Merche Esmeralda
Sole¨¢ -el gran estreno de esta temporada del Ballet Nacional de Espa?a- es un melodrama gitano a base de familias rivales, celos, traiciones y venganzas en el que no faltan ni los presos ni los guardias civiles, ni el se?orito arrogante que atropella a la gitana-reina. Lo ¨²nico que escasea es el flamenco, porque la m¨²sica orquestal que Manolo Sanl¨²car ha compuesto especialmente para la obra de Jos¨¦ Antonio, aunque se inspire en algunos ritmos, deja poco margen y crea en escena un ambiente pretencioso, desva¨ªdo y con escaso car¨¢cter. Sanl¨²car es tambi¨¦n, seg¨²n se ha dicho (porque en el programa no se le atribuye) el responsable del libreto, excesivamente recargado y dif¨ªcil de representar, aunque con buen potencial para un ballet de este tipo.El ballet de Jos¨¦ Antonio falla tambi¨¦n en su estructura y desarrollo: las primeras escenas, de presentaci¨®n costumbrista, acumulan vistosidad y est¨¢n bien presentadas, siempre dentro del t¨®pico, pero cuando la tragedia se pone en marcha, con la seducci¨®n de la Sole¨¢ (Merche Esmeralda) por el Payo (Antonio M¨¢rquez) y los pasos a dos, a tres y solos se van produciendo en mon¨®tona sucesi¨®n -como si se hubieran acabado a la vez las ideas y el presupuesto- el inter¨¦s se va diluyendo. Los core¨®grafos de ballet espa?ol se preocupan mucho por estudiar la t¨¦cnica cl¨¢sica, que les aporta bien poco, pero con frecuencia desconocen las reglas del desarrollo de los ballets narrativos cl¨¢sicos, que demuestran la necesidad de un ritmo interior en la sucesi¨®n de escenas y variaciones y en el desenvolvimiento del relato dram¨¢tico.
Ballet Nacional de Espa?a
Homenaje (F. S¨¢nchez / J. Nieto); Danza IX (Victoria Eugenia / Granados); Bolero (Granero / Ravel) y Sole¨¢ (Jos¨¦ Antonio / M. Sanl¨²car). Segundo programa. Artista invitada: Merche Esmeralda. Director art¨ªstico y bailar¨ªn estrella: Jos¨¦ Antonio. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Director: Benito Lauret. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 17 de diciembre.
Personajes
La interpretaci¨®n es correcta por parte de todos, dentro de unos personajes poco elaborados literaria y coreogr¨¢ficamente: Aida G¨®mez (Margara) y Antonio M¨¢rquez (El Payo) ponen convicci¨®n y los flamencos -el guitarrista Habichuela y el cantaor Juan Cantero, reconvertidos en bailaores de ambientaci¨®n, ya que ni tocan ni cantan- consiguen dar vida a alguna escena. Jos¨¦ Antonio (Ram¨®n, el enamorado) se ha hecho un papel excesivamente dram¨¢tico en el que sus cualidades de virtuoso de la t¨¦cnica seducen poco.El verdadero inter¨¦s est¨¢ en Merche Esmeralda que encuentra, en medio del desangele general, la forma de brillar como la verdadera estrella que es: su presencia esc¨¦nica tiene tal fuerza y su menor gesto tal verdad, que ella sola es casi capaz de levantar el espect¨¢culo. La Esmeralda maneja con gran dominio toda la gama de la expresi¨®n flamenca sobre todo si est¨¢ -como en alguna escena del principio- en clave ir¨®nica. Pero la calidad de su movimiento hace que no pierda fuerza y car¨¢cter al pasar de bailaora a bailarina y actriz, que lleve la autenticidad consigo aunque en el barullo de cuchilladas y sangre que se arma al final, exprese sobre todo desaliento.
El otro estreno de la noche aunque ya presentado en Barcelona, Homenaje de Felipe S¨¢nchez sobre una banda sonora de Jos¨¦ Nieto, es un ballet sin argumento m¨¢s en la ya larga serie de intentos de renovar o modernizar la presentaci¨®n de bailes de escuela espa?ola adecu¨¢ndolos a una est¨¦tica contempor¨¢nea, apoy¨¢ndose sin complejos en core¨®grafos actuales de ballet y simplicando los ritmos hasta lograr una uniformidad cuasi militar.
Son esfuerzos necesarios, imprescindibles; entre ellos est¨¢ el Bolero de Granero, ya estrenado en el primer programa y que se ha incluido en el segundo. Demuestra que se ha avanzado poco desde que Alberto Lorca inaugurara el g¨¦nero con Ritmos, en 1984, aunque ahora se d¨¦ m¨¢s al cuero y a lo tenebroso.
El ballet espa?ol sigue siendo, como en la ¨¦poca de La Argentina, un g¨¦nero h¨ªbrido y dif¨ªcil cuyas debilidades coreogr¨¢ficas se han disimulado siempre a trav¨¦s de grandes int¨¦rpretes. Pero la compa?¨ªa nacional tiene la obligaci¨®n de mantener vivas las ra¨ªces.
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