M¨¢s all¨¢ de una celebraci¨®n
Con la elegancia propia de su palabra y la emoci¨®n de sus convicciones, Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez se ha referido estos d¨ªas a la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos como "la m¨¢s hermosa sinfon¨ªa incompleta". No exist¨ªa ciertamente en la historia de la humanidad, hasta su adopci¨®n, texto internacional comparable en su altura de miras y en la preeminencia que concede a los valores ¨¦ticos y morales. Ese gran hito civilizador que es la Declaraci¨®n Universal supuso una gigantesca conquista de la conciencia de los hombres. Gracias a ella se actualizaron y completaron las geniales intuiciones y logros previos de algunas sociedades nacidas de la revoluci¨®n industrial y de las posteriores principales revoluciones pol¨ªticas. Pero conviene no olvidar que el inmenso salto de calidad que se dio en 1948 fue a costa de una guerra mundial, ejemplo de cuanto no debe hacer nunca el hombre contra el hombre. Desde entonces, los desarrollos normativos que ha experimentado en el plano internacional la Declaraci¨®n Universal no han hecho sino confirmar la vigencia de este texto. De entre los numerosos convenios internacionales celebrados en la materia bajo los auspicios de las Naciones Unidas y en el ¨¢mbito de ciertas organizaciones regionales destaca a¨²n hoy el sistema de protecci¨®n instaurado por el convenio europeo de 1950, que permite conocer de reclamaciones de particulares contra los Estados partes. Aun as¨ª, los derechos humanos siguen siendo conculcados todos los d¨ªas en demasiados pa¨ªses, y no s¨®lo por algunos de los Gobiernos del mundo -todos los cuales tienen la obligaci¨®n de ser valedores solidarios de, esos derechos ante la comunidad internaciona, por encima de las soberan¨ªas de los Estados, como lo ha subrayado con valor el ministro espa?ol Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez-, sino muy particular y sistem¨¢ticamente por cuantos grupos practican la violencia y el terror. M¨¢s a¨²n: tambi¨¦n falta no s¨®lo extender el reconocimiento general tanto de los derechos civiles y pol¨ªticos como de los derechos econ¨®micos, sociales y culturales, sino igualmente profundizar la atenci¨®n de no pocos aspectos en relaci¨®n a los derechos de una y otra naturaleza y, en particular, por lo que se refiere a ciertos sectores de poblaci¨®n, tales como los ni?os, las minor¨ªas y los marginados, sin olvidar los derechos de los ancianos, inmersos en sociedades cada vez m¨¢s insensibles a la isoledad y a las penurias de sus mayores.Respetar la vida
El deberde respetar y proteger la vida de cada ser humano, ¨²nico e irrepetible, evitando los ego¨ªsmos, la agresividad y las apetencias de dominaci¨®n, y el deber de tolerancia y de reconocimiento de la dignidad humana, para lo cual es esencial asegurar la libertad de expresi¨®n y de di¨¢logo, sin fanatismos, son botones de muestra del vasto campo que ofrece esta labor de profundizaci¨®n.
Con todo y con eso, es much¨ªsimo lo que la humanidad ha alcanzado entre tanto gracias a estos valores declarados y pactados, aunque deficientemente aplicados. Pero, con ser extraordinario este marco referencial de prop¨®sitos y aspiraciones, resulta, sin embargo, insuficiente a todas luces con vistas a la futura sociedad que ya empieza a emerger. Dentro de esa visi¨®n m¨¢s amplia, es ahora urgente plantear cuanto antes una versi¨®n actualizada de los derechos humanos que incorpore las nuevas responsabilidades que los hombres y las mujeres tenemos que asumir, tal y como acord¨® la reciente conferencia anual del Club de Roma en torno a una iniciativa m¨ªa.
En nuestros d¨ªas no s¨®lo se quiebra demasiadas veces la paz, aun a pesar de la actual esperanza balbuciente de una distensi¨®n entre las grandes potencias, sino que ha comenzado a extenderse un sinn¨²mero de guerras, no declaradas formalmente, del hombre contra la biosfera; es decir, contra su propio sost¨¦n y contra la supervivencia de las especies animales y vegetales, en trance ya de desaparici¨®n masiva.
De este modo, y dado el efecto acumulativo de buena parte de la contaminaci¨®n y del derroche de recursos en marcha, lo que est¨¢ en juego en ¨²ltimo an¨¢lisis es la supervivencia de las futuras generaciones.
Generaciones venideras
En consecuencia, se trata de reivindicar los derechos humanos de las generaciones venideras ante una naturaleza que empieza a agotarse debido a la presi¨®n de los hombres, quienes, con el conocimiento en constante expansi¨®n, no solamente crean, sino que lamentablemente tambi¨¦n destruyen inmisericordes un patrimonio natural y cultural que nos ha sido dado administrar y transmitir a nuestros herederos en la Tierra. De los 1.000 millones de habitantes de la sociedad industrial en 1850, o de los 2.000 millones a principios de este siglo, vamos a dejar entre todos una descendencia de 6.000 millones, con visos de llegar a duplicarse a mediados de los a?os 2000.
El sentido de la responsabilidad en libertad se impone, por tanto, para poder asumir colectivamente unas obligaciones de car¨¢cter global, tales como el deber de respetar la biosfera, sustento de la vida y garant¨ªa de un desarrollo y de un bienestar viables; el deber de respetar la vida de las especies vegetales y animales a trav¨¦s de un verdadero pacto con la naturaleza, como so?aba Aurelio Peccei; el deber de educar a los j¨®venes con visi¨®n anticipatoria y a niveles culturales cada vez m¨¢s elevados, para permitir a todos participar activamente en la construcci¨®n de la respectiva sociedad seg¨²n su talento y voluntad, en un mundo en el que la ocupaci¨®n intelectual desplaza progresivamente al trabajo manual; el deber de planteamientos globales y de soluciones a medio plazo, junto a leg¨ªtimos intereses locales y a corto plazo, porque la humanidad tiene que dejar de estar compartimentalizada y movida por intereses inmediatos para saber anteponer unas metas m¨¢s amplias que respeten los derechos de todos, de hoy y del ma?ana.
La clave de esta nueva ¨®ptica es de origen ¨¦tico y moral. Por tanto, el respeto de los valores espirituales debe anteponerse a los ego¨ªsmos, que es de donde nace la verdadera crisis que sufre el mundo de hoy. La conciencia universal tiene que despertar y fraguar una vez m¨¢s -sin esperar en esta ocasi¨®n a mayores males, que ahora amenazan con ser irreversibles- para dar una respuesta global y anticipatoria desde la solidaridad social, la responsabilidad colectiva y la ¨¦tica individual.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Declaraciones prensa
- Servicios sociales
- Opini¨®n
- Ecologismo
- Joaqu¨ªn Ru¨ªz-Gim¨¦nez Cortes
- Ecologistas
- Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez
- Minor¨ªas ¨¦tnicas
- Club de Roma
- Etnias
- Marginados
- Derechos humanos
- Organizaciones medioambientales
- Ni?os
- Pol¨ªtica social
- Infancia
- Protecci¨®n ambiental
- Ideolog¨ªas
- Gente
- Pol¨ªtica
- Medio ambiente
- Marginaci¨®n
- Grupos sociales
- Problemas sociales
- Sociedad