un plan de empleo. ?Por qu¨¦ sin haber querido discutirlo se pretende que los socialistas no intentemos sacar a buena parte de la juventud de las calles y darles la posibilidad de tener un primer empleo? Nuestra obligaci¨®n de solidaridad con la juventud es intentarlo. Otros critican este plan sin plantear ninguna alternativa concreta, salvo la de la ret¨®rica que no crea empleo. Lo razonable ser¨ªa esperar a ver cu¨¢les son los efectos del Plan de Empleo Juvenil para juzgarlo. Quiz¨¢ dentro de un a?o 200.000 j¨®venes espa?oles han encontrado un primer empleo, est¨¢n aprendiendo un oficio y est¨¢n ganando un salario. Si es as¨ª, el plan habr¨¢ sido bueno, por lo menos para los j¨®venes que no ten¨ªan trabajo y lo han encontrado en virtud del mismo.
Esta huelga no tiene ning¨²n sentido. Se nos ha dicho que hemos dramatizado la convocatoria de huelga general. Que hubiera sido mejor dejar pasar el c¨¢liz del d¨ªa 14 como si nada importara. Pero s¨ª importa. Queremos construir un pa¨ªs serio. No vamos a preguntar en esta ocasi¨®n ?qui¨¦n gestiona la huelga general? Pero s¨ª podemos preguntar ?y despu¨¦s, qu¨¦? ?Van a seguir los sindicatos neg¨¢ndose a negociar? ?Van a convocar huelgas generales cada tres meses? Caben serias dudas de que la suma de agravios comparativos que ahora pudieran alimentar la convocatoria pueda plasmarse en un bloque social estable. La din¨¢mica de la confrontaci¨®n as¨ª abierta desgastar¨ªa a los sindicatos en mayor medida que al Gobierno, ya que muchos trabajadores sindicados no podr¨ªan entender la (inexistente) l¨®gica de esta apuesta por la confrontaci¨®n en vez de por la negociaci¨®n.
Lo peor de esta huelga es que es in¨²til. ?No ser¨ªa m¨¢s sensato sentarse a negociar de inmediato antes de la misma ? Eso ser¨ªa lo razonable, pero sus dirigentes parecen m¨¢s empe?ados en otros objetivos que en propiciar un sindicalismo que beneficie al conjunto de los trabajadores. Por ello lo razonable no parece posible en este pa¨ªs, aunque ser¨ªa lo deseable.
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