Memorable 'Fidelio'
Un Don Giovanni digno y un Fidelio memorable suponen un haber meritorio, habida cuenta, como es debido, del fuste de ambas obras maestras absolutas de la ¨®pera y del singspiel. La Opera de Kent pone el punto de partida en un teatro coherente y sobrio, con altibajos en Mozart y ejemplar en Beethoven. Inolvidable, por ejemplo, su canto de prisioneros, entre luces y transparencias terrosas, en Fidelio.El canto a la libertad de Mozart, por su parte, toma otra ruta: la de Eros y Th¨¢natos. Por eso, la bata del Comendador, ¨²nica nota grana en la escena incolora de Kent, hace de ¨¦l el h¨¦roe anunciado. A cambio de la libido, aplacada, este Don Juan se da a la farsa y al juego inocentes, con una decencia teatral que ha de entenderse en todos los sentidos.
Coro y orquesta de la ?pera de Kent
Don Giovanni, de W. A. Mozart. Fidelio, de L. Van Beethoven. Int¨¦rpretes: T. Lawlor, J. Rhys, R. Hayward, G. Moses, M. Curtis, M. Drower, E. Hulse, J. Hancom, H. Milner, J. Rath, C. Primrose, M. Rivers, D. Johnston, T. Ellis y R. Campell. Director: I. Fischer. Teatro Principal. Valencia, del 15 al 18 de diciembre.
Ivan Fischer condujo, en ambos casos la m¨²sica con batuta segura, sin titubeo alguno, salvo alg¨²n recitativo, enredado en la lengua o en el gesto. Contaba, en ese menester, con un minifoso a pleno rendimiento: son pocos, pero tocan mucho. Y de ese arrojo resultaba una lectura ¨¢cida de las partituras -inmaculada una, endiablada la otra oper¨ªstica y no concertante, esto es, activa.
Detalle de muy buena ley fue la instalaci¨®n en la escena de dos de las tres peque?as orquestas que se suman, en un contrapunto de ritmos, a la fiesta de Don Juan, recatada, a pesar de todo. Con un detalle semejante en la cena, el sabroso traj¨ªn de m¨²sicos arriba y abajo hubiera sido redondo.
Do?a Ana (Jennifer Rhys), con su noble canto, y el Comendador (Geoffrey Moses), con su voz, marm¨®rea como su porte, impusieron en el Don Juan las mejores bazas, haciendo no ya veros¨ªmil, sino previsible, el descalabro final del h¨¦roe, m¨¢s jaranero que seductor: un Don Giovanni (Robert Hayward) con mejor estilo, de canto y de gesto, que volumen de voz, nunca desmedida.
Cabriolas
El Leporello de Thomas LawIor habr¨ªa convenido tal vez al Sganarelle fumador de Moli¨¨re: seguro de su papel, pero no de su dicci¨®n y de las cabriolas que pide el g¨¦nero bufo y que Mozart no escatima, su sobrada voz no acababa de atinar en el parloteo desenfadado y en el humor de Da Ponte, que la goz¨® a tope con este parto.Por lo dem¨¢s, o¨ªmos a una Elvira (Mery Drower), de voz templada y bella, aunque no inflamada: Y correcci¨®n y esmerada l¨ªnea de canto semejantes luci¨® Mark Curtis en el pusil¨¢nime Don Ottavio.
La pareja campesina, por fin (Eileen Hulse y John Hancorn, luego Don Fernando, asimismo m¨¢s en su papel), puso sus voces en el punto justo, disimulando picard¨ªas de enredo.
Esa contenci¨®n, en cambio, y el cuidado ajuste concertante de las voces rindieron ¨®ptimas sonoridades, dram¨¢ticamente acentuadas por el juego sabio de las luces, en un Fidelio que todav¨ªa hoy castiga al p¨²blico que lo ama poco y a los que cantan que lo padecen mucho.
Y, pese a todo, el castigado Florest¨¢n (David Johnston) sostuvo el tipo vocal con arrojo y sin percances. Con ¨¦l, una Leonora/ Fidelio (Claire Primrose) con claro entendimiento dram¨¢tico vocal.
Rocco (John Rath), demasiado se?orial para carcelero, cant¨® con seguridad y suficiencia. Pero, en todo caso, el acuerdo del conjunto sobreabundaba la eficacia de las partes, contribuyendo a la voluntad de Beethoven, que, a fin de cuentas, erige un monumento concertante, coral y sinf¨®nico, donde la violencia de las partes redunda en la calma soberana del todo. Por eso, si el Don Juan de Kent anduvo sin desenfreno, su Fidelio es un hito que debe quedar registrado.
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