?Hacia la paz en Palestina?
De los muchos que restan activos en el mundo, el conflicto israelo-palestino es simult¨¢neamente el m¨¢s antiguo, el m¨¢s dram¨¢tico y el de m¨¢s dificil soluci¨®n. Las caracter¨ªsticas de las m¨²ltiples partes intervinientes (Estados ¨¢rabes, superpotencias, comunidad jud¨ªa norteamericana, am¨¦n de los directamente interesados) y las singularidades del mismo (un pueblo discriminado y perseguido por siglos que hace 40 a?os logra que la entonces comunidad internacional le proporcione un Estado donde asentarse y otro pueblo, todav¨ªa sin Estado, expulsado de la misma tierra com¨²n y en busca del retorno a ella o a parte de ella) han alimentado durante d¨¦cadas la tragedia y el hero¨ªsmo, la raz¨®n y la sinraz¨®n, el pretexto y la causa, la miseria y el horror.El enfrentamiento entre palestinos e israel¨ªes ha sumido y sume a sus respectivos pueblos, a los del entorno inmediato y mediato (entre los que nos encontramos) y, por extensi¨®n, siempre que hay superpotencias directa o indirectamente implicadas, a todo el mundo, en una angustia permanente para cualquiera que sea m¨ªnimamente sensible. Pero el calvario a que est¨¢n sometidos esos dos pueblos (obviamente y en las circunstancias hist¨®ricas actuales, en especial el palestino) puede tambi¨¦n llegar a producir por contagio la generalizaci¨®n del conflicto, con consecuencias graves de prever.
De ah¨ª que, quiz¨¢ ambientalmente influidos por la ¨¦poca navide?a en que escribimos, haya que saludar con alborozo el recientemente conseguido acuerdo entre Estados Unidos y la OLP para sentarse juntos, cambiar impresiones y, quiz¨¢, negociar. Que se haya producido tal hecho es ya un hito fundamental para el desarrollo del conflicto porque, como es sabido, desde el nacimiento del mismo, EE UU se hab¨ªa negado tajantemente a reunirse en p¨²blico con la "organizaci¨®n terrorista palestina", y a su vez ¨¦sta durante mucho tiempo consider¨® a Washington un "sat¨¢n", aliado estrat¨¦gico de Israel, al que hab¨ªa que combatir. No es el momento ahora de analizar en detalle las causas profundas por las que ambas partes han hecho respectivamente concesiones. Baste decir que la OLP, p¨²blicamente, ha pasado de "condenar" a "renunciar" al terrorismo y ha aceptado las resoluciones de las Naciones Unidas 242, 338 y, en especial, la 181 (que es la que legalmente en 1947 establec¨ªa en Palestina dos Estados, uno ¨¢rabe-palestino y otro jud¨ªo, soluci¨®n entonces rechazada por los ¨¢rabes). El 14 de diciembre pasado Arafat declaraba formalmente que apoyaba la resoluci¨®n 181 "como fundamento de la independencia palestina".
Posiblemente el clima de mutuo entendimiento creado entre los gobiernos norteamericano y sovi¨¦tico ha influido en la decis¨ª¨®n de Washington de reconocer la tantas veces negada legit¨ªmidad de la OLP. No debe haber sido superfluo el creciente convencimiento de que una pol¨ªtica exterior tan unilateralmente proisrael¨ª acabar¨ªa da?ando los intereses americanos en el mundo ¨¢rabe. As¨ª como el hecho de que la comunidad jud¨ªa norteamericana -a la que pertenecen ilustres y sensatas personalidades- comienza a ver con preocupaci¨®n la radicalizaci¨®n de posturas y el crecimiento de actitudes extremas en Israel.
En fin, est¨¢ por comprobar si la naciente Administraci¨®n Bush ha gravitado tambi¨¦n, como podr¨ªa parecer, en la decisi¨®n del presidente Reagan de abrirse a la OLP.
De cualquier manera, el paso est¨¢ dado y, en mi opini¨®n, lo ¨ªrnportante ahora es saber cu¨¢les van a ser las reacciones de las diversas partes implicadas en el conflicto.
Consideremos la reacci¨®n ¨¢rabe y palestina, advirtiendo que escribimos a los pocos d¨ªas de producido el primer encuentro en T¨²nez entre el embajador norteamericano y la delegaci¨®n de la OLP. Se debe se?alar de entrada que Yasir Arafat se ha jugado mucho en el envite porque, p¨²blicas o secretas, probablemente ¨¦l hace mayores y m¨¢s importantes concesiones que Washington.
Compromiso 'de facto'
Dec¨ªamos que la nueva perspectiva modifica la naturaleza del conflicto porque aceptar la resoluci¨®n 181 significa enmendar de hecho la Carta Nacional de la OLP, que afirma que su pa¨ªs es "indivisible" y que persigue la "eliminaci¨®n del sionismo en Palestina". Arafat y su organizaci¨®n, con el nuevo enfoque, se comprometen de facto a negociar el establecimiento del Estado palestino te¨®ricamente proclamado hace unas semanas en los actuales territorios ¨¢rabes ocupados, aceptando que la otra parte de la Palestina hist¨®rica es ya otro Estado, el israel¨ª, creado en 1947 por la ONU.
Ello supone renunciar a la posibilidad, obviamente ut¨®pica, de que centenares de miles de palestinos, que viven en condiciones precarias en los campamentos de refugiados instalados en pa¨ªses ¨¢rabes vecinos a Palestina, retornen a sus hogares y propiedades perdidos en 1947. Este y alg¨²n otro son argumentos que no hacen mella en la mayor¨ªa de los gobiernos ¨¢rabes (otra cosa ser¨¢ ocuparse del reasentamiento en el futuro Estado palestino de esos numerosos integrantes de la di¨¢spora, social, econ¨®mica y culturalmente de un nivel diferente al del mill¨®n de compatriotas que viven en Cisjordania y Gaza). Pero s¨ª son extremos utilizables por una minor¨ªa.
As¨ª, acaban de reunirse en Damasco tres o cuatro grupos minoritarios, disidentes de la OLP, con la intenci¨®n, ya reiterada y hasta ahora vana, de sustituir a Arafat y "liberar Palestina por la fuerza armada". Est¨¢ asimismo por ver el grado de desacuerdo que la decisi¨®n hist¨®rica del presidente de la OLP adquiere en el seno del propio Comit¨¦ Ejecutivo -donde est¨¢n representadas todas las tendencias- de la organizaci¨®n.
M¨¢s grave me parece por el momento la reacci¨®n de la clase dirigente israel¨ª, que ha cerrado filas y constituido un Gobierno de unidad nacional entre conservadores y laboristas. Lo s¨ªgnificativo es que se produce s¨ªmult¨¢neamente un retroceso en la postura de apertura del l¨ªder laborista, Peres, quien, contradiciendo su actitud de estar dispuesto a dialogar con "cualquier palestino que renuncie al terrorismo", acaba de publicar un art¨ªculo en The New York Times (el d¨ªa 22 de diciembre), obviamente dirigido a la Administraci¨®n norteamericana y a la colectividad jud¨ªa local, en el que, aparte de negarse a asumir el fundamental cambio protagonizado, con alto riesgo, por Arafat, propone un programa de acci¨®n irreal y sofista. Peres -que no concede a la OLP ni el beneficio de la duda ni la posibilidad de que ¨¦sta, como indica Estados Unidos, demuestre con los hechos lo que formalmente ha proclamado- se retrotrae a posiciones que han dejado ya de ser mantenidas por el m¨¢s moderado de los Estados ¨¢rabes directamente concernidos en el conflicto: Jordania.
Hay quien mantiene que en esta postura de Peres, que en el nuevo Gobierno de coalici¨®n deja la importante cartera de Exteriores por la no menos importante de Hacienda, incide la necesidad de revitalizar desde su nuevo puesto el movimiento sindical y cooperativista israel¨ª, base del propio Partido Laborista. Pero hay tambi¨¦n quien piensa en el s¨ªndrome Grossman. David Grossman, escritor israel¨ª, autor de un best seller sobre el holocausto, en una conferencia sobre la nueva situaci¨®n reci¨¦n celebrada en la universidad de Bolonia, se ha expresado en los siguientes t¨¦rminos:
"Durante a?os y a?os hab¨ªamos esperado esas palabras, Y ahora que Arafat las ha pronunciado, reconociendo a Israel, s¨®lo sabemos decir: no puede ser verdad, no es sincero. Esta es la trampa en que nos encontramos los israel¨ªes. Nos aterrorizan los cambios, pero no nos espanta el cambio a peor, s¨®lo aquellos que suponen una mejora, los que nos obligan a enfrentarnos con una situaci¨®n nueva".
Grossman habla del miedo inherente a la sociedad israel¨ª: "Es el miedo el que siempre nos ha proporcionado la fuerza para seguir adelante, pero tambi¨¦n el que bloquea todo intento de comprender la realidad".
?ste es el tremendo desafio de la sociedad israel¨ª de hoy. En la columna contigua a los alegatos de Peres, el propio The New York Times editorializa as¨ª: "Lo que resulta m¨¢s preocupante es la falta de voluntad de los pol¨ªticos israel¨ªes de encarar el cambio de caracteres s¨ªsmicos que se ha producido".
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