Espejo sin azogue

Esta Alicia es un recuerdo, una evocaci¨®n de la original, de la gran Alicia en el pa¨ªs de las maravillas (1865), de Lewis Carroll. Un libro que sigue siendo nuestro contempor¨¢neo, con su juego de l¨®gica y absurdo y su iron¨ªa ligeramente amarga. La profundidad de la historia est¨¢ en su escritura, hasta el punto de que los ingleses mantienen que ni siquiera las mejores traducciones pueden revelar toda su gracia. Se ha intentado trasladarlo a todos los medios de expresi¨®n: comedia, ¨®pera, cine, dibujos animados. No se ha conseguido con calidad. Los episodios emprendidos por Alicia y los personajes que se la revelan son poca cosa en comparaci¨®n con sus palabras. La pantomima de Kemp plantea el mismo problema. Por eso se tiene que conformar con ser una evocaci¨®n de lo original.Las servidumbres son muchas. El vestuario y los decorados siguen fielmente las ilustraciones de John Tenniel para la primera edici¨®n, y que siguen siendo los mejores desde entonces. La m¨²sica es la de los italianos Arturo Annecchino y Sergio Rendine para la radio de su pa¨ªs, adaptada por ellos mismos para esta versi¨®n; la cinta musical est¨¢ pregrabada y no obtiene una buena sonoridad. Los movimientos y la coreograf¨ªa est¨¢n basados en esa m¨²sica, que es excelente y no f¨¢cil.

Puede ser un espect¨¢culo muy adecuado para los ni?os vacantes de estas fechas, pero habr¨¢ que explicarles muy bien que no sustituye de ninguna manera la lectura del reverendo Dogdson (Lewis Carroll). Los adultos encontrar¨¢n solamente el remedo, y quiz¨¢ se aburran en la hora y media de pantomima; el libro, en realidad, est¨¢ hecho para ellos (como otras grandes lecturas infantiles salidas del Reino Unido: Robinson o Gulliver) y aqu¨ª s¨®lo encontrar¨¢n el vago recuerdo. A este espejo que atraviesa Alicia le falta el azogue. No hay fantas¨ªa, no hay invenci¨®n propias.

Lindsay Kemp conserva su encanto -siempre ha sido infantil, hasta en sus piezas m¨¢s crudas- y lo infunde en sus actores, y hay otro encanto suplementario, que es el de Nuria Moreno Espert, transmisora del sentido del teatro que hay en su dinast¨ªa -Armando Moreno, Nuria Espert-; mayor para ser Alicia, no cae, sin embargo, en el f¨¢cil remedo de la infancia y transmite en su papel el asombro, la sonrisa, el miedo gracioso y la bondad del personaje inolvidable.

Lindsay Kemp tiene en Espa?a una extensa corte de admiradores que ha ido ganando con muchos a?os de buen trabajo, de capacidad de fantas¨ªa, de est¨¦tica barroca y un poco sofocante. Acudieron muchos a la representaci¨®n y repitieron, tras ella, sus ovaciones y sus bravos a quien es su ¨ªdolo, quien los recogi¨® sin soltar nunca de la mano a Nuria Moreno.