Entre la coherencia y el desgarro
Con el m¨¢ximo respeto a la libertad de expresi¨®n y a la independencia y profesionalidad de EL PA?S, querr¨ªa salir al paso de algunas inexactitudes contenidas en el art¨ªculo editorial aparecido el 27 de diciembre del presente a?o y manifestar mi discrepancia con ciertas afirmaciones que en ¨¦l se vierten.Querr¨ªa, en primer t¨¦rmino, aportar los datos que contradicen, refiri¨¦ndose a mi persona, la siguiente afirmaci¨®n: "Mudo ha permanecido tambi¨¦n en las semanas en que se preparaba la huelga general, y s¨®lo cuando el ¨¦xito de la convocatoria se hizo evidente proclam¨® que a ¨¦l no le hubieran montado una movilizaci¨®n de este g¨¦nero". La inexactitud de esta afirmaci¨®n queda reflejada por las diversas declaraciones que tuve ocasi¨®n de formular tanto en la radio como en la prensa escrita, no siendo posible hacerlo adecuadamente, por razones conocidas, en Televisi¨®n Espa?ola. Me limito a recordar estas dos:
El 18 de noviembre, es decir, casi un mes antes de la huelga, en declaraciones al semanario El Independiente, afirm¨¦, entre otras cosas: "El CDS comprende que los sindicatos acudan a la huelga. Es la consecuencia de una conducta del Gobierno que ha impuesto medidas econ¨®micas y ha hecho imposible el di¨¢logo. Aqu¨ª, en Espa?a, los sindicatos son una instituci¨®n, seg¨²n se recoge en la Constituci¨®n".
En el mismo sentido, y al propio diario EL PA?S, con fecha de 6 de diciembre, ante la pregunta de si la convocatoria de paro general para el d¨ªa 14 me parec¨ªa comprensible, desmesurada o injustificada, defin¨ª mi posici¨®n en una amplia respuesta, de la que extraigo parte en los siguientes p¨¢rrafos:
"Me parece que es el ejercicio de un derecho constitucional, con independencia de que a nadie le gusta la convocatoria de un paro general: ni a los convocantes ni a los que vayan a soportarlo".
"En la crisis econ¨®mica de los a?os setenta, los sindicatos asumieron sacrificios para facilitar el ajuste econ¨®mico. En una etapa de bonanza de la econom¨ªa, como afirma el Gobierno, es razonable que se pida una cierta redistribuci¨®n de los beneficios que se generan".
"Creo que era imprescindible haber llegado a un acuerdo, que las posiciones maximalistas no son buenas y que nunca una de las partes posee todas las razones para imponer sus tesis. Quiz¨¢s ha faltado flexibilidad en las conversaciones, en especial en el Gobierno, y eso ha conducido a un enfrentamiento que creo que lamentamos todos".
"En todo caso, en lo que de m¨ª dependa, estoy a favor de generar un clima de di¨¢logo".
En segundo lugar, discrepo de la tesis del editorial de que en el actual momento pol¨ªtico espa?ol sea preciso contraponer a una pol¨ªtica de centro izquierda, te¨®ricamente practicada por el PSOE, la necesidad de una alternativa de centro derecha, liderada por quien escribe estas l¨ªneas, que a rengl¨®n seguido ser¨ªa probablemente descalificada por su conservadurismo anacr¨®nico. Es este, en cualquier caso, un planteamiento que procede de una visi¨®n de la pol¨ªtica espa?ola que no se ajusta, a mi juicio, a la realidad de hoy. Es, en verdad, dif¨ªcil considerar que el Gobierno socialista ha orientado su acci¨®n hacia el centro izquierda en pol¨ªtica econ¨®mica y social, en pol¨ªtica exterior, de paz y de seguridad y en el ¨¢mbito que define la relaci¨®n libertades p¨²blicas-seguridad ciudadana y Estado de derecho. Si ello es as¨ª -y en mi opini¨®n lo es-, la estrategia pol¨ªtica no puede ser oponer el centro derecha a un centro izquierda inexistente, sino luchar por la recuperaci¨®n para el CDS del centro pol¨ªtico que un d¨ªa capt¨® el PSOE y le dio la victoria electoral.
A mi juicio, la ideolog¨ªa ya no cuenta principalmente como elemento definitorio del PSOE, porque su verdadera estrategia es llegar a ser y consolidarse como un partido hegem¨®nico -que yo llamar¨ªa partido institucional o del Estado- sin perfiles muy definidos, oportunista, en el que todo quepa, y sin m¨¢s pretensi¨®n que conservar el poder por encima de todo. Es una actitud peligrosa. Mi cr¨ªtica al PSOE no se refiere, sin embargo, al objetivo de conservar el poder, que es un prop¨®sito leg¨ªtimo. Pero hay dos maneras de pretenderlo: una, tratar de hacer una buena gesti¨®n de gobierno en el marco de unos compromisos electorales, rendir cuentas en su momento al electorado y solicitar de nuevo su confianza. Otra -la seguida por el PSOE-, aplicar una estrategia de ocupaci¨®n de las instituciones del Estado para eludir el control p¨²blico de otros poderes, manipular la televisi¨®n, presentarse como ¨²nica alternativa frente al presunto caos que representan los otros y, desde las instituciones, influir y presionar a la opini¨®n p¨²blica para que considere irremediable tener que votar al PSOE una y otra vez. Por eso ha perdido ya todo sentido tratar de calificar al PSOE en t¨¦rminos ideol¨®gicos. Es, sobre todo, una maquinaria de poder que utiliza el poder del Estado y no s¨®lo para gobernar. La oposici¨®n parlamentaria debe combatir primordialmente esta realidad y no inexistentes fantasmas ideol¨®gico-program¨¢ticos de centro izquierda.
Tal es la posici¨®n del CDS que el electorado habr¨¢ de juzgar en las pr¨®ximas elecciones, en las que, entre otras muchas cosas, se va a decidir si es admisible o no gobernar con el talante, actitudes, comportamientos y prop¨®sitos de que el PSOE ha hecho gala, y cuyos resultados ha descrito con agudeza el antiguo director del EL PA?S, Juan Luis Cebri¨¢n, en reciente art¨ªculo: "Me refiero a la suposici¨®n gratuita que los socialista exhiben de que la mayor¨ªa absoluta en las Cortes les concede tambi¨¦n la absoluta capacidad de razonamiento. En una palabra: su recalcitrante empe?o en destruir toda disidencia, deso¨ªr toda cr¨ªtica, anular todo debate y destruir toda mediaci¨®n posible con los ciudadanos que no sea la del voto. Los grupos minoritarios en las Cortes son avasallados; los sindicatos, deso¨ªdos; la oposici¨®n, arrinconada; la Prensa, corrompida; la televisi¨®n, sojuzgada; la cultura, sobornada; los intelectuales, diezmados".
Y, por ¨²ltimo, tampoco comparto los pretendidos an¨¢lisis sociol¨®gicos a los que alude el editorialista de EL PA?S, que, seg¨²n se alega, delimitan -no s¨¦ en funci¨®n de qu¨¦ datos- al electorado potencial del CDS en dos sectores -un sector conservador agrario y otro de las clases medias urbanas radicalizadas- incompatibles entre s¨ª y generadores de desgarro, seg¨²n el editorial, a la hora de definir posiciones program¨¢ticas y de unificar el mensaje. En mi opini¨®n, tales an¨¢lisis son meras presunciones o valoraciones interesadas que no responden a datos emp¨ªricos contrastados. Dejo aparte el tratamiento negativo que parece hacer el editorial sobre esos sectores ciudadanos y sus motivaciones para apoyar al CDS. Lo cierto es que el partido que ha incrementado m¨¢s significativamente su voto desde el a?o 1982 en el llamado sector agrario conservador -al tiempo que ped¨ªa apoyos en los medios urbanos- ha sido el PSOE, como demuestra la comparaci¨®n de
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Entre la coherencia y el desgarro
Viene de la p¨¢gina anteriorlos resultados electorales de 1982, 1986 y 1987, que s¨ª son datos emp¨ªricos. En el CDS no hay desgarro interno alguno que pueda diferenciarle, como no lo hay en la sociedad espa?ola. Por fortuna, casi todos los partidos pol¨ªticos de nuestro arco parlamentario son claramente interclasistas. Singularizar al CDS por el presunto antagonismo de los sectores que le apoyan, o pueden apoyarle, carece por ello de sentido y de rigor. Por otra parte, es hoy insostenible, con un m¨ªnimo de fundamento, argumentar sobre la existencia de antagonismos reales entre una Espa?a rural y conservadora y otra urbana, nost¨¢igica, seg¨²n el editorialista, de liderazgos populistas. La te¨®rica dificultad de unificaci¨®n del mensaje pol¨ªtico, de existir, derivar¨ªa del interclasismo de los partidos y de la compleja estratificaci¨®n social de las sociedades industriales como la espa?ola. Ser¨ªa un problema com¨²n a todas las fuerzas pol¨ªticas. Si hoy se le exigiera al PSOE lo mismo que EL PA?S pide al CDS, el presidente Gonz¨¢lez lo tendr¨ªa muy dif¨ªcil. A menos que se considerara, como "unificaci¨®n de mensaje", hacer programas para incumplirlos o esl¨®ganes como: "OTAN, de entrada, no", "por el cambio" o "que Espa?a funcione". Me gustar¨ªa que el editorialista, en aras de la objetividad, hubiese puesto de relieve las dificultades -el desgarro interno- del PSOE y de su secretario general si tuviese que acudir a las elecciones y explicar a sus electores potenciales un programa que reflejara la posici¨®n adoptada antes y despu¨¦s de la huelga.
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